EL PODER DE LA CONCIENCIA

Hasta no hace relativamente mucho tiempo, la lectura no tuvo competencia, pero con la aparición de los televisores y la informática todo cambió. Hoy jóvenes y adultos prefieren los audiovisuales, en lugar de un libro.

El hecho se complica más cuando leemos, por ejemplo, que esta semana los artistas y compositores en EE. UU. se organizan para protegerse del ataque de la inteligencia artificial.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Y es que debido a la IA, una persona no sabe si está viendo o escuchando a un humano o a una réplica creada por computadora. La imagen es exacta y la voz idéntica. Las creaciones de los artistas son utilizadas sin permisos y los que deberían cobrar por su trabajo ven en peligro su carrera.

Los que conocen de ganadería, pueden imaginar a los humanos en un corral y los robots de IA empujándolos para que entren al brete para obligarles a que solo consuman lo que ellos quieren: nada de letras, solo audiovisuales; nada de pensamiento crítico, solo vida en el limbo de la eterna diversión. No es una exageración. Para graficar podemos recurrir a la siguiente anécdota, ocurrida apenas la semana pasada:

El Martes Santo, de madrugada, un ebrio chocó la columna que está frente a mi casa. Llamé a la Ande porque había quedado a oscuras. Los funcionarios vinieron antes de las 7:00 y para las 9:00 ya tenía nuevamente “luz”.

Temprano también llamé a mi proveedor de internet y cable y pautaron una visita técnica al mediodía. Los esperé y llamé un par de veces para recordarles que les estaba esperando, pero todas las veces una voz grabada me contestaba que la visita técnica estaba prevista para el mediodía… pero ya era de tarde y no vinieron. Perdí un día de trabajo.

El miércoles insistí nuevamente y la opción grabada solo me derivada a la misma respuesta de siempre: la visita técnica estaba agendada, pero no venían. A la tarde de ese miércoles creí que se abriría el cielo cuando apareció el técnico con el logo de la compañía. Pero después de ver el problema, dijo que volvería con un compañero porque él solo no podía reparar el problema. Y esperé. Y esperé. Y no volvió.

Intuía que el Jueves Santo no vendrían, pero ya serían tres días sin internet ni cable en plena Semana Santa. Por eso volví a llamar al proveedor y la voz grabada siempre amable me mentía una y otra vez.

Entonces decidí cambiar de táctica. Jugaría más rudo. Ya no llamaría al servicio técnico porque no cumplían con su palabra (grabada), sino que di la otra opción, de ventas. Fingí que era un cliente nuevo para que me atendieran. Entonces sí fueron rápidos, no me hicieron esperar. Pero cuando les expliqué el problema, me respondieron que no era el área indicada y sin decir más me derivaron de nuevo al área técnica.

Volví a llamar varias veces. Entonces dos chicas me cortaron la llamada y una tercera simplemente me pasó de nuevo a la parte técnica. Todos se lavaban la mano.

Así el viernes conseguí que agendaran otra visita técnica para el sábado, supuestamente día hábil. Y nuevamente me mintieron. Recién el lunes un técnico apareció (solo) y en menos de una hora resolvió el problema. Desde el martes, había pasado casi una semana.

El brete había funcionado a la perfección. De nada valieron los esfuerzos ni los ruegos. Incluso pregunté si me descontarían por los días que no recibí el servicio. Y nuevamente la respuesta fue: primero deben reparar y luego se puede gestionar.

Ante esta clase de atención, el humano está indefenso. No me refiero a tener que pagar por el servicio que no proporcionan, sino a que perdí una Semana Santa a causa de las mentiras grabadas en un contestador. En lugar de salir y disfrutar unos días, me dejaron en el brete. Una semana de vida perdida. Eso no se recupera nunca. Y como un mal chiste, al día siguiente leo el siguiente mensaje en el celular: “Nos gustaría saber cómo fue tu experiencia con nuestro servicio técnico”. Para reír o para llorar.

Dejanos tu comentario