La retroalimentación es una palabra que encierra una vital importan­cia dentro de cualquier actividad, por lo que el éxito de muchos directivos de nuestras empresas radica en la prác­tica continua de saber dar retroalimen­tación en su justo tiempo sobre la perfor­mance de sus subordinados alentando al mismo tiempo a estos para que los que están dentro de la estructura organiza­cional en los mandos medios y por debajo de ella también tengan la posibilidad de recibirlo acerca de cuan bien o mal están ejecutando las tareas que les fueron enco­mendados.

Las empresas que las practican como parte de su misión, visión y valores como una rutina en los distintos niveles que confor­man su organigrama tienen más posibili­dades de ser exitosas, innovadoras y crea­tivas, además de competitivas y rentables.

El estadista alemán Konrad Adenauer observó: “Todos vivimos bajo el mismo cielo, pero no todos tenemos el mismo horizonte”.

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Viendo a los demás sus reacciones, vere­mos las consecuencias de las nuestras. Es necesario ser conscientes de qué hacemos y cómo lo hacemos; así podremos modifi­car y cambiar nuestro comportamiento y ser más efectivos en nuestras relaciones con los demás.

Para nuestro desarrollo personal necesita­mos usar las técnicas de retroalimentación y entender ciertas características de este proceso. Debemos fijarnos en el comporta­miento que tiene y no en su persona. Debe­mos fijarnos en lo que hace y no comentar lo que nos imaginamos que es. Es decir, obser­var sus acciones, no sus cualidades o defec­tos que pueda tener, o no tener. Las acciones o comportamientos se pueden cambiar, pero los defectos o cualidades son más difíciles de modificar.

“Las buenas empresas tienen reputación de escuchar a su gente. Lo que es bueno para ellas es bueno para los individuos. Cuando uno adquiere el hábito de escuchar a otros nunca les faltan ideas”. (John C. Maxwell).

Lo que vemos y oímos es diferente de lo que nosotros interpretamos y las conclu­siones que sacamos sobre lo visto y oído. Si no tenemos cuidado, las interpretaciones o conclusiones que hacemos contaminan nuestras observaciones, nublando la retro­alimentación para la otra persona. Cuando hablemos de otro, dando interpretaciones, debemos identificarlas.

Se deberá valorar según se juzga bueno o malo, correcto o incorrecto, agradable o desagradable. El hecho debe presentarse tal cual es. Compartamos las ideas e infor­mación en vez de dar consejos.

Si damos consejos, señalamos a las personas lo que deben hacer con las ideas e informa­ciones; le quitamos su libertad de determi­nar por sí mismo, qué debe hacer o cuál es el camino más apropiado.

Recibir una buena retroalimentación es fundamental para el desarrollo profesional. A muchos problemas no sabemos cuál es su mejor solución. Y soluciones que tenemos no encajan, ni son las mejores para deter­minados problemas. Cuantas más alterna­tivas ofrezcamos, mejor.

Tomemos en cuenta el valor que tiene la retroalimentación para el que la recibe y no lo que le proporciona al que la da. Debe servir a las necesidades del que la recibe. La ayuda y la retroalimentación necesitan darse y oírse como oferta y no como una imposición. La necesidad del que recibe es distinta de quien da. Las cosas se ofrecen, no se imponen.

Debemos proveerla en su debido tiempo y lugar. Tanto el uso, como la recepción de la retroalimentación nos llevan a muchas posibles reacciones emocionales.

Aprovechamos la emoción para proveerla. Una retroalimentación excelente pre­sentada en un tiempo inapropiado puede hacer más mal que bien. Una comida en mal tiempo nos hace más mal que bien.

Dar y recibir retroalimentación requiere valentía, habilidad, comprensión y respeto hacia uno mismo y los demás. A través de ella podremos guiar mejor a nuestros equi­pos de trabajo hacia un fin común, lo cual repercutirá en un mejor clima laboral, mejo­rará la productividad y por ende la posibili­dad potencial de lograr mejores resultados.

Cuántas empresas tenemos que pueden ser más exitosas, pero no las son debido a la falta de un feedback o retroalimentación en tiempo y forma a sus funcionarios y ni qué decir dentro del sector público en donde dicha palabra es casi desconocida.

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