Algunas despedidas nos hacen sentir que estamos diciendo adiós a un irreemplazable. La partida de José Luis Ardissone nos sorprendió con una pena desconcertante.

Al ver en las redes su rostro y el breve mensaje de su hijo no atinábamos a asumirlo, era como si nunca hubiéramos imaginado la posibilidad de su ausencia, ni pensar en un reemplazo dentro de las filas de este Paraguay que con esfuerzo y juntando los centavos hace malabares para desarrollar sus talentos, y al mismo tiempo se empeña en cuidar su tesoro de tradiciones culturales.

Cómo bosquejar siquiera sin el inquieto y constante aporte de José Luis Ardissone, una labor dinámica creativa y al mismo tiempo respetuosa, osada y preservadora. Porque eso en la cultura es la pintura de hoy, la visión de mañana, y el celoso cuidado del ayer.

Reitero, la noticia nos causó un doloroso impacto, que a medida que pasaban los minutos, se iba reflejando en las redes sociales. En un solo posteo tuve más de mil respuestas, que testimoniaba la amplitud del duelo.

Deja quizás demasiados deudos. No solo los que llenaban sus plateas, sino los que encontramos en su trabajo el espacio para la difusión del nuestro. Y esencialmente los actores, músicos, bailarines, y toda esa tribu que entre bambalinas hace realidad la magia de una puesta.

José Luis fue el Gran Anfitrión, el asesor, el maestro.

Suelen decir que nadie es irreemplazable, pero a pesar de que día a día repiten su cabalgar los jinetes del Apocalipsis, y de que las partidas son inexorables, siempre habrá hombres y mujeres de talla diferente, de paso firme, de imaginación generosa, de talento inquieto.

Nos queda entonces preservar el legado y la memoria de los que han dado su vida a nuestra sociedad y a nuestra cultura. A los héroes civiles. A los que nos han dejado mejores y más ricos, como hoy nos deja José Luis Ardissone. ¡SALVE!

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