• Por Felipe Goroso S.
  • Columnista político

El golpe militar de febrero de 1989, liderado por el general Andrés Rodríguez –que derrocó la dictadura de 35 años de Alfredo Stroessner–, devolvió a los paraguayos derechos fundamentales, como la libertad de expresión, de movilización, de reunión y la de prensa. Todos ellos han quedado plasmados en la Asamblea Nacional Constituyente que tuvo como consecuencia la Constitución Nacional que nos rige como paraguayos.

Eso sí, con la llegada de la democracia también se les ha otorgado a los medios de comunicación un poder que tal vez nunca habían tenido en Paraguay. Ahora bien, es sabido que todo poder trae consigo una responsabilidad. La administración de este no es un asunto que sea sencillo. El compromiso social que se adquiere se ha visto depreciado en infinidad de ocasiones. Los grupos de medios de las familias Zuccolillo y Vierci han construido de manera sistemática un hábitat de desinformación que le ha generado un profundo daño a la credibilidad de nuestras instituciones. Y ojo, que no se está planteando ningún tipo de restricción a la crítica ni a las libertades tan dolorosamente conquistadas, se habla de responsabilidad a la hora de generar información.

Cuando uno tiene un par de años en esto, como un humilde observador del mundo de la política paraguaya, cae en la cuenta de algunos aspectos que para la mayoría de los ciudadanos tal vez puedan pasar desapercibidos. Los grupos de medios citados construyen narrativas más cercanas a principios de la propaganda que a cualquier otra cosa. Repiten una idea muchas veces y la replican a muchas personas, convierten la mentira en verdad o la van acomodando según sus intereses y logran difundirlo en diferentes canales mediante sus figuras. Es el principio número 6 de la propaganda. Recursos más antiguos que la propia injusticia.

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Las operaciones políticas y mediáticas que se han dado en las últimas semanas son apenas la antesala del ambiente que deberá gestionar el gobierno entrante. De hecho, varias de ellas vienen acompañadas de un mensaje bastante claro, para quien quiera ver. Veamos apenas unos ejemplos.

El caso del designado como director general paraguayo de la Itaipú, Justo Zacarías. Apenas se conoció su designación, el grupo Abc inició una furibunda campaña en la que se exponía un caso en particular de la época en que el mismo lideraba la Gobernación del Alto Paraná en el periodo 2013-2018. Lo que los periodistas conocen como refrito. No se aportaba ningún elemento nuevo, pero se presentaba en titulares catástrofe y como tema principal de varias tapas. Obviamente, se enmarcaba la supuesta noticia de manera tendenciosa y repleta de una amplia variedad de sesgos.

El otro caso digno de ser expuesto es el del diputado Orlando Arévalo. A los grupos Zuccolillo y Vierci les molesta que el mismo haya sido electo como presidente del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados. Desde que se dio su elección en dicha instancia han iniciado una campaña que apunta a dinamitar la imagen de este, recurriendo incluso a burlas al aire de sus pseudofiguras y analistas en espacios que en algún momento se preciaron de ser periodísticos.

En ambos casos, se sabe y por fuentes desde dentro de esos grupos de medios que las reales intenciones están muy lejos de ser las mencionadas en los artículos 26, 27, 28 y 29 de la Constitución Nacional. Seguramente, en algún momento quedará develado el trasfondo que ha llegado a generar incomodidad en las salas de prensa de esos grupos por el tufo que traen aparejado. El pecado común de los dos es el hecho de pertenecer a la ANR, con el agravante de su militancia al interior del movimiento Honor Colorado.

Los grupos de medios de comunicación tienen intereses económicos y políticos. Que los mismos se disfracen de noticia o periodismo flaco favor le hacen a su credibilidad, lo cual ya quedó demostrado en las últimas elecciones generales. La política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, o en este caso la misma ciudadanía y el electorado también sabe enviar mensajes a los medios de comunicación. El problema con estos es que casi siempre prefieren no verlos.

Los grupos de medios de las familias Zuccolillo y Vierci han construido de manera sistemática un hábitat de desinformación que le ha generado un profundo daño a la credibilidad de nuestras instituciones.

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