Los vínculos generan constantes lecciones durante la vida de las personas. Son determinantes en toda la existencia. Un vínculo un impacto, muchos impactos. Un vínculo un asombro, muchos asombros. Los vínculos enseñan a vivir. Y con ellos nacen las alegrías inolvidables y también los dolores que hacen fuerte a quienes los viven.

Unos y otros tienen sus significados y suceden por alguna razón. Vínculo deriva del latín vincŭlum, que hace referencia a la unión y describe la acepción, entre varias, relacionada a lo que encadena o ata. Esta última puede entenderse como aquello que es tan fuerte que no puede destruirse, romperse o perderse, dándole a las cadenas o a las ataduras la misión de ser entendidas como fortalezas para unir. Permitiendo la asunción de la voluntad para decidir qué es lo que se quiere hacer. Por eso en cada vínculo vive el germen de la libertad.

La esencia de los vínculos está llamada a construir. Es bajo esa dimensión donde el ser humano se realiza. Por ello al vincularse se siente bien, es que en su propia naturaleza se encuentra la capacidad de socializar, de compartir, de hacer junto a otros. De modo que cuando se vincula aprende a percibir a los demás y por sobre todo a respetar su espacio, su tiempo, su palabra y su proceder.

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Los vínculos describen el entorno. Es en ese universo de relaciones en donde se producen las ideas, desde el cual nacen los desafíos, o cómo se fomentan las costumbres. En ellos las ganas tienen la posibilidad de materializarse, el entusiasmo encuentra sus adherentes y las esperanzas se traducen en acciones.

Un entorno miles de vínculos. Tantos o más que las estrellas que iluminan lo celestial. Es lo social el escenario de los vínculos, por eso su valoración necesita de todos.

El hecho de vincular abre nuevas perspectivas. Un pensamiento puede vincularse con otro, y de esa forma enlazar contenidos que antes estaban dispersos, y a partir de esa conexión darle una visión diferente a lo que se observaba de una sola forma. Los ideales se integran y se disponen a crecer. Así el despliegue del conocimiento se habitúa a transformarse sin cesar, provocando el testimonio real de la vitalidad humana.

Los vínculos necesitan atención. Y no es que la demanden, o que la exijan como obligación. Es una decisión voluntaria de trato hacia los mismos. La trascendencia tiene millones de rostros. Hay en cada historia un mundo singular y una amplia red de vínculos. Y es ese devenir histórico del ser el que habita en la sociedad. En ella se pueden desarrollar las relaciones que se construyen, ocasionando en el otro un presente vigoroso.

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