DESDE MI MUNDO
- Por Mariano Nin
- Columnista
Las calles son libros abiertos. Cada una de ellas es un capítulo. Las historias se repiten, se cruzan y se vuelven a encontrar. Pero todas, más allá de lo que pudiera ser fantasía, nos dejan siempre una lección.
Pedrito deambula por la calle. Dejó su infancia jugando a sobrevivir. Tiene en sus manos un repasador con el que molesta a los automovilistas. Una sonrisa retorcida que deja entrever una mueca de rencor y desencanto. Sabe a dónde pertenece y se traga la rabia contenida.
Cambió vergüenza y dignidad por unas monedas. Se gana la vida y juega peligrosamente entre los autos y conoce el tiempo exacto para llegar por sorpresa. A veces insultos. A veces dinero.
Según el último informe de la ONU, unos 5.600 niños y niñas se encuentran trabajando o mendigando en espacios públicos.
Pedrito dejó la escuela. No recuerda cuándo, pero la pobreza y el abandono no le dejaron otra alternativa. No es su culpa, es solo un niño. Y de él hablan las estadísticas.
Algunos números parecen golpearnos en la cara:
Casi un millón de niños y adolescentes están por debajo del nivel de pobreza. Unos 50.000 niños sufrieron algún tipo de violencia en los últimos años. Invertimos poco más del 3 por ciento en niñez. Debería ser el doble.
Cada año tendrían que terminar la educación media 140.000 adolescentes. Solo terminan 70.000.
El 66 por ciento de adolescentes y jóvenes no asiste a ninguna institución de enseñanza formal, la tasa de escolarización secundaria es menos del 60 por ciento, una de las más bajas de la región. Es el reflejo de una realidad que se multiplica en las calles de Asunción y de aquí a los semáforos de todo el país.
Desde que nació, jugó a sobrevivir. En Paraguay, de cada 1.000 niños y niñas que nacen, 19 mueren antes de alcanzar los 5 años, 16 antes de cumplir el primer año y 11 antes del primer mes de vida. Pero para Pedrito las estadísticas no importan. Debe comer. Esa es su prioridad. No sabe que tiene derechos.
Constitución Nacional.
Art. 54.°. De la protección al niño:
- La familia, la sociedad y el Estado tienen la obligación de garantizar al niño su desarrollo armónico e integral, así como el ejercicio pleno de sus derechos, protegiéndolo contra el abandono, la desnutrición, la violencia, el abuso, el tráfico y la explotación. Cualquier persona puede exigir a la autoridad competente el cumplimiento de tales garantías y la sanción de los infractores.
Miro a Pedrito con pena y él me devuelve una mirada intimidatoria. Dos de cada diez adolescentes no trabajan ni estudian. Casi un millón de niños están atrapados en este círculo de pobreza. Y allí quedarán retenidos mientras no haya políticas serias que reviertan esta situación.
Mientras esto no suceda, una generación de chicos sin futuro crece silenciosa, escondida a la vista de todos, recordándonos las brutales diferencias que ahondan nuestros rencores. Pero esa... esa es otra historia.
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Tomar el desayuno y correr al búnker en 90 segundos
Cuando empiezan a sonar las sirenas de alerta sobre los cielos de Tel Aviv, la familia Weisman y millones como ellos buscan refugio de los misiles en camino y hoy continúan recogiendo los escombros de sus vidas.
Vera Lucía Papaterra, de origen dominicano, reportera del periódico estudiantil The Independent Florida Alligator (Gainesville, EE. UU.) busca ser una corresponsal internacional y fue invitada a Israel por la agencia de noticias del Medio Oriente para el mundo hispano parlante, Fuente Latina, para adentrarse a lo más profundo de un país que sigue en guerra pero que una vez más, da muestra de resiliencia, tras los ataques sufridos desde Irán, semanas atrás.
Una de sus entrevistadas fue una mujer israelí residente en Tel Aviv, Hadar Weisman, quien le relata como es la vida casi cotidiana bajo el sonar de las sirenas.
