- POR DR. JUAN CARLOS ZÁRATE LÁZARO
- MBA
- jzaratelazaro@gmail.com
La retroalimentación es una palabra que encierra una vital importancia dentro de cualquier actividad, por lo que el éxito de muchos directivos de nuestras empresas radica en la práctica continua de saber dar retroalimentación en su justo tiempo sobre la performance de sus subordinados alentando al mismo tiempo a estos para que los que están dentro de la estructura organizacional en los mandos medios y por debajo de ella también tengan la posibilidad de recibirlo acerca de cuan bien o mal están ejecutando las tareas que les fueron encomendados.
Las empresas que las practican como parte de su misión, visión y valores como una rutina en los distintos niveles que conforman su organigrama tienen más posibilidades de ser exitosas, innovadoras y creativas, además de competitivas y rentables.
El estadista alemán Konrad Adenauer observó: “Todos vivimos bajo el mismo cielo, pero no todos tenemos el mismo horizonte”.
Viendo a los demás sus reacciones, veremos las consecuencias de las nuestras. Es necesario ser conscientes de qué hacemos y cómo lo hacemos; así podremos modificar y cambiar nuestro comportamiento y ser más efectivos en nuestras relaciones con los demás.
Para nuestro desarrollo personal necesitamos usar las técnicas de retroalimentación y entender ciertas características de este proceso. Debemos fijarnos en el comportamiento que tiene y no en su persona. Debemos fijarnos en lo que hace y no comentar lo que nos imaginamos que es. Es decir, observar sus acciones, no sus cualidades o defectos que pueda tener, o no tener. Las acciones o comportamientos se pueden cambiar, pero los defectos o cualidades son más difíciles de modificar.
“Las buenas empresas tienen reputación de escuchar a su gente. Lo que es bueno para ellas es bueno para los individuos. Cuando uno adquiere el hábito de escuchar a otros nunca les faltan ideas”. (John C. Maxwell).
Lo que vemos y oímos es diferente de lo que nosotros interpretamos y las conclusiones que sacamos sobre lo visto y oído. Si no tenemos cuidado, las interpretaciones o conclusiones que hacemos contaminan nuestras observaciones, nublando la retroalimentación para la otra persona. Cuando hablemos de otro, dando interpretaciones, debemos identificarlas.
Se deberá valorar según se juzga bueno o malo, correcto o incorrecto, agradable o desagradable. El hecho debe presentarse tal cual es. Compartamos las ideas e información en vez de dar consejos.
Si damos consejos, señalamos a las personas lo que deben hacer con las ideas e informaciones; le quitamos su libertad de determinar por sí mismo, qué debe hacer o cuál es el camino más apropiado.
Recibir una buena retroalimentación es fundamental para el desarrollo profesional. A muchos problemas no sabemos cuál es su mejor solución. Y soluciones que tenemos no encajan, ni son las mejores para determinados problemas. Cuantas más alternativas ofrezcamos, mejor.
Tomemos en cuenta el valor que tiene la retroalimentación para el que la recibe y no lo que le proporciona al que la da. Debe servir a las necesidades del que la recibe. La ayuda y la retroalimentación necesitan darse y oírse como oferta y no como una imposición. La necesidad del que recibe es distinta de quien da. Las cosas se ofrecen, no se imponen.
Debemos proveerla en su debido tiempo y lugar. Tanto el uso, como la recepción de la retroalimentación nos llevan a muchas posibles reacciones emocionales.
Aprovechamos la emoción para proveerla. Una retroalimentación excelente presentada en un tiempo inapropiado puede hacer más mal que bien. Una comida en mal tiempo nos hace más mal que bien.
Dar y recibir retroalimentación requiere valentía, habilidad, comprensión y respeto hacia uno mismo y los demás. A través de ella podremos guiar mejor a nuestros equipos de trabajo hacia un fin común, lo cual repercutirá en un mejor clima laboral, mejorará la productividad y por ende la posibilidad potencial de lograr mejores resultados.
Cuántas empresas tenemos que pueden ser más exitosas, pero no las son debido a la falta de un feedback o retroalimentación en tiempo y forma a sus funcionarios y ni qué decir dentro del sector público en donde dicha palabra es casi desconocida.