“Duele decirlo, pero hay que decirlo”

Todo buen país, que cuida a su gente, necesita una buena macroeconomía, para que la economía funcione bien (producción, industria, comercio, servicios, ventas y compras con el resto del mundo).

La macroeconomía tiene que ver con los grandes números (crecimiento, inflación, oferta y precio de dólar, reservas internacionales, recaudación de impuestos, superávit o déficit fiscal, deuda pública, emisión de bonos soberanos, calificación riesgo-país) que deben ser positivos, estables, adecuados, bajo control, favorables, en un nivel que sirva a la economía como base para su buen funcionamiento, y con él a la gente, directa e indirectamente, a no toda por igual, ni en el mismo momento, ni de manera permanentemente constante. El funcionamiento de una economía nunca es perfecto y está sujeto a buenas y malas condiciones internas y externas, en no pocos casos incontrolables e imprevistos. Y ello se refleja en cómo afecta a la gente. No existe salud económica sin buena macroeconomía. Los psiquiátricos del mundo están repletos de presidentes, ministros, políticos, economistas y periodistas que fueron contra esta regla de oro. “No me importa la macroeconomía, solo el bienestar de mi gente”, dijeron los lunáticos. La escupieron, por razones ideológicas, como la izquierda alocada o subdesarrollada o desubicada o deformada o fiestera, pero no toda la izquierda; y la derecha populista, autoritaria, arbitraria y mesiánica. En los psiquiátricos se entienden. Argentina es un buen ejemplo de desprecio histórico a una buena macroeconomía, “porque cuesta mucho conseguirla y mantenerla, y lo nuestro es cuidar a la gente para los juegos electorales de poder”.

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En las escuelas de economía del mundo hay un dicho muy elocuente con una verdad contundente: “Para una sana economía con gente que la pase bien cuando las primaveras o que no la pase muy mal cuando los inviernos, tener una buena macroeconomía es necesaria –imprescindible– pero no suficiente. Es la base o el piso o el pilar, pero no es suficiente para que sus grandes números mejoren –automáticamente– realmente de manera importante y visible el bolsillo, el estómago, la casa, la familia, la vida de Juan Pueblo y Doña Juliana María. No es automático el traspaso de lo bueno de lo macro al bolsillo y estómago de Juan Pueblo. Porque lleva su tiempo en pisar tierra. Porque insuficiente quiere decir que hay que sumar a lo macro todo lo que tenga que ver con el empleo (digno, seguro y progresivamente mejor) y el subempleo (cobertura especial), el salario (el mínimo y el inferior), la informalidad, la economía “negra” (profunda y extensa), y los ingresos en general, las puertas abiertas para el primer empleo y las oportunidades de trabajo para el que lo busca y con capacidades bien desarrolladas, el acceso a la vivienda con todos los servicios públicos funcionando a full en cantidad y calidad, la protección social (salud y jubilación), la seguridad ciudadana, los beneficios de una educación de primera, que no quiere decir de lujo, el sistema de transporte público (de personas, no de ganado), el combate a la corrupción y el castigo a la impunidad. La macro es la base para poner todo ello y más. Con una economía con sus grandes números debilitados o desestabilizados o inestables todo lo anteriormente listado se construye peor o se agrieta o empeora como derrumbe. Paraguay conquistó su buena macroeconomía con Dionisio Borda (2003-2005) al inicio del gobierno de Nicanor Duarte Frutos, creando su escuelita para que de ahí en más todos cuidaran tal conquista. Y volvió en el 2008-2012 al Ministerio de Hacienda reforzando lo anteriormente hecho. Borda siempre ponderó el valor de la macroeconomía paraguaya, celoso de aquello que lo pudiera resquebrajar. Incluso cuando el lanzamiento de sus memorias un tiempo atrás cuando la presentación del libro. Pero fue claro en lo “necesario pero insuficiente” (de la macroeconomía) y en la imperiosa necesidad de otras oleadas de reformas fundamentales y urgentes para muchos de los desafíos en áreas que mencioné más arriba, para desarrollarnos, entiéndase en pocas palabras: cambiar y mejorar prioritariamente la calidad de vida de todos aquellos que no la están pasando bien en plenitud, en especial, los menos favorecidos económica y socialmente.

