• Por Pepa Kostianovsky

Quienes alguna vez pasa­mos por la función pública, especialmente en car­gos electivos, conocemos penosamente las frustra­ciones burocráticas que sufren casi todas las buenas intenciones que traíamos, en muchos casos honesta­mente, en nuestras plata­formas y discursos de cam­paña.

Conocedores de las falen­cias y carencias que se dan entre los servicios que debe recibir el ciudadano, por lo general, los enumeramos temerariamente en nuestro trajinar proselitista, asu­miendo el compromiso de trabajar para resolver pro­blemas que a todas luces son inaceptables, y que a veces a primera vista y otras des­pués de haber hecho cui­dadosas investigaciones de las causas, y pensando a veces que las soluciones lucen sencillas, y otras un poco más complejas, pero convencidos de que seremos capaces de plantear solu­ciones, métodos, acciones concretas, que serán bien recibidos e implementadas con prolijidad y apoyo ciu­dadano.

Pero, hete aquí, que con lo primero que nos encontra­mos es con la reticencia de sectores, que también tie­nen poder político, y que no tienen el menor interés que acabar con el problema. En muchos casos, porque “había sido que el tal pro­blema era su negocio”. Y es entonces cuando nos sor­prendemos con las dificul­tades del sistema burocrá­tico perverso que aqueja a la tarea pública. Y no es ni autóctono, ni exclusivo, ni nacional. Está inserto en los más altos niveles de decisión internacional. Y afecta, por ejemplo, a cues­tiones como la contamina­ción ambiental, que grandes organismos nos presentan como el fin de la vida en el planeta.

Y otros nos dicen que es el negocio de los “oenegeros” y que lo que necesitamos es producir, producir y produ­cir, aunque sea chupetes de fentanilo para que los bebés nos dejen dormir tranqui­los.

Yo soy de las que pien­san que ni un extremo, ni el otro son soluciones. La población del planeta, al que hay que cuidarlo, necesita producir, necesita capaci­tarse, necesita asumir una realidad consciente sobre el sentido y la dimensión de la familia. Y necesita vivir dignamente. Y cuando más pronto se obtengan logros en la difusión de acceso a esa vida digna, más posibilidad tendremos de no terminar comiéndonos los unos a los otros.

Está claro que, así como debemos integrarnos a un todo universal y tolerante, lo que necesitamos particu­larmente es poner la casa en orden. No podemos seguir siendo un país que, con la generosidad de sus recursos naturales, sigamos mante­niendo niveles de pobreza, analfabetismo funcional, vergonzosa salud pública y hasta hambre.

El presidente Santiago Peña ha mantenido desde su lanzamiento como figura pública una plena concien­cia de que tenemos que sacar al país de esos estándares, y está convencido de que la clave es la creación de fuen­tes de trabajo. Tiene razón, el desempleo es la raíz de todas las miserias. Pero también, entiende que hay situaciones de urgencia, como la deficiencia en los servicios de salud, educa­ción, y alimentaria.

Y, obviamente, y a pesar de su alto cargo, es obvio que se ha encontrado con más de un escollo para respon­der a esas prioridades. Así como, por un lado, ha con­seguido créditos y presu­puesto para construir nue­vos hospitales y centros de salud, no ha logrado acabar con el estigma de la falta de medicamentos y perso­nal de salud. A quienes lle­gan asfixiándose a un fla­mante hospital, de nada le sirve tanto azulejo si no hay oxígeno, la UTI no fun­ciona porque no pintaron la rampa, y el bebé se les muere porque el pediatra se retiró antes porque “sábado ya es, no ha de venir más nadie”.

Del tema Hambre Cero no voy a discutir, porque sé que está funcionando muy bien al menos en un 80 %, y un agregado importantísimo, ha creado puestos de trabajo formales, con acceso a IPS a 17.250 personas. Casi todas mujeres, que probable­mente tengan hijos o padres ancianos, y con ello se tri­plica el número de benefi­ciarios. Alguien dirá que eso es poco, pues yo les puedo asegurar que es muchí­simo. Falta solamente espe­rar que IPS funcione como es debido. ¡Es un golazo de Santi Peña! ¿Sabe por qué, señor presidente? Porque lo hizo aquí, en el mismísimo corazón de la gente. Alivió justito la herida que más le duele al ciudadano. El pro­blema más visible. Y al que usted no puede dejar fuera de su estricto control, cada día, en cada momento.

Etiquetas: #golazo de Santi

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