• Por Matias Ordeix
  • Socio del Club de Ejecutivos

En reuniones de amigos, generalmente surgen temas laborales en las conversaciones, y muchas veces la inquietud general manifestada es la competencia. Es cierto que en un mercado abierto y con oportunidades de negocios siempre presente, la competencia tanto nacional como internacional se puede volver más agresiva. Sin embargo, personalmente, prefiero usar el término “colega” en lugar de competidor.

Y me pregunto, si la competencia te obliga a ser más competitivo ¿es entonces realmente siempre mala? Aunque no nos simpatice, tener competencia ayuda a nuestras empresas a ser mejores día a día. Puede no agradarnos tener colegas con similares productos o servicios en el mercado, pero también deberíamos agradecer su existencia. Porque es en la lucha diaria donde se ven nuestras mejores virtudes, donde sacamos provecho a nuestros músculos que forjan el crecimiento.

Además, en estos tiempos, las empresas no solo deben buscar rentabilidad, sino preocuparse también por generar triple impacto: social, medioambiental y por supuesto económico. Un país con empresas comprometidas con la sociedad beneficia su crecimiento y prosperidad. Si además estas empresas pueden de alguna forma trabajar en forma cooperativa, buscando propósitos comunes, su impacto en nuestra sociedad será mucho más importante. Es sabido que a medida que nuestra sociedad crece y mejora, nuestras empresas acompañarán su crecimiento siendo esto un círculo virtuoso.

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En nuestro país, lastimosamente, no hay una verdadera costumbre empresarial de trabajar en alianza. Existen miedos o celos de “nuestro rival” y la mayoría de los CEOs prefiere “cortarse solo”. Pero honestamente creo que este camino es derrotero equivocado. Porque muchas veces el cooperar hace que nuestras organizaciones puedan bajar costos, ser más eficientes y, por consiguiente, más rentables para los stakeholders.

Nuestras empresas u organizaciones, al igual que las personas, necesitan ayuda, aliados y amigos. Ya así lo decía hace unas décadas Gareth Morgan, quien consideraba a la organización un “ser vivo” inmerso en un ambiente que interactúa para satisfacer sus necesidades. O sea, necesitan de las demás organizaciones para completar su cometido.

Quienes efectivamente han comprendido la importancia de la asociación, son las grandes cooperativas productivas, que exitosamente crecen en nuestro país. Muchas de ellas fundadas por inmigrantes, menonitas o descendientes de extranjeros que, con gran visión, encontraron en la necesidad una oportunidad. Hoy grandes frigoríficos e industrias lácteas son excelentes ejemplos cooperativos dignos de emular.

Los empresarios, emprendedores, juntamente con nuestros proveedores debemos asociarnos más. En un mundo donde la competitividad ya no tiene fronteras o países, cuanto más asociados estemos más fuertes creceremos. Debemos dejar nuestros egos de lado, miedos o creencias y a apostar decididamente a la asociatividad. Porque como reza el dicho “la unidad hace la fuerza” y solo juntos saldremos todos victoriosos.

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