• Por Eduardo “Pipo” Dios
  • Columnista

Desde la victoria de Lugo en 2008, en que la oposición pudo construir, vaya a saber por obra y gracia de quién, un proyecto alternativo, aparentemente razona­ble, ya que en el campo demostró que no lo era, no se pudo reprisar ese “milagroso” logro. No sabemos cómo ni por qué ni quiénes fueron los artífices, pero sabemos claramente quiénes no fueron, o no pueden haber sido, siendo que si lo hubieran hecho lo habrían intentado repri­sar y no cambiar de sistema, por este sistema que les ha llevado, como decían los recordados “Compadres”, Álvarez Blanco y Rojas Doria, a andar “por la triste calleja”.

El sistema opositor, que no les ha traído más que derrotas tras derrotas es el de tra­tar de “explotar el resentimiento”. Sabemos que en toda sociedad hay mucha gente que la pasa mal, que sufre, que tiene problemas de toda índole, económicos sobre todo, que no le permiten salir adelante, tener acceso a una buena salud, buena educación, en general, una buena vida. Esto se da en gran parte, claro que sí, por las propias fallas de los gobernantes, sean estas por acción (corrupción) o por omisión (malas políti­cas, malas decisiones, errores), pero una parte también por malas decisiones o elec­ciones propias.

Lo más fácil y cómodo para el que está eno­jado o frustrado por su realidad es encontrar un culpable, en este caso “el gobierno”, o “los políticos”. La estrategia, por así llamarla de la oposición, se basó desde el 2013 en culpar a los políticos, más específicamente a los colo­rados, con el discurso de que “hace 70 años que gobiernan y mira cómo está todo mal”, sin recordar que en sus cinco años al frente estrellaron al país por sus propias torpezas y miserias. Tuvieron su oportunidad de oro y la desaprovecharon con ganas.

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A partir de allí siguieron siempre con la misma cantinela, todo es culpa de los colora­dos, olvidando nuevamente que en el periodo 2018/2023 cogobernaron complaciente y cómodamente con un colorado, que optó por traicionar al partido y al electorado que lo llevó al poder y aliarse con los derrotados. Nuevamente tuvieron la oportunidad de oro de demostrar que sin el coloradismo, y aún más, sin el “demonizado” por ellos, “car­tismo” convertirían al país en el “país de las maravillas”. La volvieron a cagar y 100 veces peor.

Tanto la cagaron que recibieron una paliza histórica, ni siquiera consiguieron dividir en dos el electorado como tradicionalmente pasaba, sino que la mitad de sus votantes “anti” optaron por un anarcodesequilibrado con una troupe de personajes dignos de una historieta bizarra, antes que por Efraín y su pléyade de “salvadores de la sociedad, due­ños de la moral y representantes de la intelectualidad más granada” (ponele...).

Hoy, todavía mareados por el sopapo electo­ral que los relegó a ser una “ruidosa minoría” (les duele pero es la realidad) apoyada por un selecto grupo de los medios más corrom­pidos de la historia del Paraguay, prostitui­dos hasta la médula y sometidos al poder económico de las mafias del narco y arma­tráfico que llenaron los bolsillos del infame Marito y que este se ocupó de repartir con sus aliados políticos y mediáticos, siguen en la misma.

El sistema es destruir y trancar, sin propo­ner nada lógico, simplemente “no a todo”, con la desventaja y la limitación que solo tienen el ruido y el microclima de las redes y sus medios para tratar de dañar.

Manipular a unos cuantos descontentos con el mundo no sirve para torcer la voluntad de una mayoría real en un mundo real. Es solo cuestión de tiempo, es obvio que en 8 meses no se pueden reparar 5 años de barrabasadas y desgobierno, pero vamos por buen camino. El tiempo pone las cosas en su lugar. Siempre.

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