Dentro del contexto de las entidades financieras, crecer en pasivo, es decir, en depósitos de los clientes, resulta a veces complicado, derivado de la creciente competitividad principalmente cuando se observan coyunturas desfavorables dentro del mercado afectando a los niveles de facturaciones de las empresas, lo cual hace que la liquidez disminuya.

En contrapartida, incrementar los niveles del activo no resulta muy difícil dado que siempre habrá clientes dispuestos a obtener préstamos si se rebajan los criterios de asunción de riesgos y los objetivos de rentabilidad.

Crecer con un activo rentable y de calidad no es fácil. Aumentar los desembolsos de préstamos a los clientes sin que en ocasiones se dispare la morosidad y con una rentabilidad encuadrada dentro de los márgenes esperados por la entidad requiere de profesionalismo y un seguimiento/monitoreo constante del comportamiento de la cartera de créditos.

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Las incidencias habituales que suelen acontecer en estas entidades muchas veces vienen provocadas por descuidos en la aplicación de su política crediticia, afectando tanto a su concesión como al proceso de seguimiento durante el periodo de vida de los préstamos.

Los riesgos casi nunca llegan por sorpresa, sino que nos avisa a través de diferentes síntomas, actitudes y acontecimientos.

Un constante monitoreo no solo permite controlar y velar por el buen fin de los créditos concedidos, sino también nos da la posibilidad de incrementar la rentabilidad en el conjunto relacional entre las entidades financieras y los clientes.

Permiten detectar nuevas oportunidades de negocios. El análisis de riesgo crediticio deberá basarse en todos los factores que rodean a la empresa. Un seguimiento eficaz deberá centrarse en la totalidad de la operativa de la misma, contrastándose con sus movimientos y visitas periódicas a sus instalaciones, pues muchas veces nos limitamos a meros contactos telefónicos o trabajos “de gabinete” que son de importancia secundaria.

Allí radica la importancia que estas instituciones tengan bien estructurado su departamento de análisis y evaluación de riesgos de créditos, y que los trabajos puedan desarrollarse en forma profesional, puesto que se dan casos en que por la necesidad de captar negocios, se aprueban solicitudes cuyas relaciones de ingresos-egresos no permitirían a simple vista un repago regular de las cuotas del capital e intereses a sus vencimientos y luego vienen las moras indeseadas, lo cual es evitable, siempre y cuando se haya hecho en tiempo y forma una correcta evaluación crediticia antes de que el comité aprobara el desembolso del préstamo. (Esto último ocurre con mayor frecuencia con los créditos de consumo y tarjetas de crédito).

Para calcular la capacidad de repago de un crédito otorgado es importante que, en caso que el desembolso se realice a una persona jurídica facilite un plan financiero o de inversiones, en el que se especifiquen las previsiones de ventas, compras, gastos generales y recursos generados (cash flow).

En definitiva, se trata de conocer la viabilidad futura de la misma basada en datos provisionales y flujos de caja, que reflejarán su capacidad para atender las obligaciones futuras.

Se dan casos en que seguimos dándole una mayor ponderación a los aspectos cuantitativos, cuando que en realidad debería haber un razonable equilibrio con lo cualitativo, ¿ya que de qué vale que una empresa X nos muestre bonitas cifras dentro de su balance de situación y cuadro de resultados además de ratios económico-financieros si en contrapartida no cuentan con la estructura gerencial deseada que nos muestren la experiencia necesaria y conocimiento del ramo explotado?

Los balances y proyecciones son herramientas tradicionales, pero no forman solos la estructura básica para el juicio crediticio. Un buen hombre de créditos con poder de decisión deberá estar siempre preparado para hacer una contraoferta si la propuesta original del prestatario no encuadra, por alguna razón, dentro del standard crediticio aceptable y que pueda potencialmente convertirse en un riesgo superior al nivel normal en función al segmento de negocio/mercado explotado por el cliente.

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