DESDE MI MUNDO

  • Por Mariano Nin
  • Columnista
  • marianonin@gmail.com

A veces, entramos a los hospitales con la idea de que lo más difícil es encontrar una silla libre o alguien que nos atienda rápido. Y otras veces, lo que nos sorprende no es la rapidez, sino el orden. El cuidado. La sensación de que, por una vez, alguien sí estaba preparado para recibirnos.

Estos días acompañé a un familiar a una consulta médica. Nada grave. Pero mientras esperaba, observé lo que siempre me gusta mirar: cómo se mueven las personas cuando no saben que las estamos mirando.

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Enfermeros que se cruzan con médicos, administrativos que conversan bajito frente a una pantalla, y ese ir y venir que tiene un vertiginoso ritmo propio.

Me llamó la atención una escena cotidiana. Un médico abrió su computadora, escribió unas pocas palabras, y en segundos ya tenía frente a él el historial del paciente. Fechas, estudios, medicamentos, todo. Absolutamente todo. –“Ah, ya vi lo que le indicaron la última vez”, le dijo al paciente.

Y entonces entendí: ese sistema que tiene nombre de sigla (HIS, Sistema de Información Hospitalaria) no es frío ni burocrático. Es, en realidad, una forma de escuchar mejor.

Escuchar sin que el otro tenga que repetirlo todo. Escuchar sin depender de la memoria. Escuchar con respaldo.

En ese instante, me quedó claro que la tecnología, bien usada, no reemplaza al trato humano; lo mejora. Le da soporte. Le da tiempo para lo esencial.

Porque HIS no es solo una herramienta. Es memoria viva. Es historia ordenada. Es tiempo ganado. Es llegar a un consultorio y, en segundos, saber quien está frente al médico. Qué le duele, qué le pasó, qué necesita. Es poder mirar más allá del síntoma y ver al ser humano completo, con su trayecto, sus tratamientos, sus avances.

No lo digo como experto en salud. Lo digo como testigo de un cambio que se nota. Porque uno puede no entender cómo funciona el sistema por dentro, pero sí entiende cuando se siente cuidado. Y eso pasó.

Salimos de ahí con más respuestas que preguntas. Sin papeles perdidos. Sin repeticiones innecesarias. Sin estrés.

Así lo vi “desde mi mundo”, donde las palabras importan y los gestos aún más, celebro que haya sistemas que funcionen no solo con datos, sino con un propósito.

Sistemas que están para sumar. Para simplificar. Para acompañar. Y es ahí, donde las pequeñas cosas hacen la gran diferencia, que lo digital no nos aleja, sino que nos conecta mejor.

Y en un país donde muchas veces lo que no funciona se lleva los titulares, tal vez valga la pena decir, aunque sea una vez: esto sí funciona. Pero claro... esa, es otra historia.

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