En uno de los muchos intentos groseros por sabotear el proyecto de ley que crea la útil y necesaria Superintendencia de Jubilaciones y Pensiones –por ignorancia o por intereses de grupos afectados por sus negocios y negociados con los fondos del IPS– escuché a una congresista decir que no había que darle más plata al Gobierno al no permitirle posibilidad alguna de disponer de los recursos del fondo de la previsional más grande del país.

En realidad, ya el lunes 4 se habían incorporado los cambios a la propuesta original, entre ellas: “Ningún dinero del IPS para el Estado. Nada de nada. Ni rasgando ni de milagro”. Las modificaciones ya estaban en el Congreso. Increíblemente, es un decir, porque nuestro país vive en lo increíble y de lo increíble sin que ello cause molestia alguna a los que se han opuesto a que Paraguay sea creíble. El martes 12 todavía se decía, hablaba y comunicaba por los “instrumentos” masivos de comunicación distorsionada que lo único que se buscaba con el proyecto de ley era que el Gobierno (el Estado como un todo) quería comerse todo el fondo de jubilación del IPS.

El martes ya a la tardecita muchos conocidos míos recién se enteraban que con las modificaciones introducidas –y reforzadas aún más por los senadores– se blindaban los recursos del IPS y se los protegía de la “voracidad criminal” del Gobierno (el Estado como un todo) de pretender “hacer mierda” (lo escuché de un experto) el dinero de los jubilados, y que era “lo más grave comparable con la guerra contra la Triple Alianza”. ¿Por qué el martes muchísima gente no sabía de los cambios en el proyecto, en especial, lo relacionado con el blindaje al IPS? Admito que informar con la verdad a los fabricantes de la desinformación no es tarea fácil. “Pablo, muy bien lo sabés por tu larga trayectoria de los intentos de hacer reformas de fondo, que el que está en contra por interesadamente o desinteresadamente –el típico contrera, en el ADN de muchísimos paraguayos– no va a cambiar por mejor información que les brindes”, me remarcaba como recordatorio un amigo exministro de Hacienda.

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Y recordé una conferencia que realicé pocos años atrás sobre las principales características del paraguayo (me incluyo, más allá de mi bisabuelo alemán que vino en 1883 participando en la fundación de San Bernardino, Peter Adam Herken, que construyó la primera cervecería en Paraguay, la Bierschlucht; y de mi abuela paterna Lisbeth Weiberlen, que vino de Hamburgo, un tiempo después): 1) Temor al cambio. A todo lo que pueda significar “algo nuevo” que lo lleve a ajustarse a una realidad diferente. Rechaza lo que cambia su estilo de vida. Es tremendamente conservador. Viene de antes incluso de nuestra independencia en 1811. Vivió encerrado, aislado, separado. El mundo no existía, fuente primaria de cambios; 2) Cuando critica el paraguayo es sumamente destructivo. Constructivo, para nada.

En libertad, la sangre de la democracia, toda crítica es bienvenida. Puntos de vista diferentes y su pública expresión son parte del juego. Pero el paraguayo no aporta algo constructivo ni alternativas a un problema determinado. Con la destrucción se realiza y en ella se agota; 3) Es desconfiado y cree muy poco en las buenas intenciones de “los otros” (no solo del Gobierno). Tiene muchos antecedentes históricos de decepciones, traiciones, mentiras, promesas incumplidas; 4) El Estado “es su padre” que le debe dar y asegurar todo por generaciones y generaciones. En recompensa se debe eternamente al Estado y al jefe supremo que lo posea y administre, siempre y cuando empleo, ingreso y seguridad social para los funcionarios estén garantizados y mejoren, permitiendo el acuerdo tradicional de que las familias al interior del Estado se amplíen y continúen de generación en generación; 5) No vive en sociedad, el país no es su prioridad como conjunto. Vive en grupos (familiares, económicos, políticos, sociales, con sus respectivas necesidades e intereses). “Su” grupo es lo más importante, él y los suyos en primer lugar. Refuerza y protege su grupo como forma de vida de todo aquello que lo pueda afectar. El “grupismo” es su base. Los intereses del país son secundarios.

