La depresión es el trastorno mental que más afecta a la población y es, además, una de las principales causas de discapacidad en el mundo. Aunque es una enfermedad tratable, seis de cada diez personas que la padecen en América Latina y el Caribe no buscan o no reciben el tratamiento que necesitan.

Más de 350 millones de personas sufren depresión en el mundo, un trastorno que es la principal causa de discapacidad. Además, frecuentemente está asociada a la tristeza, pérdida de interés y de placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño y del apetito, sensación de cansancio o de falta de concentración.

Un estudio de la OMS revela que Paraguay se encuentra en los primeros lugares entre los países de la región con el mayor porcentaje de habitantes con depresión.

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La ignoramos, pero está entre nosotros. Alguien en nuestras familias la padece y seguimos sin entenderla.

En estos días leí un post de Lucía Sapena que me dejó pensando. Más o menos decía que ”el dolor es el motor que alimenta el fuego de la depresión”. Ese dolor que muchos ignoran, otros le hacen frente y algunos alimentan, pero que todos sentimos. Ese dolor es una enfermedad que debe ser tratada en familia, entre amigos, entre compañeros o especialistas.

Comentábamos con un amigo que la depresión es como un profundo pozo. Cuando caemos miramos hacia arriba y solo hay personas que simplemente viven sus vidas sin mirar hacia abajo. Y cuando tocamos fondo y miramos a los costados solo vemos soledad y sentimos miedo. Entonces, el pozo se hace más y más profundo. Y lo que uno escucha no es más que el silencio.

No soy psiquiatra, pero creo que si mirásemos hacía abajo, veríamos que las personas deprimidas solo quieren “cortar el dolor” como decía Lucía en su post. Y los primeros auxilios serían escuchar, compartir, mostrarles a esas personas que no están solas y que se puede salir del pozo.

Buscar ayuda también es una buena señal. Mamá siempre me decía que todos llevamos nuestras tormentas por dentro. Hoy recién entendí que era verdad.

Si tu tormenta es muy fuerte, busca refugio. Si ves a alguien bajo la tormenta, ofrécele refugio. A veces una palabra, un abrazo, un grito al fondo del pozo… te salva de la tempestad. Pero esa… esa es otra historia.

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