A la luz de las Escrituras quisiera enseñar hoy sobre donde van los que han muerto. Desde siempre el ser humano se ha aferrado a una vida después de la muerte, esta creencia difiere de a cuerdo a la religión que uno profese, sea cristiana o no.

Con este artículo quiero dar una posición cristiana histórica de lo que la Biblia habla de este tema y si lo leemos con fe nos va a ayudar en nuestra vida espiritual en tres cosas básicas: dará esperanza al creyente, advertirá al impío y nos mantendrá la mirada en nuestra morada eterna, la cual es nuestra última y mayor esperanza.

Teológicamente se denomina “estado intermedio” a la existencia consciente de las personas que han muerto físicamente entre la muerte y la resurrección del cuerpo. El estado intermedio es una realidad tanto para creyentes como incrédulos, pero el destino de ambos es totalmente distintos.

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Los datos bíblicos del estado intermedio no son muchos porque la Biblia hace énfasis en el inminente regreso de Jesús, la Resurrección de muertos y la vida eterna, ahí está su enfoque. De todos modos hay suficiente luz para saber qué pasa inmediatamente después de la muerte tanto en creyentes como en no creyentes.

Del estado intermedio de los incrédulos la Biblia dice que está situado en una condición de tormento consciente en un lugar llamado Hades, término griego para referirse al lugar de los muertos. El NT dice que el Hades es el lugar de los impíos o incrédulos antes del juicio final (Ap. 20:13-15 ).

La explicación más clara del Hades está en Lucas 16:19-31 en la parábola de “El hombre rico y Lázaro”. El pecado del rico no era ser próspero, su pecado era su indolencia, su antipatía hacia el que sufre, su mezquindad y egoísmo, aún cuando el que sufre estaba frente a su puerta delante de sus ojos.

Cuando murió el rico su cuerpo fue sepultado pero su parte inmaterial o espiritual fue enviada al Hades donde “estaba en tormento”. Clamó a Abraham pidiendo misericordia “estoy atormentado en esta llama”. Esta persona estaba en agonía, tenía memoria, reconocía a Abraham y Lázaro, intercedió pidiendo ayuda para sus cinco hermanos que estaban aún vivos en la tierra, era consciente que su presencia en el Hades era merecida. Abraham también apeló a la memoria de aquel hombre: “Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en esta vida, y Lázaro solo males”. Todo esto nos habla de un lugar de tormento, conciencia y memoria. Aunque se trata de una parábola no cabe duda que Jesús nos explicaba las circunstancias en el que están las personas después de morir físicamente.

Pero, ¿cuál es el estado intermedio del creyente? Está en un lugar totalmente distinto al del inconverso. Están conscientes pero en un lugar de paz y gozo con Jesús, esperando la resurrección del cuerpo. El alma del creyente se traslada de inmediato a la presencia de Jesús en el cielo en el mismo momento de la muerte física. Dice 2 Corintios 5:8: “pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor”, el contexto habla de nuestra morada eterna. También vemos lo mismo en Filipenses 1:21-23.

Cuando Esteban estaba siendo apedreado en Hechos 7:55-60 dijo en el verso 56: “he aquí, veo los cielos abiertos, y al hijo del Hombre que está a la diestra de Dios”. En el verso 59 cuando le apedreaban justo antes de morir exclamó: “Señor Jesús, recibe mi espíritu”. Al ladrón arrepentido en la Cruz, Jesús le dijo: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” Lc. 23:43.

Cuando se produce la muerte el cuerpo es sepultado y el alma llevada de inmediato al cielo. Pablo lo dice claramente en Fil. 1:23 “... teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor”.

Etiquetas: #Escrituras

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