Hace un par de semanas, cuando despedíamos al querido papa Francisco, el pontífice de la “misericordia”, decíamos también que, más allá de las interpretaciones ideológicas a la que nos tienen acostumbrados los medios de comunicación, el nuevo vicario elegido necesariamente continuará el mismo camino, al igual que hace 2.000 años, cuando Cristo designó a Pedro como “la piedra angular”, sobre la cual se sostiene la Iglesia.

Fue imposible no conmoverse ante lo acontecido esta semana cuando el nuevo papa, el cardenal Robert Francis Prevost, quien eligió el nombre de León XIV para su pontificado en su primer discurso desde el balcón vaticano pidió paz, unidad y puentes, no muros.

En sintonía con sus primeras palabras, el lema elegido por el sucesor de Pedro es: “In Illo uno unum” (“En Él, uno solo”), una cita de San Agustín que expresa la unidad de los cristianos en Cristo.

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Un dato no menor es que el nuevo pontífice también quiso rendir homenaje al legado social del papa León XIII, cuya encíclica Rerum Novarum marcó el inicio de la Doctrina Social de la Iglesia y un firme compromiso con los derechos de los trabajadores y la justicia social, precisamente en un contexto global con varios dilemas que requieren un profundo diálogo que ponga en el centro a la dignidad humana, con renovado vigor y sensibilidad pastoral.

La encíclica “Rerum novarum” cuyo título se traduce como “De las cosas nuevas”, aborda fundamentalmente las transformaciones sociales, económicas y laborales provocadas por la Revolución Industrial a finales del siglo XIX.

Ciertamente estamos ante una nueva revolución, esta vez “digital” y el gran desafío que tiene por delante el nuevo papa, es precisamente humanizar esta nueva realidad. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso

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