- Por Aníbal Saucedo Rodas
- (Aspirante a socio del Centro Pilarense de Asunción con sede en Ñemby)
Supongo que se trata de una estrategia de infiltración. Para debilitar desde adentro a oligarcas, terratenientes y expoliadores de las clases proletarias, quienes adquirieron o aumentaron sus fortunas por el infalible mecanismo de la plusvalía, entiéndase lo que dejan de pagarles a obreros, jornaleros y campesinos por el valor real de su trabajo. Esa es la primera explicación que se me ocurrió ante la publicación de que la camarada y diputada por el Partido País Solidario (PPS), de orientación ideológica socialista, Johanna Paola Ortega, forma parte de la cofradía de los elegidos: el Centenario. Condición adquirida a través de su esposo.
Es lo que dicen. La otra justificación posible es que, con su incorporación al club de los exclusivos y excluyentes, quiere demostrar que Marx estaba equivocado: que la realidad social no condiciona la conciencia de los hombres. Lo que tampoco deja de sorprender es que, a pesar de su proclamado discurso progresista, fue una de las primeras firmantes para que sea rechazada la solicitud de incorporación al mausoleo que está sobre la avenida Mariscal López de una militante del Partido Nacional Republicano y activa navegante de las redes sociales: Roció Villalba. Avivó el fuego de la campaña el diario Abc Color, con un tono amarillo que lo distancia de sus días de gloria, especialmente entre 1979 y su cierre el 22 de marzo 1984, bajo la estricta orden superior del dictador Alfredo Stroessner, un antiguo amigo y habitué de esa casa.
La otra vocera de la inquisición es la senadora del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) Celeste Amarilla. Sospecho que, por el protagonismo que asumió en este asunto, fue una de las proponentes para que “doscientos socios” forzaran la bolilla negra para “La Negra”. Así que, repentinamente, el Centenario se inundó de los nuevos custodios del Santo Grial y celosos guardianes del Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Es probable que se hayan tomado muy a pecho lo que escribió el apóstol Pablo en 2 Corintios 10.30: “Vivimos en este mundo, pero no actuamos como todo el mundo”. De modo que pueden tirar la primera piedra. A lo jacobino. Como una isla donde pudieron permanecer inmunes a las asechanzas de ladrones, avaros, fornicarios, adúlteros, concupiscentes, pederastas, pedófilos, dipsómanos y maldicientes. A todos nos gustaría vivir en la tierra sin mal. En la verdadera, donde el ingreso es por fe y por gracia, y no por obras. Y como ocurre en todas partes donde hay asentamientos humanos, conozco excelentes personas –algunas amigas y otras conocidas– del club donde alguna vez Sabino Augusto Montanaro, el ministro del terror, fue vicepresidente.
El argumento de la señora Celeste Amarilla no es convincente: “Es un derecho que tenemos los socios, son las reglas de juego (oponerse al ingreso de algún potencial socio o socia). La gente le tiene miedo a Rocío ‘La Negra’, que vos estés en el club y que ella te grite cualquier cosa tipo balneario” (sic). Digo que no es convincente porque la senadora tiene para responder un repertorio que sonrojaría a la más deslenguada de las pacotilleras. Aquel memorable 1 de mayo de 2022, en un intercambio poético con otra activista del Partido Colorado, escribió los siguientes versos modernistas: “Perra cartista andá a retirar los restos del asado de hoy de la casa de tu dueño. Te dejaron una bolsa en el portón de atrás (…). Yo no como asado, perra. Disfrutá tus sobras”. Su contendiente le envía la siguiente respuesta: “Tenés razón, las monas no comen asado, te llevo una docena de bananas al Congreso”. “Tampoco como bananas –replica la legisladora– y no vas a poder llegar a mi oficina si yo no autorizo. La entrada de bandas y valles solo autoriza la bancada de HC (Honor Colorado), tratá con ellos (…). Vos sos del pueblito, yo diputada (ahora senadora)”. ¡Qué nivel!
El compositor y periodista Augusto Barreto escribió en X el 2 de enero de este año, a las 20:41: “No es justo que le nieguen a la Negra Roció ser socia del Cente. En la época de Stroessner había cada aparato que era socio. Y nadie abría la boca”. Hasta aquí la transcripción textual, porque el resto, que pretendió ser sarcástico, resultó ofensivo y de pésimo gusto. Horas después, ya de madrugada, le respondió la senadora Amarilla: “El problema no es ideológico ni moral, tampoco tiene que ver con HC, el problema es…sabes nio augusto cual es el problema (sic)”.
Barreto nunca desentrañó el misterio. De todas maneras, igual que en la sociedad en general, igual que en los clubes sociales, igual que en todos los partidos políticos, también dentro del PLRA se conjugan los buenos, los regulares, los malos, los absolutamente impresentables y aquellos integrantes residuales de la oligarquía petulante con sus “ribetes de ‘sangre azul’, su apolillada ‘nobleza’ y su absurda suficiencia ‘aristocrática’” (Epifanio Méndez Fleitas). De mi parte, y como incondicional seguidor de Marx (Groucho), solo me resta decir: “Nunca pertenecería a un club que admitiera como miembro a alguien como yo”. Buen provecho.