• Por Aníbal Saucedo Rodas
  • Periodista, docente y político

Dispénsenme si abuso de las citas que fundamentan la raigambre popular en el pensamiento de los más destacados intelectuales del Partido Nacional Republicano. De su adhesión histórica a la causa de los marginados y postergados sociales: mujeres, obreros y campesinos. Y cabe aquí mencionar ese largo paréntesis que se inició en 1954, pero más específicamente entre 1958-1959, cuando esta asociación política fue vaciada de su contenido ideológico y programático para desviarse hacia el sinuoso camino del poder concentrado en una sola persona. Y, paradójicamente, fueron sus víctimas propiciatorias, para enviar mensajes de ejemplo, los sectores que constituyeron la razón esencial para su fundación como institución partidaria.

Y de esa torcedura no ha logrado enderezarse en este largo periodo de transitar democrático que ya lleva 35 años. Escribía, entonces, allá por el 2007: “Es importante estimular el recuerdo de lo que hemos sido. Pero no para el simple goce de un pasado glorioso, sino para recobrar el vínculo con nuestra raíz ideológica y constituirnos nuevamente en el partido de la redención social de las clases populares”. Ese divorcio, en el discurso y en la acción, sigue vigente. Más allá del recordatorio de Epifanio Méndez Fleitas: “A los campesinos y a los obreros el Partido Colorado les debe todo, moral y materialmente”. Grito que reaviva Osvaldo Chaves en la Convención del 1 de abril de 1989 (a dos meses de la caída de la dictadura): “Tenemos que recuperar la veta social del coloradismo”.

Fue Ignacio A. Pane, según sus propias confesiones, quien “en la primera prueba para obtener el instrumento de trabajo del diploma académico, en 1901, me declaré feminista. He aquí una linda lección al que quiera exigirme que sea obrero gremial para hablar de asuntos obreros, por cuanto nos enseña que se puede ser obrerista sin ser obrero, como feminista sin ser mujer”. En 1911, durante su campaña para ocupar una banca en la Cámara de Diputados, presenta un amplio “programa social”, destacándose “el derecho electoral activo y pasivo de la mujer”, así como “el estudio académico del guaraní” y la “mejora legal de la condición de los hijos ilegítimos”. Pero fue otro republicano quien materializó el proyecto de Pane, en 1919, el también diputado Telémaco Silvera, al plantear el reconocimiento de los derechos políticos de la mujer.

Bajo el título genérico de “La cuestión social”, Ignacio A. Pane (aunque sin su firma) publica una serie de artículos en el diario La Tarde, en el mes de agosto de 1905: “La clase obrera”, “Proletariado campesino” y “El yerbatero”, entre otros. Y lanza sus latigazos de motivación, casi con las mismas palabras que utilizaría en su conferencia del 31 de diciembre de 1916: “La fuerza de los obreros, de los pobres, de los campesinos es la verdadera fuerza en el régimen democrático. Los pobres, obreros y campesinos constituyen la mayoría numérica. Únanse, pues, en sociedades o en convenciones políticas, para imponer presidentes, diputados y senadores que satisfagan sus necesidades económicas y sus aspiraciones políticas”.

Meses después, en 1906, expone su “Credo político” al ingresar a las filas del Partido Nacional Republicano. En su disputa con los propietarios de comercios por su proyecto de ley de las ocho horas laborales, responde a sus detractores: “Los capitalistas o patrones codiciosos o explotadores deben culparme a mí y no a sus empleados, a quienes no conozco siquiera. Eso sí, si sé de algún patrón que creyendo que un empleado suyo en connivencia conmigo, en la alucinación de su codicia, le expulse o le perjudique de otro modo, el más infeliz perjudicado me tiene a sus órdenes como legislador y abogado”.

Las polémicas, de las verdaderas, sobre la cuestión obrera, tenían al Congreso de la Nación como su mejor escenario. En agosto de 1917, el diputado Ricardito Brugada refutaba a sus colegas del liberalismo radical argumentando que “la ley del descanso dominical la promulgó el presidente colorado D. Héctor Carvallo el 7 de noviembre de 1902 (véase Registro Oficial, página 469)”. Y que mediante senadores republicanos tal derecho se extendió a toda la República.

En una carta dirigida a su hermano Rodolfo, en 1915, se reafirma en su vocación solidaria: “Procura siempre ser útil a tus semejantes, especialmente a los pobres, a los obreros, que son los más dignos de toda protección, y para hacer un favor no te fijes jamás en la filiación política del que te lo pide”. En esa misma línea, Juan León Mallorquín fue de los primeros en proponer como “sujeto preferencial de las expropiaciones al proletario campesino”; en tanto que el ya mencionado Silvera formulaba la necesidad de crear el Ministerio de Obras Públicas y del Proletariado. Hoy, más que nunca, hay que volver a las raíces. Eso nomás quería decir. Buen provecho.

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