La reciente victoria de George Simion en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Rumania ha sacudido el tablero político europeo. Con un 41 % de los votos y la salida abrupta del primer ministro Marcel Ciolacu, el escenario está servido para una segunda vuelta que podría consagrar al líder ultranacionalista de 38 años como presidente.

Simion no es un político convencional. Con un discurso directo, nacionalista, conservador y abiertamente euroescéptico, ha sabido canalizar el hartazgo de una sociedad harta de corrupción, promesas incumplidas y una clase política cada vez más desconectada de la realidad cotidiana del ciudadano rumano.

¿Una amenaza o una oportunidad?

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Desde Bruselas, su figura genera inquietud. El fantasma de Viktor Orbán sobrevuela la región. Sin embargo, reducir a Simion al estereotipo del “populista autoritario” es quedarse en la superficie.

Hay razones por las que millones de rumanos lo eligieron. Promete cortar privilegios parlamentarios, limpiar las instituciones del viejo clientelismo, proteger la identidad nacional y devolver el control de las decisiones al pueblo. Para muchos votantes, eso no es un retroceso, sino una necesaria corrección de rumbo.

La comparación europea: entre Orbán y Meloni

Comparado con Orbán en Hungría, Simion podría ensayar un modelo similar: centralización del poder, reformas legales polémicas y una retórica constante contra la Unión Europea. No obstante, aún no está claro si seguirá ese camino o buscará, como Giorgia Meloni en Italia, una moderación pragmática que le permita convivir con las instituciones europeas sin romper puentes.

El ejemplo polaco también es útil: el partido Ley y Justicia supo combinar conservadurismo social con políticas redistributivas. Esa mezcla, aplicada con inteligencia, puede brindar estabilidad a corto plazo, aunque con altos costos democráticos si no hay contrapesos institucionales fuertes.

La gran incógnita

¿Qué hará Simion si gana? ¿Reformará sin destruir? ¿Respetará el pluralismo o lo aplastará? ¿Será un gobernante de transición o un arquitecto de un nuevo régimen político?

Más allá de las etiquetas, lo cierto es que su eventual triunfo reflejaría un fenómeno que trasciende Rumania: el cansancio de una ciudadanía que, entre escándalos de corrupción, dependencia de Bruselas y pérdida de identidad, ve en los “outsiders” una salida.

La historia dirá si se trató de una ilusión peligrosa o de una corrección democrática legítima. Lo que está claro es que Europa no puede seguir ignorando los síntomas: cuando la democracia representativa falla, la respuesta muchas veces viene en forma de ruptura.

¿Simion es como Milei?

Es difícil sustraerse a la tentación de comparar a Simion con el presidente argentino Javier Milei. Ambos son “outsiders” antisistemas y antiglobalistas, lograron capitalizar un descontento hacia los partidos políticos tradicionales y las crisis de representación. Usan un lenguaje fuerte, directo, desafiante y sin filtros.

Pero en otros aspectos son diametralmente opuestos. El rumano es muy conservador, nacionalista y religioso, además quiere un Estado fuerte y participativo mientras que Milei es ultraliberal, la religión le es indiferente y no quiere que el Estado intervenga en nada que no le sea de su competencia.

Simion se parece más a un Orbán de derecha nacionalista, con raíces culturales y religiosas mientras que Milei se asemeja a Donald Trump y a Jair Bolsonaro.

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