Esta semana que pasó fue una de esas que quedan en el recuerdo, en la historia de nuestras memorias, porque marcarán el rumbo de nuestro querido Paraguay. Asume un nuevo gobierno y todo es esperanza y optimismo en general. Hayamos apoyado o no al gobierno entrante, démosle toda la chance que se merece.
Un presidente joven, preparado y con experiencia es un gran hándicap para nuestra nación. El presidente Santiago Peña es una gran promesa. Se vive en la sociedad en general, en el sector empresarial, un positivismo que debe canalizarse rápidamente.
¿Por qué rápidamente? Principalmente porque las mejoras que ha obtenido nuestro país a nivel macro, con notas excelentes incluso en algunas métricas, no se han visto concretizadas del mismo modo en la microeconomía, en la diaria. O sea, cuando nos ven desde afuera, y analizan la estabilidad monetaria, inflación controlada, crecimiento del PIB razonable, entre otros, pasamos el examen. Pero cuando vemos a nuestra gente, cuando dejamos de mirar nuestro ombligo y salimos al interior, al norte, en pequeñas localidades, la pobreza sigue estando altamente presente (a pesar de las mejoras).
A Juan o María no les interesa saber qué tan bien estamos en el ranking de clima de negocios, cuánto es nuestra deuda externa o a qué tasa colocamos los bonos del Estado. Ellos precisan trabajo, una oportunidad. Necesitan que sus chicos vayan a una escuela pública decorosa, si tienen problemas de salud, asistir a un hospital mínimamente equipado y con medicamentos disponibles. Ellos requieren transportarse en un colectivo que no pierda la rueda y necesitan llegar a su casa al final del día sin que los asalten en su propia cuadra.
Estos pendientes, que lastimosamente los políticos no ven o no quieren verlos, son necesidades, que, si no son satisfechas con mejoras a corto plazo, en estos años de gobierno, les harán perder más la fe en los partidos políticos y sus representantes. Y ¿a quién creen que votarán en las próximas elecciones? Todos sabemos verdad…
Bien lo ha dicho el Sr. Santiago Peña, el Estado no debe ser el generador de empleo. Es el Estado el que debe generar y propiciar las herramientas a los empresarios para que los mismos puedan seguir invirtiendo. Además, con nuevos inversores del exterior, este crecimiento ofrecerá mayores oportunidades a los que más necesitan. Estas nuevas inversiones generarán un mayor caudal de ingresos a las arcas del Estado, que el mismo debe cuidarse al máximo, gastar en lo que realmente debe hacerlo. La eficiencia en gastos del sector público y la transparencia imprescindible son los únicos caminos para que el “dinero de todos”, fruto de la recaudación, llegue a mejoras sociales impostergables para los más necesitados.
No sé si es el “resurgir de un gigante”, no vamos a apelar a la historia para recordarnos melancólicamente que fuimos grandes hace 150 años. Vamos a mirar el futuro, somos chicos, pero tenemos las condiciones de jugar en las ligas medias los próximos años y si hacemos bien nuestra tarea, ojalá nuestros hijos vean a Paraguay jugar en las finales de la Liga de Campeones. Se puede, Paraguay, sin duda, pero el trabajo es de todos.