• Por Felipe Goroso S.
  • Columnista político

Uno de los procedimientos más utilizados a la hora de discernir, en núcleos, líneas discursivas, piezas audiovisuales u otros productos de comunicación cuyos sesgos ideológicos son claros consiste en identificar la presencia de noticias que contradicen sus intereses y tendencias. Estos materiales tienen visos de credibilidad y, por tanto, de reflejar algo supuestamente acontecido, porque un autor no tiende a utilizar información que impugna las visiones que intenta defender, a menudo necesitando reflexionar para ello estrategias ensalzadoras, a menos que tenga razones para hacerlo.

Ahora bien, una razón poderosa sería el carácter fáctico de lo presentado como información. En ámbitos de la academia se le conoce como criterio de dificultad, al asumir que la presencia de que esos materiales generan incomodidad incluso para los autores. Semejante designación, focaliza la atención en la subjetividad de los autores como si lo esencial fuese su reacción personal –de inquietud o incomodidad– a la existencia de ciertos datos, que pueden ser presentados como embarazosos.

Ahora bien, con independencia de la cuestión subjetiva de si los autores experimentan ese material como perturbador o no, el aspecto crucial estriba en el hecho de que ese tipo de contenido no coincide con sus posiciones o tendencias, sino que resulta incompatible con ellas. De ahí que a esa herramienta algunos prefieran llamarla material contradiscursivo, en tanto que se trata de un conjunto de datos que impugnan los enunciados principales del texto de un autor. Solo en la medida en que ello es así –y en que fue percibido de ese modo–, tal material pudo llegar a adquirir un carácter “embarazoso”.

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Este procedimiento se emplea en varios ámbitos de la vida, incluida obviamente la política. Los materiales contradiscursivos ayudan e incluso obligan a pensar, analizar, a meter la cabeza dentro del freezer, a dudar, a las incertidumbres que llevan a construir una mejor idea, conceptualización y núcleos y líneas discursivas. También son útiles a la hora de entrenamiento para lidiar con los medios de comunicación y sus sesgos, ni que decir al momento una controversia o crisis.

La política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, nos invita a pensar fuera de la caja. Nos desafía a tener y sostener planteamientos disruptivos. El objetivo es el que venimos sosteniendo en este espacio desde siempre: elevar la calidad de la política y profesionalizarla cada día más. Ese será el mejor aporte que podremos hacer quienes nos dedicamos a este hermoso y muy particular ecosistema. La consecuencia natural será que electorado aprenderá a diferenciar a los políticos que realmente buscan el beneficio comunitario y a los otros. A los que usted, querido lector, ya conoce de sobremanera.

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