El decir por favor y gracias. Cómo usar cubiertos. Respetar a los mayores. A esa lista de lecciones básicas, la israelí Hadar Weisman añadió una que sus hijos repiten sin dudar: qué hacer en los 90 segundos después de que suenan las sirenas que indican que algún o varios misiles vienen en camino.
El 22 de junio de 2025 fue uno de esos días. En la llamada “Guerra de los doce días”, Israel y Estados Unidos habían atacado instalaciones nucleares iraníes e Irán había devuelto el fuego, lanzando decenas de misiles contra Israel. Varias zonas residenciales de Tel Aviv y en otras ciudades resultaron impactadas; 30 personas fallecieron y al menos 23 personas quedaron heridas. En Tel Aviv resultaron con daños severos varios edificios de Ramat Aviv,incluido el de Weisman. Fue una mañana de concreto roto y vidrios pulverizados que dejó a miles de israelíes sin casas, aunque con vida.
Misma sirena, diferente final
Aquella mañana, a las 7:23, tocaron a la puerta de Weisman. Eran los repartidores de un gavetero que había pedido una semana antes. Lo pusieron en el dormitorio. Apenas salieron, sonó la alerta. “Estamos muy acostumbrados a entrar al cuarto seguro”, cuenta Weisman. “Con los niños lo hacemos desde antes del 7 de octubre (del 2023 cuando terroristas de Hamás atacaron Israel)”.
Todos en casa de Weisman estaban ya vestidos y despiertos por el ruido de los obreros, así que caminaron con calma hacia la mamád, la habitación reforzada que muchos israelíes tienen en sus casas para protegerse de los misiles. El impacto llegó minutos después. El misil cayó entre los edificios de la cuadra. Ninguna estructura recibió un golpe directo, pero el golpe de la onda expansiva convirtió la casa en escombros. “Todo el edificio se sacudió y se cortó la luz”, recuerda Weisman, doctora en economía y profesora de microeconomía en la Universidad de Tel Aviv que vivía en ese apartamento desde 2019. “Nos quedamos 45 minutos en la oscuridad, sin saber qué habría cuando abriéramos la puerta”.
Sentados con una bolsa de caramelos
Dentro del cuarto seguro, un detalle dominguero: la tapa plástica del conducto del aire acondicionado salió volando y por ahí entraron polvo y residuos del edificio tras el impacto. Sentados en un colchón, con el teléfono en una mano y una bolsa de caramelos en la otra, los padres usaron el tiempo para hacer llamadas y tranquilizar a los niños. El mayor, de nueve años, lloró pensando en sus juguetes.
El impacto en el más pequeño, su hijo de tres años y medio, se mide más allá de una preocupación por sus cosas. En sí, el niño siempre pregunta la ubicación del cuarto seguro —como quien pregunta por el baño— cuando llega de visita a una casa desconocida. “Es una forma de vida y no debería serlo”, dice visiblemente emocionada Weisman. “No es manera de criar a nuestros hijos”.
Afuera, el grupo de WhatsApp del edificio se convirtió en un mapa humano. Vecinos reportaban quién estaba adentro y quién estaba en la calle para que los equipos de rescate no perdieran tiempo en búsquedas inútiles. Policías, bomberos y la unidad de rescate de la Fuerza de Defensa israelí subieron piso por piso. Forzaron la puerta acorazada del quinto piso, que quedó doblada, del apartamento de los Weisman. “Menos mal que esperamos”, dice. “Si hubiéramos intentado salir, el corredor estaba cubierto de muebles y cosas caídas. Nos habrían caído encima”.
Hay que mantener la rutina
El edificio de Weisman es uno de los más nuevos en el barrio y sus cimientos resistieron mejor que otros. Otros en la cuadra, no tanto. La familia pasó dos semanas en un hotel y luego consiguió un subarriendo en el mismo barrio para que los niños siguieran asistiendo a su misma escuela y su kínder. “Volveremos, dicen que para Pascua”, explica, con ese optimismo que nace de una rutina resistente. “Creo que será más tarde, quizá en julio”, añade con una sonrisa corta, como quien ya aprendió a negociar con la incertidumbre.
