• Por Matías Ordeix
  • Socio del Club de Ejecutivos

En nuestros años de formación académica, con incredulidad e interés, aprendíamos acerca de la democracia como un modelo digno de países donde el respeto de la voluntad popular implicaba un sistema político altamente respetado. La separación de poderes y su equilibrio, sumado al voto de cada ciudadano para participar en la decisión de los gobernantes, sonaba como un modelo ideal.

Es más, en las mejores épocas de la democracia, el presidente de la República y el Parlamento eran elegidos entre los más ilustres, personas con prestigio, educadas y altamente preparadas para las funciones. Pero lastimosamente hoy la democracia está enferma, no solo en nuestro país, sino a nivel global tiende a inficionarse de impensables problemas. Sin embargo, la democracia es el sistema político que en oposición a su principal rival, la dictadura, es siempre preferible sin dudarlo, aunque a veces dudamos.

El Paraguay vivió la euforia de recuperar la democracia posterior a 34 años muy oscuros. Pero hoy padecemos ante un sistema no solo enfermo, en terapia intensiva. Lo peor es un tema cien por ciento paraguayo. Y nosotros debemos resolverlo.

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Nuestro peor cáncer, avanzado en metástasis, es nuestro “honorable” Congreso. En una simple radiografía contamos con las 2 manos los parlamentarios decentes y patriotas. Honestamente, los demás son condenados como corruptos, ignorantes, entre otros epítetos… es nuestra dura realidad. Nos da pena nuestro presidente Sr. Santiago Peña, que en principio creemos es un hombre de bien y que se esfuerza para llevar a Paraguay a otro nivel. Pero el acompañamiento parlamentario que tiene es paupérrimo.

Todas las semanas vemos la demostración vergonzosa de nuestro Parlamento, no solo echa a quienes opinan distinto, blinda a los imputados, sino además impulsa propuestas mamarrachas de ley todo el tiempo. Esta semana nomás surgió la idea de prohibir las criptominerías. Y las empresas internacionales, que invirtieron millones de dólares, qué les van a decir los legisladores, “disculpen, ahora cambiamos de opinión y vamos a hacer una nueva ley”. Qué seguridad les ofrecemos a todas las inversiones que quieran desembarcar en Paraguay, ¿qué señales les damos con estos proyectos?

La volatilidad jurídica, plasmada principalmente en un Parlamento que legisla con base en “propios intereses” (sus bolsillos) es una bomba de tiempo para todo el país. A ver de una vez por todas si dejan, por un minuto, su ignorancia y piensan que si no ofrecemos seguridad jurídica-legal a las inversiones las mismas no llegarán, los trabajos tampoco y el crecimiento menos. Cierto, habrá inversiones más intensivas en mano de obra y otras menos, pero todas pagan impuestos y contribuyen a nuestro país.

Qué poco patriotas que son nuestros parlamentarios, que increíble cuán poco les interesa el verdadero crecimiento de todos como nación. Lo peor, nosotros en su mayoría los hemos elegido y ahí está nuestra democracia en terapia intensiva. No estamos consiguiendo el remedio. No está funcionando la presión empresarial/gremial, menos aún el control cruzado de poderes, el equilibrio que debe existir en una verdadera democracia.

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