El presidente Javier Milei en pocos días más podría viajar a los Estados Unidos para participar de un foro en el que el orador principal será el expresidente Donald Trump. La información, sin embargo, y hasta el momento, solo forma parte de los tantos trascendidos que circulan aquí sobre la gestión política, partidaria y económica de un mandatario que tiene como principal vector comunicacional las redes y una rueda de prensa matutina que protagoniza el vocero presidencial Manuel Adorni, cuyas expresiones suelen ser reiteradamente confirmatorias de cientos de posteos y reposteos realizados, en algunos casos por el mismísimo jefe de Estado.

Será interesante ver y analizar ese eventual encuentro por cuanto el señor Trump dice y hace cosas que el señor Milei claramente expresó y expresa no estar de acuerdo. De hecho, un puñado de días atrás, en Carolina del Sur, Trump aseguró que “animaría [a Rusia] a hacer lo que le dé la gana”, incluso atacar a países aliados de USA en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y, si se recuerda los ejes de su política económica durante los 4 años en que ocupó la Casa Blanca, desarrolló y aplicó políticas proteccionistas con una fuerte incidencia del Estado de las que el argentino reniega y se niega a aplicar.

En esa línea en apariencia desconcertante y del análisis de las informaciones que circulan, en el plano doméstico Javier Milei también acciona sin que –en apariencias– nada lo induzca al silencio.

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Sin dejar a un lado los enfrentamientos con gobernadores, intendentes y legisladores que cuestionaron en el Parlamento algunos de los artículos del proyecto de ley ómnibus con el que el aspira a reformar el Estado, el mandatario ha elegido como blancos de sus acusaciones a mujeres artistas, Lali Espósito primero y María Becerra después. Antes de cerrar la semana que pasó fueron expuestas públicamente por los honorarios artísticos que percibieron contratadas por estados provinciales.

Desde el máximo nivel de poder estatal Milei fue contra Espósito porque habría cobrado USD 350.000 por una presentación en el festival Cosquín Rock y a Becerra la acusó de cobrar USD 90.000 por una actuación para animar la Fiesta de la Corvina en la provincia de Formosa. Curiosa e inquietante política comunicacional.

Mientras, el fin de semana que pasó, se supo oficialmente que al finalizar 2022 en la Argentina el 28 % de la sociedad es considerado “no pobre y sin carencias no monetarias”. Por su parte, el 4 % está integrado por “pobres por ingreso, pero sin privaciones no monetarias”. La información da cuenta también que el 30 % son “no pobres por ingresos, pero [se encuentran] con privaciones no monetarias”. Y, finalmente, que el 39 % son considerados “pobres y [dan cuenta de] al menos una carencia”.

Los datos –que fueron divulgados por el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) que con la dirección de Andrés Salvia se realiza sistemáticamente desde los inicios del presente siglo– agregan que la indigencia afecta al 19,6 % de la población y destaca que el 50 % de la población así caracterizada carece de Asignación Universal por Hijo (AUH), de otro tipo de programas asistenciales y que tampoco perciben pensiones no contributivas.

Para ese relevamiento y con sus parámetros de análisis la pobreza alcanza a unos 27 millones de personas y tiende a expandirse. De hecho, en el tercero de los trimestres de 2023 se ubicaba en 44,7 %; sobre el final de ese año trepó hasta 49,5 % y, con el último día de enero de 2024, alcanzó un 57,4 %.

Salvia proyectó ante consultas periodísticas que “en febrero y marzo la situación tenderá a agravarse”, estimó que “la pobreza encontrará un techo en torno al 60 %” y consideró que “la situación [social] no estalla” porque una parte de la sociedad dispone de “un fondo de reserva” con el que satisface algunas de sus necesidades afectadas por la suba en el costo de la Canasta Básica Total [CBT] y de los niveles de ingresos que impacta en los hogares argentinos.

La compulsa de la UCA precisa que se verifica un “aumento de nuevos pobres a partir del descenso de las clases medias bajas”, que ello da cuenta de un tipo de “pobreza más estructural” y que, por ello, se percibe una “mayor dependencia de los pobres extremos y de las clases bajas de la asistencia pública”.

Consigna luego el “crecimiento del trabajo informal y de la economía social de subsistencia con mayor autoexplotación familiar”, lo que conlleva al “deterioro de la salud, de la educación, del hábitat, la seguridad y el acceso a la justicia de los sectores más pobres”. Como consecuencia de ello, el Observatorio de la Deuda Social reporta la construcción de “una sociedad más desigual no solo en materia económica, sino que también en oportunidades de movilidad social, inversión de capital humano y proyecciones culturales”.

Ante tales evidencias, el presidente Milei, a través de su cuenta en la red X [@JMilei] sostuvo que la información revelada da cuenta de “la verdadera herencia del modelo de la casta: 6 de cada 10 argentinos son pobres. La destrucción de los últimos cien años no tiene paragón en la historia de Occidente”. Exhortó también por el mismo medio que “los políticos tienen que entender que la gente votó un cambio y que nosotros vamos a dar la vida para llevarlo. No vinimos a jugar al juego mediocre de la política. Vinimos a cambiar el país”.

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