El ataque del 22 de junio fue parte de una escalada de doce días que cruzó fronteras y agendas políticas. Para Weisman, sin embargo, la política se traduce en una caminata sabatina. Ella asiste cada sábado a las manifestaciones por la paz que se llevan a cabo en la avenida Begin de Tel Aviv, donde discurso tras discurso pide el fin de la guerra y el retorno de todos los rehenes. “Voy desde antes de octubre”, cuenta, refiriéndose al 7 de octubre del 2023. “Esto no puede seguir así. Incluso si alguien creyó que al principio había justificación, ya no se ve un final ni resultados positivos. Es la forma equivocada de hacer las cosas”.
Su crítica tiene varios destinatarios. A su gobierno, que a su juicio no ha ofrecido una salida real ni ha priorizado un acuerdo para los rehenes capturados en el ataque del 7 de octubre. A Hamás, “una organización terrible, mala para Israel y aún peor para los gazatíes”. Y a cualquiera que crea que “disparar es mejor que hablar”, o que la vida de alguien vale menos que “un pedazo de tierra”. “Es inexcusable porque es obra humana”, dice Weisman, y la frase le tiembla en la garganta.
La confianza, admite, ya estaba dañada antes de octubre. “Siguen intentando cambiar el Estado de derecho en medio de la guerra”, señala Weisman sobre las modificaciones constitucionales que el gobierno trata de implantar para fortalecer los poderes ejecutivos y legislativos a expensa del judicial, algo que ha creado malestar en sectores de la sociedad israelí. Weisman escucha rumores sobre comicios, sospechas de fraude y un clima que erosiona las instituciones. Aun así, la decisión íntima no es simple. “Si nos paramos y decimos que esto es demasiado y nos vamos, ¿quién se queda? ¿Los que creen que esto está bien? Tampoco quiero que mi hijo cargue con esto”. Lo discuten en casa, una y otra vez.
Como casas de muñecas
Al volver a su apartamento en ruinas para recoger papeles y ropa, Weisman mira por la ventana y ve fachadas abiertas como casas de muñecas. Luego baja la mirada al pasillo, donde antes no se podía caminar sin tropezar, y recuerda la lección que repite a los niños: Hay una alarma. Se hace lo que toca. La vida va primero. “Estamos bien”, les dice. “La casa es solo cosas”.
La normalidad se despega a veces en pequeños gestos. Volver al subarriendo con mochilas y bolsas. Hacer la tarea de matemática. Preparar una cena sencilla. Y sí, repetir las reglas: por favor y gracias, respetar a los mayores, así se agarra un tenedor. Y esa otra, más urgente y aprendida a la fuerza, que suena como un juego pero enseña a sobrevivir: Sirenas en el aire. Un minuto y medio. Respira. Vete al búnker. Cierra su puerta reforzada. Espera. Vuelve a salir. Sigue adelante.
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“Muchas veces uno no se da cuenta del significado de las pequeñas historias”
- Jimmi Peralta
- Fotos: Cristóbal Núñez
El empresario, publicista y escritor José Daniel Nasta presentará esta semana su nuevo trabajo editorial. Se trata de una compilación de narraciones acopiadas en su memoria. Algunas fueron escritas allí por su propia vida, otras colectadas de boca de amigos, pero que juntas, y entre cada punto final, invitarán al lector a la risa, la emoción y la reflexión.
“El libro recoge anécdotas, algunas son personales y otras son de muchas personas. En algunos casos las nombro y en otros, no; quedan como anónimas. Cuando les consulté si podía citarlas, algunos dijeron que sí y otros me pidieron no aparecer, aunque sí me autorizaron la publicación de la historia”, explica José Daniel Nasta, reconocido empresario, quien con mucha frecuencia “se pone el sombrero de escritor”.
Nasta presentará el próximo jueves 29 de mayo, a las 19:00, su último trabajo editorial: “Pequeñas historias que hacen grande la vida”. El acto tendrá lugar en la residencia de la Embajada de Francia (Rca. Dominicana 146 casi Mcal. López). Se referirá a la obra el anfitrión, S.E. don Pierre-Christian Soccoja.
