• Por Felipe Goroso S.
  • Columnista político

En política se puede tener disensos. Es saludable. Tanto como lo son el diálogo y el debate franco. Para algunos novatos estos pueden parecer una pérdida de tiempo. Intentan reemplazar sus problemas de liderazgo con imposición pura y dura, no funciona así. Los procesos que conducen a las mejores decisiones se hacen por la vía del diálogo y desde la construcción de consensos y mayorías. Basta revisar la historia tanto paraguaya como mundial.

Es sabido que el planteado no es el camino más sencillo. Se pueden notar las diferencias por la forma en la que los diferentes actores abordan las distintas circunstancias o coyunturas. Pero eso es lo obvio; y aunque estemos en tiempos ciertamente difusos en los cuales hay que subrayar las obviedades, con la excepción del pequeño anillo con el cual disfruto intercambiar pareceres y miradas sobre la política paraguaya voy a seguir optando por guardármelas para ese círculo íntimo, al menos por ahora. Luego de esta breve, cuasiaccidental, pero a la vez oportuna ramificación, volvamos al principio.

La ruta de dividir al oficialismo puede verla a simple vista un astronauta sentado en uno de los cráteres lunares. Pero ese en sí mismo no debería de significar inconveniente alguno, finalmente es lo previsible. El Partido Colorado tiene la suficiente experiencia y templanza para administrar estos asuntos. De hecho, es una de las características de los colorados. Blindarse a la despiadada crítica externa y la suficiente prudencia y habilidad para gerenciar los disensos internos.

El punto cobra relevancia cuando no se poseen estos talentos, creatividad y encima se cree ser un jugador excepcional cuando que se llegó a primera por obra y gracia del Espíritu Santo. Entonces creen que pueden, solo por graficar el concepto, invitar al lecho e intimar con boas constrictoras. Los eternos enemigos del modelo que algunos propugnamos y defendemos con pasión. Pretender mostrar sorpresa porque tirotean y boicotean al modelo, apenas un día después de haber tenido una charla en grado de secreto de confesión y que las serpientes hayan aparentemente jugado a favor de uno, es por decir lo menos, bastante inocente.

Por eso no hay mejor estrategia que la unidad. De esa manera quedarán en evidencia aquellos que están por conveniencia crematística y los que están por convicción. Los primeros quedarán en la banquina y los segundos persistirán en el norte claro: que las familias paraguayas vean llegar sus mejores días. Es tiempo de fortalecer los lazos, de individualizar y de separar a los egoísmos sectoriales e individuales. La política es un deporte de equipo.

Es tiempo de profundizar en nuestro modelo y en los hombres que lo embanderan desde siempre. Es la carta de navegación que ya nos ha conducido por avatares difíciles y en las horas más oscuras cuando arreciaba la tormenta, indicándonos el rumbo correcto hacia aguas tranquilas y puerto seguro. De eso se trata la política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a.as.

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