• Por el Hno. Mariosvaldo Florentino
  • Capuchino

El evangelio que la Iglesia nos propone para este domingo, nos presenta algunas parábolas muy interesantes sobre el Reino de Dios (El trigo y la cizaña, el grano de mostaza y la levadura) y tendríamos muchas cosas sobre las cuales meditar, pero como los sacerdotes pueden leer la forma más corta, voy a meditar sobre una frase de la primera parábola, que debe ser leída en todas las iglesias.

Sospechando que estaba creciendo plantas de cizañas en medio al trigo los empleados querían pronto empezar a quitarles, limpiando ya al inicio la plantación. Sin embargo, no es muy sencillo descubrir cuales son cizañas y cuales son trigo, pues cuando estas plantas están creciendo, son muy semejantes unas con las otras. Ciertamente al buscar hacer la limpieza, ellos muchas veces se equivocarían, quitando algunas plantas de trigo como si fueran cizaña, y también podrían dejar algunas de cizañas pensando que fueran trigo. O sea, hacer este trabajo cuando aún no se tiene la absoluta certeza, es una cosa muy arriesgada, e indudablemente será ocasión de injusticia. Por eso el Señor pide a sus empleados que sean pacientes. Él no quiere perder a ninguno de aquellos que son buenos. En su sabiduría aconseja a los suyos a esperar el tiempo de la cosecha, pues allí se tendrá la certeza de cuales eran trigos y cuales eran cizañas.

Esta parábola nos habla sin dudas del misterio de la Iglesia en medio del mundo. Dios, como el agricultor, ha plantado una buena semilla. Todas las plantas en los campos de la Iglesia deberían ser buenas, pero el enemigo con sus engaños y tentaciones, esparció también semillas malas. Por eso, en todas las partes, en todos los grupos, en todas las comunidades, existen siempre muchas personas buenas y también algunas personas que a veces crean confusión, desunión e intrigas.

Muchas veces, llenos de buena voluntad, también nosotros queremos por nuestra cuenta empezar a hacer la limpieza. Queremos expulsar, arrancar, echar a todos aquellos que nos parecen cizañas. Sin embargo, también a nosotros el Señor nos pide tener paciencia, para no ser precipitados, para dejar este trabajo a los ángeles al final de la historia.

De hecho: ¿cuántas veces nosotros ya nos equivocamos con nuestros juicios? ¿cuántas veces ya herimos injustamente a una persona, porque no tuvimos la paciencia de esperar para conocerla mejor? ¿cuántas veces ya nos decepcionamos porque le pusimos a alguien en los cielos, y después descubrimos que era todo lo contrario? A veces, en nuestras inseguridades vemos cosas que no existen en los demás, miramos sospechosos, creamos barreras, y sin dudas les hacemos sufrir. Otras veces, proyectamos en los otros nuestros miedos, nuestros traumas, nuestras frustraciones y también les creamos muchas dificultades.

Ciertamente lo mejor que tenemos que hacer es, en vez de juzgar a los demás, buscar conocernos mejor a nosotros mismos. Descubrir si en este campo de Dios yo estoy creciendo como un trigo, esto es, estoy produciendo buen fruto, o estoy solo ocupando espacio, solo consumiendo energías, sin estar buscando producir nada. Y si alguien se descubre siendo como una cizaña, pero quiere cambiar, tengo certeza que con placer el Señor será capaz de hacer hasta esto.

En cuanto a los demás, lo mejor que podemos hacer es amarlos con mucha paciencia, especialmente a aquellos que a veces creemos que son cizaña, pues quien ama jamás se equivoca.

El Señor te bendiga y te guarde.

El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.

El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la paz.

Ciertamente lo mejor que tenemos que hacer es, en vez de juzgar a los demás, buscar conocernos mejor a nosotros mismos. Descubrir si en este campo de Dios yo estoy creciendo como un trigo, esto es, estoy produciendo buen fruto, o estoy solo ocupando espacio, solo consumiendo energías, sin estar buscando producir nada.

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