Se trata del decimoquinto libro de Nasta. Si bien en ellos ha abordado diferentes temas, excusas y formas, siempre tiene como hilo la propuesta de una narración que atrape al lector.
DESCUBRIMIENTO
“Desde que empecé mi trabajo profesional hace 60 años, siempre quise salir a descubrir el mundo y que el mundo me descubriera. ¿Por qué? Porque a mí siempre me fascinó la oportunidad de conocer otros países, conocer otro tipo de gente, otros idiomas y tratar de mantener diálogos que me enseñen cosas. Por otro lado, hay personas que se podrían estar perdiendo algo de la vida, porque en vez de aprender de ella están estableciendo una medida rígida que no les permite descubrir y crecer. ‘Pequeñas historias que hacen grande la vida’ son esas pequeñas historias que están ahí. Muchas veces uno no se da cuenta del significado de las pequeñas historias”, explica Nasta sobre el fino matiz que pone en valor las experiencias, desde la apertura hacia las vivencias y del significado que de ellas nacen.
Para José Daniel todo acto humano hace grande la vida. Sea pequeño, sea gigantesco.
Él plantea mirar la vida como una oportunidad, oportunidad de conectarse con la intensidad que le es propia, con los desafíos, alegrías y hasta los sinsabores.
“La vida no es lineal, la vida es siempre extremos por los cuales vas pasando y lo que vos tratás es de mantenerte lo más posible en la mitad de ambos extremos, sabiendo que ambos son momentos. Y la clave para mí es mirar la vida y ejercer la vida desde la paz, que es la parte más difícil, porque la paz te permite llegar a la felicidad, pero la felicidad no siempre te permite llegar a la paz. Y entonces ahí es donde uno tiene que saber establecer sus propios valores”, comenta.
LA ACCIÓN
José Daniel es un hombre afable de 77 años. Rodeado en su oficina de una colección monumental de obras de arte cargadas de historia, es la cabeza de un grupo empresarial que está en la vanguardia del rubro publicitario en el país desde hace varias décadas. Él define el sentido de su ser enfocándose en el hacer, con la mirada puesta adelante, buscando siempre avanzar dentro de los múltiples roles que asume.
“La palabra que me define a mí es ‘acción’. Yo soy una persona que hace cosas. Y necesitamos buscar palabras mantra que nos impulsen. ¿Por qué? Porque esas son las verdaderas motivaciones detrás de todas las acciones de nuestra vida”, explica.
“El autor de este libro es un profesional que se dio a sí mismo varios roles. Se pone el sombrero de empresario, se lo saca; se pone el sombrero de padre de familia, se lo saca; se pone el sombrero de escritor, se lo saca. No se pone el sombrero de intelectual porque no le interesa esa clasificación, se pone sombreros que impliquen acciones”, agrega.
VITALISMO
Esta definición lo plantea no como una actitud, sino como un modo de actuar, de ser, que se proyecta hacia el tiempo futuro. Es hasta podría decirse una suerte de vitalismo nietzscheano; es decir, no un sistema de ideas, sino una filosofía para la acción.
“El tiempo pasa y uno comete una gran cantidad de errores en el camino. El tema está en que uno no puede quedar pegado a esos errores porque si no se olvida de mirar adelante y la vida es para adelante, para avanzar, no para mirar hacia atrás. En un determinado momento de mi vida yo hice una reflexión y dije ‘caramba, yo le falté el respeto a fulano, mengana, perengano’. Hice una lista de todas las personas, les pedí una reunión y me fui a pedirles disculpas. ¿Qué hice yo? Me saqué mochilas de encima, mochilas para avanzar con más libertad hacia adelante”, reflexiona.
Desde la mirada filosófica de Daniel, el ser humano es energía y, como tal, tiene la capacidad de atraer y repeler, sean personas, hechos, circunstancias, negocios u oportunidades.
“Todo hecho que te sucede, sea bueno, regular o malo, acaba produciendo un efecto y una influencia. Hay personas que se quedan en el lado negativo del hecho. Yo siempre me dije a mí mismo que, aun en una situación negativa, tenía que sacar enseñanzas positivas. ¿Por qué? Porque yo soy una persona que miro la vida desde lo positivo y no desde lo negativo, y eso me ha traído más satisfacción que pensar negativamente”, explica.
