- Por Víctor Pavón (*)
Una democracia sin libertad económica es la antesala de quebrantos en una sociedad que terminará por establecer nuevas formas de autoritarismo que se parecen demasiado a una tiranía. Si la democracia no deja que las personas colaboren en el orden social de la libertad económica para comprar, vender, producir y comercializar garantizando la propiedad privada, los ahorros y la inversión privada, se reemplaza a la iniciativa privada por el Estado, ergo los políticos y burócratas son los hacedores de la vida de las personas.
La democracia que solo se consolida como una forma instrumental en el formalismo para celebrar elecciones carece de sustento. Más importante es la libertad económica, pues esta contiene las virtudes propias de la misma libertad política.
Ampliar la cooperación social para ahorrar e invertir con bajos impuestos y burocracias es la forma de hacer valer la libertad sin cortapisas, puesto que la libertad es una sola e indivisible.
Se podrá hacer uso del sufragio votando con todos los rigores de las campañas electorales, pero de nada servirán si el individuo no está protegido por el gobierno que a través del Estado cada vez más grande, costoso e inútil que ni tan siquiera calles y plazas puede mantener al servicio de la gente, por decir lo menos.
Si la iniciativa empresarial de producir, intercambiar, vender y comprar mediante la garantía de la propiedad privada se ve mermada por “autorizaciones” gubernamentales, entonces la misma libertad está bajo vigilancia.
El problema es que si la la libertad se encuentra regimentada bajo controles de vigilancia donde el Estado es superior al hombre libre y ciudadano, el resultado de ello es que no estamos en una democracia constitucional donde rige el imperio de la ley. No rige la supremacía de la Constitución basada en la justicia y la igualdad ante la ley. Esta es la razón por la que aún no podemos lograr el grado de inversión para atraer todavía más inversiones al país.
En el presente año deben iniciarse las reformas para lograr el gran salto como dice el presidente Santiago Peña. Todavía estamos a tiempo para ello, luego será tarde. Para ello debemos avanzar con señales claras hacia las reformas en la previsional, el sector eléctrico y el sector laboral, así como de hecho se pretende con la ley del servicio civil remitida por el actual Ejecutivo al Congreso.
Cortar la interminable tela de la corrupción tiene sus costos; no obstante, si no se inicia ahora, los costos aumentarán y como siempre los paga el contribuyente. A diferencia de lo que se dice que Paraguay puede desarrollarse solo con democracia, la realidad es que debemos dejar que la iniciativa y la creatividad de los emprendedores se fortalezcan todavía más, disminuir los impuestos, garantizar la propiedad y la seguridad desburocratizando el sector estatal al mínimo. La democracia sin libertad económica no sirve para nada.
(*) Presidente del Centro de Estudios Sociales (CES). Miembro del Foro de Madrid. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”: “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.
Ampliar la cooperación social para ahorrar e invertir con bajos impuestos y burocracias es la forma de hacer valer la libertad sin cortapisas, puesto que la libertad es una sola e indivisible.
Si la iniciativa empresarial de producir, intercambiar, vender y comprar mediante la garantía de la propiedad privada se ve mermada por “autorizaciones” gubernamentales, entonces la misma libertad está bajo vigilancia.