• Por Gabriela Teasdale
  • Socia del Club de Ejecutivos

Así como apuntaban todas las encuestas, Nayib Bukele logró un aplastante triunfo en las elecciones presidenciales celebradas el domingo pasado en El Salvador. Con más del 80 por ciento de los votos, se ubicó a una enorme distancia de su principal adversario en las urnas para asegurar que, en la contienda, su país rompió “todos los récords de todas las democracias en toda la historia del mundo”.

El “fenómeno Bukele”, como lo llaman los analistas, es bastante singular en una región centroamericana históricamente golpeada por conflictos internos, corrupción sistemática y mucha violencia. El resultado deja patente que una gran mayoría en El Salvador apoya a este joven gobernante a pesar de las críticas hacia sus métodos. Pero ¿cómo se forjó este líder y cuál es la clave de su éxito?

Antes de ser político, Bukele trabajó durante años en la agencia de publicidad de su familia, donde ganó experiencia en el diseño de campañas electorales para diferentes candidatos. En 2012 decidió que era el momento de lanzarse él mismo al “mercado” de la política y lo hizo con una estrategia innovadora. Todos sus mensajes en intervenciones públicas y publicaciones fueron rigurosamente planeados, así como su imagen: la de un candidato joven, con sangre nueva, que utiliza las redes sociales y viste ropa cómoda. Pero, sobre todo, la de un líder que sabe lo que la gente prioriza en un contexto complejo y con muchas carencias.

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Creo que ahí radica mayormente la clave de su éxito, en haber sabido leer correctamente cuáles eran las necesidades más perentorias de gran parte de la población salvadoreña y trabajar en ese rumbo. En medio de un tremendo descontento por los niveles de violencia y los casos de corrupción que salpicaron a los partidos tradicionales y elevó el hartazgo de los ciudadanos, Bukele se mostró como un outsider, como alguien distinto, como una figura que llegaba para hacer las cosas de una manera diferente.

A sus 37 años se convirtió en el presidente más joven de América Latina en 2019 y durante su primer mandato implementó medidas también innovadoras, como las ayudas económicas que muchos salvadoreños recibieron por primera vez del Gobierno durante la pandemia de covid-19. Y aunque polémica, su postura de mano dura contra el crimen en un país con una de las tasas de asesinatos más altas del mundo lo volvió popular entre los salvadoreños que sufren a causa de las pandillas.

La oposición política de Bukele y los defensores de los derechos humanos en el campo internacional le cuestionan su autoritarismo y las extremas medidas de terrorismo de Estado que ha tomado, que considera radicales y hasta peligrosas para las frágiles instituciones salvadoreñas. Pero más allá de los cuestionamientos, resulta difícil ignorar ese respaldo inmenso que supo ganar de parte de su pueblo. Encuentro que la lección para todos los líderes a quienes les ha llamado la atención este fenómeno es menos racional: la clave está en saber leer lo que emocionalmente quiere la gente, mostrar duras acciones en favor de su seguridad y saber comunicarlo.

Y que ante la inercia del pasado se imponga siempre el pragmatismo de tomar acción.

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