• Por Víctor Pavón (*)

La izquierda o lo que es lo mismo el socialismo insiste en la equidad tributaria mediante la implementación de más impuestos para redistribuir riqueza.

La equidad a la que se refieren, sin embargo, está basada en la fuerza de la ley que es impuesta a través de la fuerza a unos para sacarles dinero y así disponer para otros.

Desde el vamos la izquierda se equivoca porque nada tiene de justicia ni de eficiente sacar al que tiene más para repartirlo a otros mediante la coerción, un eufemismo que significa que unos pocos se quedarán con la mejor parte del dinero a redistribuir (y sabemos quiénes son los que se quedan con la mejor parte).

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A la izquierda le encanta el Estado. Parten de una falacia al afirmar que el Estado crea riqueza. De ninguna manera, el Estado no crea riqueza alguna, sino más bien pone frenos y hasta impide la formación del ahorro y la inversión, factores estos últimos forjadores de la genuina riqueza.

El sector estatal no hace inversiones y no lo puede hacer porque no tiene capital forjado por el ahorro previo. Pero a la izquierda no le interesa eso. Dejan de lado el efecto de la tributación sobre la acción humana como si los impuestos fueran benignos para la economía.

Les tiene sin cuidado todo aquello porque después de todo hipotecan a las generaciones futuras (endeudamiento) aumentan y crean nuevos tributos hasta llegar a aquello de que no es tan malo un “poco” de inflación.

Sumado a ello –que ya es suficiente– está el denominado peso muerto de los impuestos, esto es, lo que inevitablemente se deja de producir a causa de la administración costosa, ineficiente y corrupta que incentiva a los grupos de presión.

En Paraguay el peso estatal empieza a ser insoportable. Un millón de personas del sector formal mantienen con sus impuestos las calles, la seguridad, la salud, la educación, etc. –por cierto sin contraprestación– y sobre los cuales cualquier “reforma” impositiva cae sobre los que que ya pagan suficientes tributos. ¡Y esto sí que es una injusticia!

Los colectivistas de la izquierda disfrazados de buenas intenciones tiran con fuerza hacia sus intereses y privilegios para disponer de los recursos producidos por productores, emprendedores, individuos y empresas.

Si contamos con un Estado, pues entonces el sistema tributario debe ser sencillo con tasas de no más del 10 por ciento. Los tributos en general no deben superar la cantidad de los dedos de una sola mano y mejor si es un solo impuesto, como vengo sosteniendo desde hace tiempo. Los impuestos son una herramienta para destruir la vida de la gente, de su libertad y propiedad.

El modo moral y eficiente de crear y distribuir riqueza proviene del mercado, esto es, las personas que sin usar la fuerza cooperan mediante la división del trabajo en el orden de la cooperación social de la libertad.

(*) Presidente del Centro de Estudios Sociales (CES). Miembro del Foro de Madrid. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la libertad y la República”.

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