EL PODER DE LA CONCIENCIA

Desafiando al tiempo y a la memoria, desde el pasado convoco a uno de los personajes más pintorescos del gran novelista Wilbur Smith. Ya no recuerdo en cuál de sus entregas apareció, pero sí que fue el compañero fiel de uno de los integrantes de la familia Courtney.

Se trata de un hombrecillo diminuto que sobresale por sus extraordinarias habilidades en el desierto, donde encuentra agua en el lugar en el que nadie puede y hasta es capaz de pasar días enteros sin comer nada. Por ello, una de sus características es que cuando encuentra alimento, come tanto que su vientre crece de manera desproporcionada y pareciera que va a estallar. Y aun así sigue comiendo hasta que tanta comida le produce una especie de desmayo que dura un tiempo indeterminado y en el que parece que el pequeño bosquimano está muerto. Hasta que de pronto sale de su letargo y continúa como si nada hubiera pasado.

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Esta criatura me recuerda a ciertos protagonistas de nuestra política que se autodenominan “oposición”, que en realidad tienen un muy buen vivir acomodados en el Estado.

Como el personaje del novelista sudafricano, muchos de ellos también son capaces de comer todo lo que les rodea y no se satisfacen nunca, a pesar de que están a punto de reventar. Otra similitud radica en su tremenda ignorancia en cuestiones que tienen relación con empatía con la sociedad. Bueno, en el caso del bosquimano se entiende puesto que es nómada y casi vive en forma solitaria. Los otros no.

En una entrevista, el titular del PLRA “lamentó que los senadores liberales en su mayoría no están ejerciendo su rol de la oposición, pero adelantó que estará hablando con las distintas bancadas sobre esta situación”, como un teorema de la época de las cavernas por el cual, si no se es gobierno, la premisa es poner el palo en la rueda. En ese pensamiento retrógrado no existe posibilidad de ejercer su obligación de colaborar con el Gobierno por el bien de la ciudadanía a la cual supuestamente representan.

Un senador, Eduardo Nakayama, se rasgó hace poco las vestiduras porque en Uruguay “altas autoridades están renunciando a su cargo por el simple hecho de haber sido mencionados en el caso Marcet” y que, en Paraguay, legisladores que “fueron acusados de relacionamiento directo sigan campantes en sus cargos”. Ojalá nuestros políticos tuvieran esa misma actitud, pero no es así.

Lo curioso es que este señor también dice que “es muy difícil denunciar a otros legisladores o personas acusadas de recibir soborno del Estado” porque no existen pruebas. En su “rol de opositor” debería denunciar a los corruptos, pero no lo hace a pesar de contar con fuero parlamentario y solo insta a que los demás lo hagan.

Tira la piedra y esconde la mano. Sin embargo, más grave que quedarse callado es que su silencio es mortal. En vez de procurar pagar las deudas dejadas por el gobierno pasado, cuyas arcas vieron vaciar completamente sin que “la oposición” hiciera ninguna denuncia, obstruyen las soluciones, total ellos no tienen prisa.

No son ellos los que deben pagar intereses, no son ellos los que se quedan sin trabajo, tampoco a los que les falta pan y seguridad a sus familias; ni hablar de los pacientes que necesitan medicamentos o las enfermeras que no cobran desde hace meses por los servicios que prestan. Cada mes reciben dinero y solo se preocupan en qué gastarlo. No les falta nada. Les sobra egoísmo.

En lo que sí se apuran es en pedir aumento en su dieta y si no lo consiguen, modifican el PGN a su conveniencia, como “la opositora” Celeste Amarilla, quien aprobó el aumento del subsidio para los partidos políticos, incluso pidió que el incremento llegue a los G. 15.000 millones. Es que esta honesta opositora tiene una gran cuenta de dinero que cobrar a su partido y prioriza su interés personal en lugar de hacer lo que debe, apoyar al Gobierno para beneficio de los ciudadanos.

Para colmo, en declaraciones la senadora dijo que “no tiene por qué presentar denuncia de quiénes son los que recibieron soborno del Estado (para aprobar el proyecto de ley)”. Y sin embargo, si conoce los nombres, debería desenmascararlos. Pero no lo hace, ella es opositora cuando le conviene.

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