Elementos como la posverdad, el framing de la discusión en la agenda pública, el peso que se le da a lo negativo por encima de lo positivo, los intereses de las corporaciones que son dueñas de los medios de comunicación, la capacidad de lobby de poderosos grupos que ven afectados sus intereses son algunos de los componentes que solemos evaluar en los espacios que tenemos en Nación Media.

Humildemente, creemos que muy poca gente aborda esos temas que hacen al manejo del poder y la política. A lo que casi nunca se ve pero que son realidades que hacen a las formas, los modos y tonos en que nos llegan los hechos en programas de medios de comunicación o en cadenas de mensajes de WhatsApp. El que los recibe no sabe (ni tiene por qué saberlo) que hay gente que decide lo que saldrá al aire y el enfoque que se le dará. Pero así funciona el mundo en la vida real, nada sucede por casualidad. Alguien hace que suceda.

Desde el 15 de agosto, fecha en la que asumió la administración de Santiago Peña, hemos visto el extraordinario esfuerzo que hacen los grupos de poder, entre los cuales hay que incluir a los medios de comunicación por intentar romper la unidad entre Partido Colorado y Gobierno. La jugada es tan obvia como previsible. Peña ganó las elecciones porque desde su campaña lograron instalar como temas de conversación la capacidad y experiencia de gestión, así como la visión de propuestas que una vez llegado al poder se traducirían en políticas públicas. Condiciones cada vez más relevantes para que el electorado recupere la confianza en la política.

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El gobierno actual encontró el Estado en condiciones deplorables, la caja prácticamente vacía, no había una sola institución donde la corrupción no se haya enseñoreado. Me quedo corto, un solo escritorio. Y se habló muy poco al respecto, ese es uno de los motivos (no el único) que la gente cree que Paraguay era Disneylandia, que el Gobierno no tenía argumento alguno para no cumplir con sus propuestas y llenar las altísimas expectativas que tiene la ciudadanía. Aun así y con todo este escenario la administración de Peña ha logrado hitos de los cuales pasamos a citar algunos: bajó cuatro veces los precios de combustibles de Petropar, se incorporaron seiscientos nuevos linces, se aumentó un 25 % programas sociales como Tekoporã, se enfrentó y retomó el control del Estado en las cárceles, se concretó el ingreso de la carne paraguaya al muy exigente mercado de los Estados Unidos, bajó el precio de la garrafa de gas, se está recuperando el microcentro de Asunción con el proyecto Palma Brilla, se está dando una lucha frontal contra el contrabando, se está potenciando la producción y el consumo local de hortalizas como el tomate, se puso al día con más de cuatro años de deudas en lo que hace al reemplazo de docentes embarazadas, se aumentó el presupuesto para cumplir con el escalafón docente, se retomó el proceso de tren de cercanías, se logró introducir controles a las cajas de jubilaciones y pensiones. Y todo esto se logró sin subir impuestos.

Podríamos seguir, pero se nos acaba el espacio asignado. Ninguno de estos logros se ven en los grupos de medios de comunicación a excepción de Nación Media, en los demás si se muestra siempre se le pone un toque de negatividad a la hora de presentarlos. Se trata de no mostrar la realidad, que en el fondo es ocultar la verdad. Luego se preguntan por qué la gente le asigna cada vez menos credibilidad y opta por informarse a través de sus cámaras de eco o burbujas en grupos de WhatsApp donde lo que prima es la posverdad. La política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, está llamada a momentos donde cada vez será más necesario hablar con la verdad y con la suficiente claridad como para evidenciar la alevosa intención de tapar los hechos con operaciones de distracción.

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