• Por Felipe Goroso S.

Hay iniciativas que tienen por objeto cuestionar determinadas decisiones y hay otras que critican la parcialidad de la representación política. Algunos grupos de medios de comunicación apelan a una supuesta indignación ciudadana que en realidad no consigue salir de las salas de redacción o sus comisariatos de Prensa. En apariencia se cuestiona la representación que fue elegida por el pueblo soberano en elecciones libres para apelar a un sistema idílico donde se precisen de mediaciones. Por las vías más rebuscadas y retorcidas posibles se intenta implantar en las agendas de la gente que ciertos hábitos políticos significan una pérdida de la representación. Un ejemplo de esto es presentar como algo “malo” que el político corresponda a la gente que se comprometió y trabajó para que el mismo logre acceder a un cargo de alguna relevancia. Para algunos, eso es usado para decir que no nos representan.

Se martilla sobre una supuesta insatisfacción, pero en realidad revela una profunda mentalidad antipolítica. Lamento comunicarles que no hay política sin representación. En la insatisfacción o reclamo puede haber muchos elementos, una parte de ellas considerables, pero suele faltar un enfoque político de la política.

Puede sonar paradójico, pero se han puesto a pensar que tal vez los políticos no hagan del todo bien el trabajo que nadie hace ni haría mejor que ellos. Hagan el intento. Grupos de medios de comunicación nos plantean sustituir a los políticos y podríamos probar hacerlo, pero no deberíamos dejarnos engañar con la carnada que nos proponen de que quienes pasarían a ocupar el espacio que dejen no fueran, a su vez, políticos. Pueden presentarse como líderes gremiales, activistas de oenegés, miembros de iglesias, sociedad civil, periodistas, dueños de medios, ere erea. Pueden presentarse con etiquetas distintas a la de los políticos porque en realidad los desprecian tanto que quieren ocupar sus lugares y convertirse en ellos.

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Lo que está en juego en este debate es si una sociedad democrática como la del Paraguay puede saltearse los sistemas y métodos de representación que les da la voluntad popular y acceder al poder. Obtener todos los beneficios sin ningún compromiso ni responsabilidad. Sencillamente porque nadie los votó.

La representación política tuvo sus detractores en el absolutismo predemocrático, pero hoy está puesta en cuestión por una lógica que habla en tapas de diarios, zócalos de noticieros, posteos en redes sociales, comunicados de la sociedad civil. Todos tienen en común implantar la desconfianza ante las mediaciones de la política.

Debemos esforzarnos en proporcionar una capacidad efectiva de controlar, pero no contribuyamos a debilitar la política cuestionando su naturaleza representativa. No se trata tanto de decir a los políticos en todo momento, como si fueran meros ventrílocuos de la sociedad, lo que tienen que hacer. Tal vez en ese momento tengamos expectativas más acordes a la realidad. Solo tal vez.

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