• Por Jorge Torres Romero
  • Columnista

“Yo no puedo fracasar”, nos dijo el presidente electo, Santiago Peña, en una entrevista. El fracaso de Peña sería el fracaso del Paraguay. Los ministros designados tienen clara esa línea trazada por el presidente y ante el más mínimo error, las personas que integran el Ejecutivo saben que serán removidas. Peña ya dio señales de esto, ejemplo, con el doctor Felipe González, no por la inoperancia del médico, ni mucho menos, sino por remarcar la sintonía que debe haber con el propósito perseguido.

El gobierno que se va se caracterizó por la improvisación y una ausencia de liderazgo sólido que impidió creer en las instituciones, por lo que hoy todo debe reconstruirse. Aumentó el desempleo, la pobreza extrema subió luego de 15 años de controlarse, y la inseguridad se apoderó de las calles, además del posicionamiento a gran escala de la “industria” del narcotráfico, consolidada con el guiño del gobierno de Abdo. A pesar de todo esto, hubo una complicidad de un sector de la prensa (Grupo Zuccolillo - Grupo Vierci) que ignoró los hechos de corrupción y aplaudió el uso de las instituciones del Estado como garrote político, solo porque tenían un enemigo común a quien querían destruir.

No pudieron destruir a ese sector político y como la situación de la calle es irrefutable, el bolsillo de la gente interpela y provoca a mirar la realidad, más allá de los perifoneos de los amigos de la prensa, la ciudadanía les pasó factura e hizo que ese sector conquiste el poder.

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Esos mismos protagonistas de la cultura del odio, de la envidia, hijos del resentimiento son los que no pueden digerir que la ciudadanía les haya ignorado y votado por actores políticos contrarios a quienes ellos han promocionado y avalado durante cinco años. Estos mismos promotores del cinismo, supuestamente preocupados por el Paraguay, son los que ahora fogonean con mentiras y campañas el fracaso de un gobierno que recién asume el martes.

Tres ejemplos, primero, quisieron instalar, para provocar una crisis política, que había planes de someter a un juicio político al fiscal general del Estado. Desde el presidente electo, hasta los supuestos enjuiciadores le dieron el voto de confianza a Emiliano Rolón y acompañaron un mejor presupuesto para el Ministerio Público, se quedaron hablando pavadas, porque el show no les salió. Segundo, usaron a los niños para presentar un escenario irreal, supuestamente miles de niños se quedarían sin el almuerzo escolar tras la derogación del convenio con la Unión Europea. Se les evidenció que el plan era meternos en forma subterránea una agenda global, que la ciudadanía rechazó enérgicamente. No se perderá la donación europea, les aclaró el futuro canciller, el vicepresidente electo, y el ministro de Educación entrante. Tercero, inventaron una supuesta fusión entre IPS y el Ministerio de Salud, provocaron una manifestación de jubilados frente a la casa de Peña. Tal pretensión no existe, ni siquiera está en el debate, solo se habló de un sistema integrado de salud para atender mejor a los ciudadanos.

Así de repugnantes son. Así se comportarán durante los cinco años del gobierno de Peña. No les importa el Paraguay y quieren el fracaso del presidente electo. Los paraguayos de bien deben ignorarlos, como lo hicieron en las urnas y potenciar a quienes tienen intenciones de que nuestro país sea próspero y donde la gente viva mejor. Presidente Peña, ignore a los promotores del mal y cumpla su promesa de que miles de compatriotas merecen estar mejor. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.

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