Con base en esta realidad, que no es la total, opino que el Gobierno no supo vender su proyecto. Sí, vender, a la gente. El Gobierno es como una empresa privada, salvando las diferencias, no busca la ganancia, no compite, y brindar los mejores servicios a la gente es su función fundamental, con impuestos y otros recursos. Pero publicitar un producto con criterios de marketing para venderlo masivamente es igual a vender un proyecto de ley. Cuánto más es la competencia “apoyo el proyecto versus no lo apoyo”, más profesional debe ser la política de comunicación, que nunca pero nunca es suficiente sin una polución de publicidad marketinera por todos los medios de prensa en todo el país. Muy al final apareció un video. Pero enterarse recién el martes 12 del cambio para blindar al IPS demuestra contundentemente que la falla fue monumental.

Por último, el proyecto lo debería haber liderado el propio presidente de la República. Y no lo hizo. Creer que a través de entrevistas personales en canales y radios se ejercía el liderazgo del que hablo es un gran error. Ser entrevistado, dialogar, opinar, informar, es una cosa. Liderar, ponerse al frente, apoyado en un equipo de trabajo, enfrentar la oposición, es otra cosa. No se gobierna con entrevistas. Se lidera con mensajes, presentaciones, discursos, entregando documentos, boletines, audiencias, conferencias, y convenciendo a la mayor cantidad de gente pulsando el sentir y hablar de los “callejeros”.

Vuelo a dichos de la parlamentaria: “No permitir tocar el dinero del IPS porque el Estado está en quiebra técnica”. De ser cierta esta conclusión, ¿por qué las calificadoras mundiales del riesgo país no bajan nuestras notas? Es cierto que no la mejoran porque, en gran parte nos dicen “hagan las reformas de fondo” –como lo de la superintendencia– y después hablamos. Entonces los que se esforzaron por sabotear tal objetivo destruyeron parte de la credibilidad del Paraguay. Así se daña a la gente y al trabajador. Mejor calificación es más inversión, más seguridad, préstamos más baratos, economía más fuerte, y el mundo mirándonos con ojos de vivo interés por venir. Quiebra técnica. ¿Se les suspendió un mes el pago de sueldos a los parlamentarios, o se les redujo? Ser político es ser profesional. Y de primera. Aquí no. Basta con ocupar el empleo en la tribuna del Parlamento. Quiebra técnica.

El Parlamento es cómplice del delito que ocasionó tal situación. ¿Por qué permitieron que la deuda pública se duplicara en el gobierno anterior de USD 8.000 a USD 16.000 millones? A las calificadoras internacionales no les preocupa nuestra situación fiscal. Tienen sus explicaciones. Pero a mí sí me preocupa. He aquí un resumen del escenario: un agujero rojo de USD 1.351 millones (déficit fiscal -3,07 % del PIB) con una recaudación de impuestos de USD 4.330 millones (+0,2 %), comidos en 65 % por el pago de sueldos y una deuda de USD 16.194 millones (37 % del PIB) y atrasos con proveedores (¿USD 600 millones?). Los medios de prensa empeñados con la destrucción publicaban semanas atrás que el Gobierno tendría problemas para reunir el dinero del combo de diciembre para pagos de salarios, haberes, pensiones y jubilaciones. Exponían sus “dudas” desinformadas y malintencionadas y casi preanunciaban a una anhelada crisis por el incumplimiento. El miércoles 13 arrancó el pago por un monto global de USD 546 millones para beneficio de 647.000 personas. Incluyendo a la parlamentaria de la quiebra técnica, recibiendo sus beneficios de fin de año, con los impuestos recaudados.

La verdad, si es verdad, es verdad. Was gesagt werden muss, muss gesagt werden. Duele decirlo, pero hay que decirlo.


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