• Por el Hno. Mariosvaldo Florentino
  • Capuchino.

“Bajó Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús. Pero, viendo la violencia del viento, le entró miedo y, como comenzaba a hundirse, gritó: “¡Señor, sálvame!” Al punto Jesús, tendiendo la mano, le agarró” Mt 14,29-31.

Creo que todos ya conocemos este evangelio que nos habla de Jesús caminando sobre las aguas. En otras oportunidades ya hemos meditado sobre el sentido de este caminar de Jesús. Hoy queremos meditar sobre la persona de Pedro que también hace esta experiencia.

El mar puede significar las dificultades de la vida, las pruebas por las cuales todos nosotros tenemos que pasar. A todos nos toca en algún momento tener que salir de la barca y enfrentar ciertas situaciones.

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Jesús para hacerlo se había preparado con la oración. De hecho, él estuvo haciendo una vigilia solo en la montaña durante toda la noche, estuvo orando más de ocho horas. Y solamente después de esta preparación empezó a caminar sobre las aguas.

Cuando Pedro vio que Jesús caminaba sobre las aguas, sin vacilar y sin pensar mucho, exactamente como un niño, quiso hacer lo que él estaba haciendo. Y Jesús le consintió. De hecho, en lo que dependía de Jesús, Pedro ya podía caminar sobre las aguas. Y así fue. Él confiando plenamente en las palabras de Jesús, salió de la barca y empezó a caminar hacia el Maestro. En el inicio él estaba muy motivado, tenía los ojos fijos en el Señor y caminaba. Se sentía fuerte y sostenido por su palabra, “¡ven!”. Pero después de algunos pasos, cuando él se dio cuenta de la fuerza del viento y de lo peligroso que era lo que estaba haciendo… cuando él miró hacia los lados, cuando él dejó de mirar hacia el Señor y de confiar solamente en su palabra, entró en su corazón la duda, y entonces empezó a hundirse… ya no conseguía más caminar sobre las aguas, el miedo y las dificultades empezaron a tragarlo.

La pregunta que nos hacemos es ¿Por qué Pedro dudó? Y creo que la respuesta es muy sencilla: porque él no se había preparado. Su decisión de caminar sobre las aguas fue un ímpetu, su decisión de enfrentar esta dificultad fue muy precipitada, él no había buscado cargarse con la fuerza de Dios antes de enfrentar el peligro. Él no había entrenado su confianza con la oración. Por eso el viento fuerte le encontró desprevenido y él dudó de que Dios estuviera allí, dudó de sus fuerzas, dudó que él fuera capaz de vencer el peligro del mar, dudó de su fe. Y Pedro empezó a hundirse.

Cuantas personas hoy también están hundiéndose en los mares de la vida, porque sin solidificar en el corazón la confianza en Dios, se lanzan al mar. Quieren combatir sin tener el arma. Se creen atletas sin hacer antes muchos ejercicios.

Y lo increíble es que Dios no te impide salir de la barca. Son estas cosas que solo después de haber experimentado, es que conseguimos entender. Y Pedro, viéndose hundir, hace lo que todos deberían hacer cuando se sienten en esta situación: gritó a Dios y le pidió su ayuda.

Y Dios siempre fiel estaba allí, le tendió la mano y le llevó de nuevo a la barca. Ciertamente no para que Pedro no saliera nunca más, sino para que se prepare mejor con la oración y así en otro día pudiera salir de nuevo de la barca, vencer las dificultades y caminar sobre las aguas sin asustarse con el viento.

Y nosotros ¿cuál es nuestra situación? ¿Estamos viviendo un momento particular? ¿Necesitamos empezar a caminar sobre las aguas, sobre las dificultades, sobre las tristezas? Pues bien, preparémonos con la oración, intensa y fuerte, hasta adquirir aquella confianza en el Señor, que nos permitirá caminar sin miedo, aun cuando lleguen los vientos más fuertes y violentos…

Si nos hemos lanzado desentrenados al mar, y ahora sentimos que nos hundimos, gritemos al Señor, con todas nuestras fuerzas, estoy seguro que él nos ayudará a retornar a la barca, y más adelante, podamos de nuevo lanzarnos mejor preparados.

El Señor te bendiga y te guarde,

El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.

El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la PAZ.

El mar puede significar las dificultades de la vida, las pruebas por la cuales todos nosotros tenemos que pasar. A todos nos toca en algún momento tener que salir de la barca y enfrentar ciertas situaciones. Jesús para hacerlo se había preparado con la oración. De hecho, él estuvo haciendo una vigilia solo en la montaña durante toda la noche, estuvo orando más de ocho horas. Y solamente después de esta preparación empezó a caminar sobre las aguas.

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