• POR PEPA KOSTIANOVSKY

Por decreto las prohibieron y por decreto las hemos recuperado. Parece un chiste, pero es tal cual. Me refiero a la asuncenísima palmeada, instituida al principio de los años 60, impulsada por la Revista Ñande y a iniciativa de una Asociación de Comercian­tes de la Calle Palma. Que, si mal no recuerdo, presidía el Señor Fustagno.

Empezó con un desfile de Bienvenida a la Primavera, del cual participaron carrozas de los clubes socia­les y deportivos, con automóviles descapotables (en boga por entonces) en los cuales iban coronadas las reinas y princesas (otra costumbre muy en boga, eso de elegir reinas) adornadas con tules y flores.

Creo que la música se expandía desde unos parlan­tes instalados en Music Hall (de la familia Ortega) y no recuerdo quién era el locutor, quien con floridas glosas anunciaba el paso de cada carroza.

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Lógicamente, aquello implicaba un par de concur­sos, como el de Mejor Carroza. Y, por supuesto, el de Reina de la Primavera.

De allí en más, las mañanas de los sábados eran cita obligada de jóvenes que se instalaban a mirar el paso indiferente de lindas señoritas que, tomadas del bra­cete, jamás respondían a los requiebros galantes de los chicos.

Las veredas más concurridas eran las de Palma entre 15 de Agosto y 14 de Mayo, en las que muchas veces era tanta la presencia de varones que las niñas las evitaban.

Pero, de a poco, aquello se fue estropeando, los piro­pos dejaron de ser tales, para convertirse en comen­tarios ofensivos, lo cual ahuyentó a muchas chicas y entusiasmó a los patoteros. Hasta que un triste sábado, un grupito de badulaques encerró a una muchacha y la manoseó en un abuso que nunca supe si fue castigado merecidamente.

Castigada resultó la ciudadanía, que por culpa de un hato de gandules y de un Servicio de Seguridad Deficiente, que nunca se ocupó de controlar la con­ducta agresiva que venía amenazando, se prohibió la palmeada.

Ahora, como elemento dinamizador del poco mimado Centro Histórico, el mismísimo presidente de la República y su mismísima señora esposa son los que reivindican la palmeada, para alegría y esperanza de los comerciantes, que imaginamos aportarán su grano de arena, dándole un toque de coquetería a sus fachadas y veredas, con algún aliento en descuentos y regalitos.

Por supuesto, la Municipalidad de Asunción deberá poner su mejor empeño en la limpieza previa y pos­terior a las mañanas sabatinas. Y muy en especial la Policía, que deberá estar más que presente, super­instalada para ahuyentar a patoteros, ladronzuelos, Chespis, dealers, y toda esa corte de milagros que merodea alegre y jodidamente, haciendo de Asun­ción una ciudad peligrosa.

Señor ministro del Interior, señor jefe de Policía, en vosotros confiamos.

Etiquetas: #palmeadas

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