EL LIBRO
“Pequeñas historias que hacen grande la vida” reúne en 196 páginas narraciones breves, con una propuesta gráfica que juega en cada página con la idea de ofrecer una diagramación original en función de la historia que cuenta. La editora del material fue Flavia Laterza, mientras que el diseño es de María Celeste Prieto.
“La estética es una manera de relacionarnos con la vida. Entonces el hecho de presentar una propuesta distinta yo creo que le genera un valor agregado al libro. ¿Por qué? Porque las historias pueden tener dos páginas o pueden tener un párrafo. Sea como sea son pequeñas cosas que hacen grande la vida”, refiere el escritor.
“Si bien las historias del libro me las fueron contando, hago también reminiscencia de lo que fue la Asunción de mi infancia, la Asunción de mi juventud, los raudales de la plaza de los Héroes que teníamos que cruzar cuando pretendíamos ir al cine los días de lluvia los fines de semana. Venían los chicos de la Chacarita y te ponían unos ladrillos y unos tablones de madera para no mojarte los zapatos y había que pagar 50 céntimos para eso”, comenta.
La metodología de producción de Nasta es apoyarse en su oralidad. El trabajo para las publicaciones le suele llevar entre 12 a 18 meses. El material se va constituyendo a través de un flujo de dictado, transcripción y corrección. En ese proceso va adquiriendo una forma, una idea final y de ahí nacen los nombres.
“La gente que ha podido acceder a los manuscritos del libro me ha dicho que hubo momentos en que rieron de las historias y otros momentos en que se quedaron sensibles. Esa es la vida, esa es la dualidad en la que transcurre”, comenta.
LAS HISTORIAS
Según explica, durante el proceso de redacción él busca ponerse en los zapatos del lector para hacer un libro interesante y atractivo, alejándose del aburrimiento. Así, la narración la termina por destacarse como herramienta en esa búsqueda.
“En 1983 publico mi primer libro por insistencia de Humberto Rubin. Yo siempre le decía ‘me gustaría escribir un libro’. Mi papá fue periodista durante muchos años y yo decía que me gustaría escribir un libro. Y Humberto me dijo ‘¿por qué no escribís sobre nombres raros? Que vos tenés una colección de nombres raros absolutamente insólita’. Ahí me puse a buscar y bucear en mi archivo de nombres para tratar de darle algún sentido lógico, divertido y conceptualmente interesante. Los nombres vienen de un lugar, tienen historias. Entonces me dije ‘si contás historias alrededor de los nombres, ahí pasan a adquirir otra dimensión’”, ejemplificó.
“Pequeñas historias que hacen grande la vida” es una forma más que Daniel encontró para trasmitir sensaciones e ideas y con él abrirá también un nuevo espacio de escucha de otras sensaciones e ideas, siempre a través de historias. “Lo que te quiero significar es que todos los días tenemos oportunidades de incorporar historias que hacen grande la vida”, afirma.
Nasta confiesa que hace muchos años estudia la cábala, un sistema místico y esotérico judío que se vale de las historias de la Biblia para revelar ciertos conocimientos que guardan relación con el sentido íntimo de las cosas.
“Mi primer maestro cabalista me dijo que hay que contar siempre historias a los niños para que se duerman y a los adultos para que despierten, porque de repente una historia contada a tiempo te puede permitir abrir los ojos a una situación que estás enfrentando si estás lo suficientemente alerta para percibir la situación como es”, concluye.
EL COLECCIONISTA
José Daniel Nasta es un reconocido empresario del rubro de la comunicación y el marketing. Así también, se destaca por ser un importante coleccionista de arte, con más de 7.000 obras en su inventario. Su relación con el ingenio, la creatividad y la estética lo terminaron de acercar a un mundo donde repite un quehacer que es también familiar en diferentes rubros: su hermano colecciona instrumentos, su hijo motos y su padre libros.
