• Por el Hno. Mariosvaldo Florentino
  • Capuchino

Ya hacia un buen tiempo que Jesús estaba caminando con sus discípulos. Juntos ya tuvieron muchas experiencias. Ya convivieron en muchas situaciones diferentes. Ya vieron muchos milagros y escucharon muchas enseñanzas. Ya es el momento de empezar la preparación para la culminación de su misión en el mundo. Es por eso que Jesús les hace estas dos preguntas.

En primer lugar, Jesús quiere saber lo que ellos escuchan decir de él. Su pregunta es: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Las respuestas que dan los discípulos son muy variadas: “Unos que Juan el Bautista, otros que Elías; otros que Jeremías o uno de los profetas”.

En una palabra, el pueblo estaba admirado con Jesús y lo veían como una señal de Dios, como uno de los profetas, como uno de los que debían preparar la venida del Mesías, pero ellos no lo veían como el Mesías, como el Hijo de Dios, como la gran promesa.

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Infelizmente las personas aún no se habían dado cuenta que las promesas hechas para el tiempo mesiánico estaban sucediendo: los mudos hablaban, los sordos oían, los ciegos veían, los cojos caminaban, los leprosos eran purificados, los pobres recibían el anuncio de la salvación. Las personas corrían para encontrarlo, les llevaban sus enfermos, comían el pan multiplicado, lo escuchaban… pero pensaban que él era solo uno los profetas… que sin dudas ya era una gran cosa, pues no lo creían un engañador, un trapacero, un charlatán, pero aún no habían entendido que ya estaban en la plenitud del tiempo, que él era el Mesías esperado.

Es por eso que Jesús debe hacer la segunda pregunta: Y vosotros ¿Quién decís que soy yo? Como diciendo: muy bien las personas de afuera aún no se dieron cuentas, pero ¿para ustedes quién soy yo? Y Pedro lo responde muy rápidamente: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.

Esta es la primera vez que uno de sus discípulos hacía esta profesión de fe, que un hijo de Adán reconocía la divinidad de Jesús. (El diablo ya lo había reconocido, pero no era una profesión de fe, al contrario, su interés era crear confusión).

Pedro fue el primero. De hecho, él estaba dando un salto en la fe, estaba afirmando que Jesús era mucho más que un profeta, era el propio Hijo de Dios. Para decir esto ciertamente Pedro estaba ya recibiendo la ayuda de Dios mismo: pues, aunque las cosas sean muy evidentes, es solo cuando Dios quita las escamas de nuestros ojos que conseguimos ver claramente.

Y con Pedro, el primero que profesó la fe en la plenitud de la revelación, ya se puede empezar a construir la Iglesia: ella ya tiene su primera piedra: Pedro.

De hecho, ser un miembro de la Iglesia de Cristo significa en primer lugar reconocer que él es el Hijo de Dios, que él es el verbo de Dios que se hizo carne y vino habitar con nosotros, que él es el único salvador del mundo. No basta solamente tener una cierta admiración por él, es necesario creer con todo el corazón que él es el Señor.

Seguramente en este domingo Jesús nos pregunta a cada uno de nosotros: ¿Quién dicen las personas que soy yo? Y surgirán muchas respuestas: Jesús fue un gran hombre que sabía predicar muy bien y conseguía atraer a las personas con sus palabras. Otros lo ven como un gran fundador de una religión como fue también Buda, Confucio, Mahoma etc. Otros como un místico que, con algunos poderes especiales, que hizo muchos milagros. Otros como uno de estos iniciados en los misterios de la vida y del cosmos. Otros como un gran romántico que soñaba con una sociedad del amor. Otros aun como un revolucionario que quería cambiar todas las situaciones de opresión.

Sin embargo, Jesús nos pedirá también: Y para ti ¿quién soy yo? Y esta debe ser una respuesta que exprese nuestra fe personal, pues si decimos que creo con todo mi corazón que Tú eres el Hijo de Dios, mi único Salvador, entonces esto significa que también nosotros somos piedra de su Iglesia. Todavía, solo debo decirlo si de verdad lo siento, pues si realmente él es mi Dios, debo vivir sus enseñanzas.

El Señor te bendiga y te guarde,

El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti,

El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la PAZ.

“Pedro fue el primero. De hecho, él estaba dando un salto en la fe, estaba afirmando que Jesús era mucho más que un profeta, era el propio Hijo de Dios. Para decir esto ciertamente Pedro estaba ya recibiendo la ayuda de Dios mismo: pues, aunque las cosas sean muy evidentes, es solo cuando Dios quita las escamas de nuestros ojos que conseguimos ver claramente”.

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