La coalición opositora Juntos por el Cambio (JxC) que lidera como candidata presidencial Patricia Bullrich triunfó en la provincia del Chaco donde fue derrotado el gobernador kirchnerista Jorge “Coqui” Capitanich que hasta tres meses atrás era uno de los dirigentes más cercanos a la vicepresidenta Cristina Fernández y, en esa condición, precandidato para la Presidencia de la República.

La derrota del peronismo kirchnerista en el Chaco le asegura a JxC que –hasta el momento– a partir del 10 de diciembre venidero gobernará también en Jujuy, Chubut, San Luis, San Juan y Santa Fe. Aunque ese número podría ampliarse porque el domingo próximo será el turno de Mendoza y, según coincidentes encuestas, “allí JxC viene bien y con posibilidades de triunfo”.

Lo sucedido en el Chaco con la derrota de Coqui Capitanich es la caída del peronismo por la voluntad popular expresada en las urnas. Antes, cayeron Alicia Kirchner –cuñada de la vicepresidenta Cristina Fernández– en la provincia de Santa Cruz; Mariano Arcioni en Chubut; Alberto Rodríguez Saá en San Luis; Omar Perotti en Santa Fe; Marcos Koopmann en Neuquén, y Sergio Uñac en San Juan.

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Sin embargo, y a pesar de los resultados consignados, la campaña presidencial en la Argentina cada día a cada hora se relanza, resulta incomprensible y no están dadas las condiciones para imaginar un pronóstico.

Con poca racionalidad y muchos golpes de efecto los movimientos tácticos de cada postulante son la estrategia. De allí que quienes lideran cada una de las tres fuerzas que emergieron de las primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO), el pasado 13 de agosto, se presentan ante la opinión pública como prestigitadores que después del “nada por aquí, nada por allá” exhiben salientes de sus galeras a una multiplicidad de figuras que en 40 años de funcionamiento institucional parecían haber perdido vigencia.

En ese contexto, Javier Milei con su partido La Libertad Avanza (LLA); Bullrich, de JxC; y el oficialista Sergio Massa, con Unión por la Patria (UP) gestionan sus postulaciones con formas y modos en el borde de lo sorprendente y, en el caso de Massa con cierto grado de irresponsabilidad si se tiene a la vista que, además de candidato presidencial, es ministro de Economía y, en esa condición, es quien negocia con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y se compromete con ese organismo multilateral –al que luego le incumple lo acordado– lo que tendrá fuerte impacto negativo para quien sea que fuere el próximo gobernante.

Las encuestas coinciden en señalar que –cuando faltan 33 días para la presidencial del 22 de octubre– Milei se encuentra en el primer lugar de las preferencias electorales; Massa en el segundo, y Bullrich en el tercero. Sorprenden las conclusiones que se conocen de los estudios de opinión pública aludidos porque el partido de Milei, LLA, no solo no triunfa en ninguna de las provincias mencionadas, sino que, en las que aparece sus candidatos, a los que reiteradamente niega tener relación, se ubican en los últimos puestos de las preferencias ciudadanas. Bien extraño, por cierto.

Milei –después de varios días de silencio– volvió al ruedo y además de ir dialécticamente contra “la casta” de la que también forma parte elige como adversario al papa Francisco que ni es candidato ni vota en la Argentina y, además, “es jefe de Estado” en el Vaticano, como se lo recordó públicamente el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) y obispo de San Isidro Óscar Vicente Ojea Quintana, cuando días atrás le pidió “un respeto particular” para con el pontífice.

Bullrich y Massa –ambos dos obsesionados por ingresar en una segunda vuelta electoral porque ninguna encuesta al día de hoy prevé un ganador en el primer turno– procuran, en el caso de la primera, elevar el tono para aparecer ante el electorado con impronta presidencial (ser, estar y parecer) y mostrarse calma, segura y con suficiente autoridad para hacerse cargo responsablemente de la grave situación en este país. No trepida tampoco en hacer público que ha enviado una carta personal al papa Francisco pidiéndole que visite la Argentina y luego cuenta que se reunió con los curas villeros para solicitarles que la ayuden para que la visita papal se concrete.

Por su parte, el ministro de Economía y candidato presidencial –como ya se dijo– borra con el codo lo que acordó y firmó con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para reducir el gasto público, bajar el acelerado nivel que exhibe cada mes el costo de vida; devaluar el peso para, entre otras variables, acortar las diferencias entre el valor del dólar en el mercado oficial (USD 365,50) y la divisa norteamericana en el mercado ilegal, el blue (USD 730) y, por si algo faltara, reduce impuestos y propone sorteos para quienes cumplan con sus obligaciones tributarias. ¿Si te doy unos pesos, me votás? Ese plan, esa metodología, en el Chaco de Capitanich que hasta distribuyó electrodomésticos en los últimos días previos a la elección que perdió, no sirvió de nada. Pero Massa insiste.

Así las cosas, el eje de la travesía hasta las elecciones del venidero 22 de octubre pasa y transcurre por la imaginación de los economistas que imponen y popularizan algunas palabras tales como “dolarizar” o “bimonetizar” que, como el interrogante sobre “ser o no ser” de Hamlet –personaje creado por William Shakespeare– parece ser la cuestión y, de esa definición, emerge también como interrogante si el próximo gobierno dejará sin efecto el duro cepo con el que la actual administración regula el mercado cambiario o si se crearán fuentes de trabajo. Por allí van las reflexiones y las interrogantes sociales de una ciudadanía abrumada porque la plata no alcanza, los precios vuelan y el futuro parece no existir.

No queda claro qué ofrecen Milei, Bullrich y Massa para el día después en el caso de que alguno de ellos acceda al poder el 10 de diciembre de este año cuando completen sus mandatos el presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina F.

La única certeza, hasta el día de hoy, es que los tres candidatos con posibilidades ciertas de triunfo ya mencionados, proponen y habrá de aplicar políticas inspiradas en la derecha liberal.

Los pronósticos sobre el país que habrá de recibir cuando cualquiera de los tres presida la Argentina es que en el año que transcurre la inflación anual se ubicará en las cercanías del 200 %, aunque podría ser mayor a la luz de las acciones de gobierno que –en modo candidato– aplica el ministro de Economía Sergio Massa en procura de seducir al electorado.

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