• Por Víctor Pavón

La extraterritorialidad de las leyes de los Estados es una ins­titución actualísima del dere­cho internacional. Es un tema de fondo no aplicable para los tibios y serviles. Es un tema que atañe a los patriotas para salvaguardar sus libertades.

Desde el mismo momento que el señor Horacio Cartes y la empresa Tabesa o cual­quier otro son afectados por la extraterritorialidad de la ley estamos ante una cuestión que incumbe al Paraguay, por tanto, un tema de soberanía nacional.

La extraterritorialidad de las normativas de un país extran­jero suplantan a las de otros países involucrados deján­dose de lado el concepto de la soberanía por el cual un pueblo aprueba sus propias normati­vas internas para garantizar la libertad, la seguridad y la jus­ticia de sus habitantes.

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La ley Magnitsky Global de los Estados Unidos impone sanciones a quienes cometan abusos de derechos huma­nos o participen en actos de corrupción y afecten su sis­tema financiero, por cierto, una normativa laxa dispuesta por la propia administración del gobierno de turno donde ni siquiera caben los tribuna­les. La extraterritorialidad se convierte de ese modo en una herramienta de extorsión del país con mayor capacidad económica y desarrollo para hacer lugar a la intromisión en los asuntos internos de otros Estados.

La ley Magnitsky parece ser benigna para la libertad y la propiedad no es así. Es una amenaza para nuestras liber­tades aunque no sea nuestra ley, porque el Estado como tal es una organización política que vela por sus intereses.

La ley Magnitsky, igualmente, es una creación del partido Demócrata de los Estados Unidos aprobada durante el gobierno de Barak Obama. La izquierda es más proclive al uso de la discrecionalidad de los gobiernos, pero de esto no hay garantía alguna de que también la derecha pueda proceder del mismo modo. De hecho y en esencia, uno de los Padres Fundadores de la gran nación norteamericana, Tho­mas Jefferson, afirmó con abso­luta certeza que el precio de la libertad es la eterna vigilancia.

¿Vigilantes de qué y de quién? Del Estado y de todos aquellos funcionarios que ingresados al poder de los gobiernos se sien­ten tentados por alzarse con más poder ya sea arrebatando el dinero de los contribuyen­tes mediante más impuestos o directamente haciendo uso del poder de coerción para ir más de las fronteras de un país para perseguir a otros en terri­torios fuera de su ámbito juris­diccional.

Es cierto que hoy los delitos y crímenes se volvieron trans­nacionales, pero ello no signi­fica abdicar de nuestra sobe­ranía expresada en nuestras leyes nacionales. La Constitu­ción del Paraguay es la que nos rige y los tratados internacio­nales se encuentran por debajo de la ley fundamental en una prelación que muchos aquí en Paraguay prefieren otor­garle supremacía para que un gobierno extranjero nos dicte sus intenciones e intereses.

Los patriotas de este país debemos estar alertas ante este tipo de normativas esta­tales. Concentran el poder del Estado. El Paraguay es libre e independiente y sus habitan­tes ciudadanos y no una colo­nia donde sus pobladores son dependientes de una lejana metrópoli.

(*) Presidente del Centro de Estudios Sociales (CES). Miembro del Foro de Madrid. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”: “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universita­ria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.

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