EL PODER DE LA CONCIENCIA

Aunque no es un término muy científico, la palabra locura –que es la falta de juicio o del uso de la razón– es la que caracteriza los tiempos actuales. Nadie se salva, desde los poderosos hasta el más humilde.

Hasta el siglo XIX, a los que tenían problemas mentales y eran violentos se les encerraba y hasta encadenaba. Hoy, sin embargo, viven libres y cometen grandes atrocidades. Claros ejemplos son los líderes del conflicto Ucrania-Rusia. Putin dice defender a su país al igual que Zelenski, y en lugar de buscar la paz, masacran a sus propios ciudadanos. Los muy civilizados europeos “debaten” y “se preocupan”, mientras la escalada militar sube de tono hacia el color nuclear.

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Otra locura es Gaza, donde Israel se empeña en matar hasta la última cucaracha con tal de demostrar al mundo que tienen derecho a subsistir. Con la excusa de acabar con los terroristas de Hamás, ya mataron a miles de inocentes. Ahora Irán encontró la excusa perfecta para inmiscuirse en la lucha y de paso poner en jaque a Israel y a EE. UU.

El otro loco peligroso es el líder de Corea del Norte que se pasa disparando sus cohetes como si fueran juguetes, poniendo en alerta constante a Corea del Sur y Japón, los cuales hartos de esos juegos están cambiando su política de paz hacia otra más defensiva.

Ni hablar de Xi Jinping, quien no deja de hostigar a Taiwán y espera el momento adecuado para actuar. Todo parece muy lejano, pero no es así ya que silenciosamente, por poco China continental no establece una base militar en la Patagonia. Milei descubrió el negociado del expresidente Fernández, quien iba a permitir a los orientales establecer una cabeza de playa en Sudamérica. Por un lado, frustró la intención asiática, pero por otro el nuevo presidente argentino ahora también apunta su interés en recuperar las islas Malvinas.

Y como si todo fuera poco, hace unos días Nicolás Maduro –quien no quiere quedarse atrás en el protagonismo mundial– decretó que Guayana Esequiba le pertenece a Venezuela, una historia que se reaviva como si fuera moda estar en guerra.

Pero no todas las locuras son de alto nivel, también las hay domésticas, que si no fueran tan incomprensibles hasta darían risa. Por ejemplo, las personas que se creen de otro género y exigen a los demás que se les vea distintas. Hombres que se creen mujeres, padres que permiten a sus hijos tratamientos hormonales para cambiar de sexo, mujeres que se perciben diferentes y denuncian a los hombres como los malvados, mujeres y políticos que abogan por el aborto, parejas que alquilan vientres para ser padres, feministas violentas que denuncian violencia, lenguaje “inclusivo” con el que pretenden cambiar el mundo y hasta minorías que la mayoría viva según las reglas que ellas consideran correctas y que van contra todos los valores tradicionales.

No sé si tanta tecnología tiene algo que ver, pero es difícil encontrar a una persona que no esté contagiada de locura, aunque aparente normal. Hoy lo normal es anormal.

Antes se explicaban estas conductas “raras” debido a traumas psicológicos. Por ejemplo, una mujer diagnosticada con una grave enfermedad pasó por tanto miedo de morir, que hoy reza seis veces por día con su grupo de WhatsApp. Deja de vivir y se encierra en su pantallita porque cree que allí está a salvo.

Y hablando de enfermedades, cuando la medicina pensaba que con las vacunas había logrado controlar a la mayoría de ellas y solo quedaban por encontrar la cura para el cáncer el VIH, de pronto aparecieron nuevos males como el ébola, el dengue, el zika, chikungunya, gripe aviar y ahora vuelve con todo en África el cólera.

El planteamiento de la locura podría extenderse hacia los jóvenes “nini”, hacia la opaca creatividad de estos tiempos o hacia la pérdida de empleos para humanos ante la inteligencia artificial y cómo sobrevivir sin una entrada de dinero. Pero el espacio es limitado y la locura demasiado grande.

Etiquetas: #normal#anormal

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