• Por Carlos Mariano Nin
  • Columnista
  • marianonin@gmail.com

En los pasillos de muchos hospitales públicos de nuestro país comienza a sentirse un cambio, una revolución silenciosa y eficaz.

Ágil, certera, poderosa.

Donde antes se manejaban los historiales clínicos en papel, ahora aparecen pantallas con fichas digitales, cargadas con datos que permiten a los profesionales tomar decisiones médicas con rapidez y precisión.

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No es fruto de la casualidad. Es fruto de una amistad que lleva años.

Es el efecto del Sistema de Información en Salud (HIS, por sus siglas en ingles), una herramienta tecnológica que está modernizando la atención médica en el país. Y detrás de este avance hay un socio poco visible para el común de la gente: Taiwán.

Desde 2016, la cooperación técnica de Taiwán con Paraguay es fundamental para la implementación del HIS. A través de su Agencia de Cooperación Internacional (ICDF), Taiwán transfirió tecnología, capacitando a profesionales y financiado gran parte de la infraestructura necesaria para que el sistema funcione.

No es un apoyo menor: sin él, difícilmente Paraguay habría dado el salto digital que hoy permite conectar centros de salud en todo el país con un solo clic.

Actualmente, 943 establecimientos de salud ya utilizan el sistema; si, lo leíste bien, 943, lo que representa una cobertura creciente dentro de la red pública.

La meta, ambiciosa pero posible, es lograr que el 100 % de los hospitales y centros de atención primaria estén digitalizados.

En cada paso de ese camino, los equipos taiwaneses trabajan codo a codo con técnicos paraguayos para adaptar la plataforma a las necesidades locales y formar al personal de salud, muchos de los cuales nunca antes habían utilizado sistemas informáticos clínicos.

El HIS no es simplemente un software. Es una herramienta que mejora nuestra calidad de vida.

En tiempos donde la prevención y la respuesta rápida pueden salvar vidas, esta base de datos unificada es, literalmente, un recurso vital.

Pero nuestro caso es más que una buena noticia local. Es también un argumento sólido para un reclamo global: que Taiwán tenga participación plena en la Asamblea Mundial de la Salud (AMS) y en la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Si un país puede demostrar, con hechos y resultados, su capacidad de aportar soluciones efectivas a los desafíos sanitarios, como lo hizo en Paraguay, entonces debería tener un lugar legítimo en los foros donde se toman decisiones para la salud mundial.

En un momento en que la salud pública global enfrenta desafíos sin precedentes, cambio climático, enfermedades emergentes, desigualdad en el acceso a vacunas, el mundo no puede darse el lujo de excluir a actores que tienen voluntad, capacidad y experiencia.

La salud no puede estar subordinada a intereses geopolíticos.

El sistema HIS es un paso enorme para nuestro país, pero también es un espejo en el que el mundo puede ver que Taiwán no solo pide un lugar en la mesa: lo está ganando con hechos.

Pero esa es otra historia.

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