Los militantes de nuestros medios de comunicación militarizados, hicieron renacer últimamente lo que ya es una expresión común, fruto de intereses creados en sus escenarios de guerra política, más que de su ignorancia, y de ideologías internadas en psiquiátricos: “El gobierno actual se vanagloria de su macroeconomía, que no sirve para nada, porque los precios de la canasta suben y el pueblo pasa hambre” (diario Abc Color). Era el pensamiento de Alan García, Hugo Chávez, y lo es de Nicolás Maduro, Daniel Ortega y varios próceres argentinos en las últimas décadas. Entiendo que directivos y expertos del banco Atlas piensan muy diferente. Pero en una guerra lo primero que se sacrifica es la verdad. Y hablando de verdades, todo lo anterior se transforma en un escenario actual en el que hay que manejar responsablemente los siguientes hechos como realidades puras y percepciones (sensaciones) de contagio: los Juan Pueblo (calle, campo) aún no experimentan el “vamos a estar mejor” en carne propia como se pinta, piensa y quiere, con los buenos números grandes de la macroeconomía como cielo. No todos, pero hay sectores golpeados, empleos precarios, ingresos bajos. Sin desgracias peores con respecto al ayer, sin fiestas y festejos generosos por días brillantes. Esperan más, necesitan más. Ahora, no mañana. Los buenos logros económicos del Gobierno y su mayor poder deben pisar tierra. El “vamos a estar mejor” tiene que abrazar a la gente con real y constante mejoramiento en su calidad de vida, en la calle y en el campo, en el bolsillo y en el estómago. No porque estemos desgraciados, pero no estamos contentos. Juan Pueblo mira con buenos ojos los logros del Gobierno, pero no los siente de igual manera en carne propia. Y es responsabilidad del Gobierno entender, respetar, y enfrentar esta suerte de divorcio. Podría decir que hay un “reclamo generalizado” por un mejor bienestar, al amparo de los grandes números positivos de la macroeconomía. No se cuán generalizada es la inquietud. Pero los reclamos no son pocos.

Datos del Banco Central del Paraguay (BCP) (Informe Índice de Confianza del Consumidor, ICC, abril de 2024) indican claramente que ha venido disminuyendo el nivel de confianza del consumidor, desde octubre de 2023 su punto más alto, o desde enero de 2024 cuando volvió por última vez a mejorar. En abril de volvió a puntajes de confianza inferiores a lo dados en julio de 2023. Y el nivel global de confianza del consumidor podría haber caído aún más de no ser por el hecho favorable de la tremenda expectativa positiva que la gente tiene en cuando a la posibilidad de mejorar su situación económica. El futuro se impone sobre el presente. A la pregunta personal: ¿Cree Ud. que su situación económica está mejor, igual o peor que hace un año? Respuesta: mejor 18 %/igual 53 %/peor 30 %. En abril de 2023 los resultados fueron: mejor 18 %/igual 48 %/peor 34 %. Pero en octubre de 2023 la consulta indicaba: mejor 22,5 %/igual 51,3 %/peor 26,3 %. Pero mirando el futuro la visión cambia: ¿Cree Ud. que su situación económica mejora, seguirá igual o empeorará dentro de un año? Respuesta: mejorará 52 %/igual 33 %/empeorará 15 %. En octubre de 2023 (top) mejorará 63,3 %/igual 26,5 %/empeorará 10,3 %.

Han habido hechos económicos negativos que claramente han influido en la disminución del nivel de confianza del consumidor, por citar suba en el precio de los combustibles, encarecimiento de la canasta familiar de alimentos (vegetales en especial), un dólar más costoso de lo inicialmente esperado, cosecha de soja positiva en volumen, pero con caída en los rendimientos, costos superiores de producción y precios internacionales en picada -30 %, a lo que se suman problemas para cosechar maíz, y departamentos como San Pedro en muy crítica situación con una prolongadísima sequía, sin olvidar el fuerte bajón en obras públicas, el estancamiento en el comercio fronterizo con Brasil (Ciudad del Este), el deterioro del salario mínimo real, el aumento del desempleo en el primer trimestre de 2024, la falta de circulante en la calle (en parte por la fuerte venta de dólares por parte del BCP en el mercado cambiario, que suaviza la suba en el precio del dólar, pero succiona guaraníes en la plaza). Y finalmente, sin hacer juicio de valor, por favor, pero sí aceptando y respetando el valor de la realidad: ha desaparecido para muchas familias el consumo de productos baratos de la Argentina vía el contrabando. Se dio vuelta la torta en la Argentina. Ahora, lo de allá es caro. Desapareció lo barato. En consecuencia, sin hacer juicio de valor, el ingreso del consumidor se achica y la familia come menos. Sin olvidar que el contrabando, negocio ilegal en un mercado negro, genera “ocupaciones” y “dinero”. Y el encarecimiento de lo argentino justo se da cuando nuestra inflación sube (alimentos). Manejar bien, con prudencia y responsabilidad lo macro, y pulsar cuidadosamente la realidad en la micro, y comunicarle y explicarle clara y directamente a Juan Pueblo las razones de un divorcio en su corta y larga dirección, es función de un bueno gobierno y de un gobierno bueno, con sus equipos. Y dar la cara, permanentemente, dar la cara. Claro, fuera de lo económico, está lo político. Ya no es mi campo, gracias a Dios. La verdad, si es verdad, es verdad. Was gesagt werden muss, muss gesagt werden. Duele decirlo, pero hay que decirlo. DDPHQDPH1885

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