“¿Cuáles son los roles que están involucrados en el arte? Hay diversos tipos de artistas, pintores, ejecutores, artesanos; están los curadores, los críticos y estamos las personas como yo que somos coleccionistas. Yo definí mi rol como coleccionista y decidí no estudiar el arte desde su formación técnica para decir ‘esto es naif, esto es moderno, esto es posmoderno’. A mí no me interesa. Yo siempre he tratado de que las cosas tengan respuestas simples y lógicas”, explica.
Su vínculo con la obra se da a través de lo que llama la sorpresa estética, el placer frente al momento estético que genera emociones.
“¿Cómo compro una pintura? Me pregunto ¿es atemporal?, ¿qué significa la temporalidad? Que pueda, pese a que ese cuadro haya sido diseñado en el 64 o en el 68, hoy en la segunda década del siglo XXI siga estando vigente. Entonces es atemporal. Y eso me enseñó mi colección de sillas. Y la segunda pregunta es ¿lo colgaría en mi casa? Recuerdo que Mónica Matiauda hizo un cuadro fantástico del presidente Stroessner. Entonces me pregunté ¿es temporal? Sí. ¿Lo colgaría en mi casa? No. Pero si yo me hubiera hecho la pregunta de si ¿tiene valor museístico? Lo hubiera comprado. Porque esa es la tercera pregunta que tenemos en la Fundación de Arte Texo y un museo. ¿Por qué? Porque hay cosas que están en los museos que están hechas para crear un shock, pero uno no puede vivir con cuadros shock en su casa, sino que necesita la intensidad de la calma que un cuadro pueda transmitir”, asevera.
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Historias en el tráfico
DESDE MI MUNDO
- Por Mariano Nin
- Columnista
Son las tres de la tarde. Transito por General Santos camino a Lambaré un día cualquiera. Hace frío, pero siento que todos estamos calentándonos en un tráfico infernal.
Muchos nervios, mucha frustración y unas ganas locas de llegar a casa.
Por un momento nos habíamos olvidado de los limpiavidrios, chicos que ni estudian ni trabajan y se ganan la vida en las calles un poco molestando y otro poco chantajeando a la gente tragándose la dignidad y expuestos a la humillación constante. Esa es la realidad.
Limpiar vidrios no es un trabajo y mucho menos un servicio por el cual tengamos que pagar. Si mi ropa está sucia, la lavo o la llevo a la lavandería y pago por ello, pero nunca voy a aceptar que mi vecino me exija unas monedas por arrebatarme la ropa en un descuido y lavarla medio a la fuerza. En las calles es igual.
Nadie está obligado a pagar por un arrebato de necesidad en un momento de distracción. No es agradable que te tomen por sorpresa. No lo es para nadie y con el tráfico disparándote directamente a los nervios es casi una provocación. Y las calles volvieron a convertirse en campos minados.
El 70 por ciento de los trabajadores informales en situación de calle que se encuentran en los cruces semafóricos de la ciudad de Asunción provienen de las ciudades aledañas del departamento Central.
De pronto me sentí amenazado y tuve miedo. Pudo haber sido una tragedia, pero por suerte no pasó de un gran susto. Y es que un joven cansado del asedio en los semáforos se bajó con un revólver en mano para desafiar y golpear a un limpiavidrios. Hubo insultos, un griterío infernal y una estampida.
Debería de haber sido una llamada de atención. Hace unos años hubo un intento de convenio con unos supermercados para sacar a estos chicos de las calles, pero al final la herida volvió a sangrar y ya no hubo atención.
La situación es compleja. Lo sé. Pero deberían aplicarse políticas interinstitucionales para garantizar que una buena idea no se convierta en un parche.
De no ser así, las cosas irán empeorando hasta que algún nervioso automovilista sacado de sus cabales y con un revólver en mano se enfrente a un limpiavidrios y termine en tragedia, una tragedia que podría evitarse.
Mientras, vamos transitando al filo del caos en calles sin ley. Pero esa… esa es otra historia.
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Un lustro de contar historias de manera diferente
Hoy domingo 14 de abril se cumplen exactamente cinco años de la primera edición de El Gran Domingo de La Nación, cuya misión ha sido volver a ese periodismo escrito que pueda reconciliarnos con un trabajo más descansado, sin ese ruido propio del trajín diario, de la vorágine informativa del día a día.
