• Por Felipe Goroso S.
  • Columnista político

El problema no está en que cada paraguayo o incluso el sector político, gremial, empresarial, de medios de comunicación tengan sus propias ideas. Al contrario, eso estaría muy bien, ojalá y fuese un debate de ideas propias versus las ideas de los demás. Eso sería enriquecedor para la sociedad en general, ganaríamos todos. Tal vez lo más cercano que tenemos a este escenario son las elecciones, cuando el pueblo tiene la opción de elegir lo que en su saber y entender mejor le va y más necesita en ese momento de su historia. Eso sucede cada cuatro o cinco años, a nivel municipal, departamental y nacional. Se llama democracia, o una parte vital de ella. Es una muy predecible obviedad mencionarlo, un lugar común en exceso; sin embargo, y al decir de G.K. Chesterton: “Llegará el día que será preciso desenvainar una espada por afirmar que el pasto es verde”.

No obstante, lo que estamos viendo en Paraguay ya desde hace algunos años es un intento sistemático de aplastar al otro por el simple hecho de su pertenencia a cierto sector. Se descalifica al de enfrente por el sitio donde trabaja, por el sector al que pertenece, por los colores que defiende. Se plantea un estado de tribalismo permanente. No logramos avanzar al que debería ser el siguiente estadio en la calidad del debate, que sería dejar de lado el quien lo dice y poner el foco en el pensamiento que plantea. Aquí basta ser de una porción (aunque sea la mayoritaria) para que le caiga una horda en redes sociales, en columnas de opinión en los diarios, en las tertulias de algunos programas de televisión o radio que brame que estamos en una dictadura, que un sector es antidemocrático y que el que me gustaría que haya ganado las elecciones, pero no logró hacerlo es el sumun de la democracia paraguaya. Incluso plantean que, como no, una parte de la prensa es la última trinchera de la libertad. Porque tampoco es que sea toda la prensa, porque hay prensa y prensa. Depende del sector de donde venga para que sea más prensa que otra. Se intenta anular o negarle el derecho que tiene el otro de portar o expresar sus propias ideas. Si eso no es autoritarismo, hay que hacer un tremendo esfuerzo para encontrar qué sí lo es.

Además de autoritarios, tienen una profunda crisis de liderazgos. De aquellos que con tan solo verlos o escucharlos transmiten energía, que optan por el camino del convencimiento antes que el de la imposición. No se es más o mejor líder con tapas de diarios ni tampoco se deja de serlo por tapas en contra. Ya va siendo hora que lo entiendan.

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La política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, precisa de pensamientos e ideas democráticas. Donde todos podamos decir lo que pensamos sin ser tachados por el sector al que pertenecemos. De esta manera tendremos instituciones más fuertes y la generación de políticas será apenas una consecuencia. El ser cartista o colorado no puede implicar que se intente anular el debate o cercenar las ideas por el simple hecho de donde viene. Ya lo decía Eduardo Galeano: “Conozco una cantidad de doctores que son de una incultura tenebrosa, en cambio conozco gente profundamente culta que no sabe leer ni escribir, o que escribe o lee de mala manera, porque culto es aquel capaz de escuchar al otro”.

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