- Imágenes: Nicodemus Espinosa / Archivo
Un lustro atrás nacía un proyecto que se caracteriza por su constancia, variedad y agudeza, una propuesta periodística que busca darle al lector una narración más fresca con la exigencia de dotarle a cada nota de la perspectiva clásica del buen periodismo.
Hace cinco años, un proyecto que tenía como cabeza a la querida Marycruz Najle (†) veía la luz: El Gran Domingo, una propuesta que ya se ha posicionado en la actualidad dentro de la agenda editorial semanal y que hoy está de aniversario.
Una mirada retrospectiva de los cinco años de trabajo muestra variedad de temas, enfoques e intereses, que sin dudas convergen en la intención de ofrecer a los lectores la oportunidad de superar el breve contacto con el papel o la web para poder adentrarse al viejo ritual de la lectura de fin de semana.
UN HITO
Sin dudas la pandemia del covid-19 fue un hito para la historia de la humanidad y registró a fuego la cotidianeidad de la información dentro de los medios de comunicación del mundo. Por ello, también fue un tema constante dentro de las ediciones de este especial.
No obstante, más allá de ello, la mirada al retrovisor que muestra lo acontecido en el desarrollo de este proyecto observa que atrás quedaron temas e inquietudes recurrentes, búsquedas no obligadas que finalmente constituyen lo esencial de El Gran Domingo: en diversos formatos, como crónicas, reportajes y entrevistas, se ven una y otra vez publicaciones sobre historia, arte, ciencia, deporte y otras variadísimas ramas del conocimiento.
En este tiempo se hizo presente la labor de rescatar la historia para repensarla y redescubrirla, sea a través de lugares y episodios emblemáticos, sea por análisis de libros o con la participación de numerosos historiadores e intelectuales que dieron profundidad a cada material.
El Gran Domingo también en reiteradas veces se esforzó para poner en valor el trabajo de los artistas locales, sus producciones, historias y miradas. Así también, la cultura contemporánea pone en relieve al deporte, que es transversal a la narrativa cotidiana. Por ello, desde este especial desfilaron las estrellas paraguayas de las más diversas modalidades.
Y, finalmente, con la ciencia, desde la genética, la astronomía, la biología, la psicología, la informática y otras disciplinas, se buscó aportar perspectiva de análisis y ensanchar la labor divulgativa de investigaciones que vienen realizando profesionales paraguayos.
Personajes y acontecimientos que forman parte de la narrativa nacional se han puesto bajo la lupa de referentes de la historia en estos cinco años dentro de estas páginas. A continuación, rescatamos fragmentos de cinco notas que a través de la masiva reacción de los lectores han quedado como algunas de las más recordadas.
HISTORIA
“La trágica semana santa del 76″ (21-04-2020)
“En abril de 1976, el comisario Camilo Almada Morel se instala en la Delegación de Gobierno de Misiones con la orden de aniquilar la organización campesina. El ave negra de la represión y la muerte empezó a sobrevolar los ranchos campesinos con la complicidad de autoridades nacionales y regionales. En vano monseñor Ramón Bogarín golpeó las puertas de la misma Delegación de Gobierno. La orden de reprimir era del dictador.
Un reporte escalofriante del propio Almada a su mandamás, el sanguinario Pastor Coronel, mencionaba que fueron capturados 11 campesinos y que 6 habían sido ‘empaquetados’, una poco elusiva forma de decir que fueron ejecutados”.
DEPORTES
“Con el básquet en la sangre y el corazón de campeona. Entrevista a Paola Ferrari”.
(2-06-2019)
Hacia Francia se marchará en el mes de octubre próximo, una vez que finalice el Panamericano (Americup) de Lima, Perú, en el que participará con la selección paraguaya. El Nantes de Francia, su nuevo equipo, empieza la pretemporada en agosto, pero le dan permiso para defender a la selección de su país. Llegará con buen ritmo de competencia cuando se incorpore. Las razones para ir a Francia también son económicas: “Pagan mejor que en España, además tienen condiciones diferentes. Siempre entra en el debate que las mujeres ganamos menos que los hombres. Lastimosamente es así. Seguimos luchando por la igualdad. Depende mucho de la carrera deportiva que hayas tenido. En mi caso, llevo muchos años viviendo de esto y no me puedo quejar. Ojalá haya más igualdad”, dice Paola, que recuerda así el debate constante que se da entre las deportistas mujeres de cualquier disciplina.
ARTE
“Mi profesión es mentir”. Entrevista a Arnaldo André (26-01-2020)
Se lo recuerdo. Cuarenta y cinco años pasaron desde entonces. “¡Upa! (se ríe). ¿Por qué me lo recordás?”. Vuelve a reír. “Aquella novela me encontró después de haber hecho tres trabajos con Migré. Fue la primera vez que me tocó interpretar a un paraguayo y contar una historia que tenía que ver con una familia paraguaya que no era mi historia, pero… se parecía demasiado”. ¿En qué? “En que cuando me largué de Asunción a Buenos Aires vine solo y después llegó mi familia. Fue una gran experiencia porque Migré comenzó a escribir algunos guiones con algunas palabras en guaraní y, desde entonces, y en algunos casos hasta el día de hoy, muchos recuerdan cuando decía ‘rohayhu’ (te quiero). Fue muy importante para mí. ‘Piel Naranja’ es la novela que más quiero”.
SALUD
“Los héroes del IPS en la lucha contra el virus”. (6-09-2020)
“Una de las muchas historias tristes que les tocó vivir en IPS fue la internación, casi al mismo tiempo, de un matrimonio con covid positivo. Ambos fueron intubados en terapia intensiva. Uno de ellos falleció y su sobreviviente –al despertar de su coma inducido– preguntó por su cónyuge y el médico, con el alma hecha pedazos, debió contarle lo sucedido.
‘Esa persona que recibió la tremenda noticia estaba sola, en su cama de terapia, sin el abrazo y el consuelo característico de familiares. No le importó haber sobrevivido: ¡quedó con el alma destrozada! Lo único que pedía era salir de alta para visitar la tumba de su cónyuge. Son momentos muy duros. Y el personal de blanco está ahí, sigue peleándole a la muerte’, concluyó el doctor Ruiz Pérez”.
TURISMO Y NATURALEZA
“Mocito Isla: un santuario natural enclavado en los humedales del Ypoá” (9-07-2023)
Los principales guardianes de este prodigio de la naturaleza de unas 35 hectáreas son los intrincados y laberínticos caminos que pueden llegar a disuadir hasta al más osado de los aventureros. Tras no pocas dificultades, llegamos al fin cerca de las nueve de la mañana al lugar convenido, una casa de típico estilo kulata jovái cuyo patio posterior hace las veces de atracadero de botes. Una vez que arribamos al “puerto” ubicado en la compañía Caapucumí nos comunicamos con doña Claudelina Franco, encargada de las comunicaciones para la coordinación de las visitas a la isla, a fin de avisarle que ya habíamos llegado.
“Ohótama che ména penderekávo. Agaite oguaheta” (Ya se va mi marido a buscarles. Enseguida llega)”, nos dice del otro lado en una breve conversación entrecortada por interferencias en la señal. Pocos minutos después observamos a un hombre enjuto de avanzada edad y curtida piel morena que por las noches bien puede ser tomado por Caronte. Al tiempo que aparca mansamente el bote en el rústico muelle nos saluda con tono animado: “Mba’éichapa. Pejupi katu. Barco ko ýpe ojecarga porque nda’irruédai” (¿Qué tal? Suban. El barco se carga en el agua porque no tiene ruedas), nos invita don Catalino Franco largando una leve carcajada, quizá advirtiendo cierta renuencia de nuestra parte para abordar la pequeña embarcación.
MARYCRUZ Y MARIO RUBÉN
Estos años de El Gran Domingo sirvieron de oportunidad para que dos destacados trabajadores de la prensa local compartan con sus lectores sus últimas redacciones: Marycruz Najle y Mario Rubén Velázquez, de las mejores plumas del periodismo paraguayo, formaron parte central de este proyecto que al cumplir cinco años también les brinda un sentido homenaje.