Hemos soportado a nivel país una dura pandemia sanitaria que se extendió por más de 2 años, ocasionando la muerte de más de 22.000 personas, lo cual también afectó a un sinnúmero de empresas que operaban dentro de nuestro mercado doméstico, viéndose obligadas a tener que “bajar las persianas”, al producirse una sensible disminución de sus facturaciones, que tan siquiera les permitían la cobertura de sus gastos rígidos mensuales.

El 2022, desde el punto de vista macroeconómico, ha sido malo, con un paupérrimo crecimiento de nuestra economía de apenas un 0,1 %, el peor de los últimos 5 años.

Los últimos años han sido “a puro golpe”, impactando fuertemente en la evolución de nuestra macro y microeconomía, en un país como el nuestro donde seguimos con una elevada dependencia del cultivo y cosecha de nuestros principales productos agrícolas, cuando que muy bien tenemos todas las condiciones para poder apuntar fuerte a una mayor industrialización y obtener precios de ventas mucho más remunerativos.

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El desfavorable comportamiento de nuestra economía en los últimos años terminó repercutiendo en los niveles de importaciones, debido al menor flujo de ingreso de divisas y una microeconomía resentida en su gestión económico-financiera, llevando de nuevo en 2022 a una balanza comercial negativa.

Todo termina golpeando donde “más duele”, el bolsillo de la gente, incrementando la cantidad de pobres y compatriotas que deambulan de aquí para allá en busca de trabajo.

El efecto multiplicador negativo que muestran estas coyunturas hace que lo que perjudica en forma directa a un sector se extienda a otras actividades conexas y finalmente a diversos grupos económicos dentro de nuestra microeconomía en un “efecto cascada”.

Los menores volúmenes de cosecha de soja con una merma del 70 % en 2022 han repercutido en la actividad de los trabajadores del campo, a través de menos trabajo y consecuente caída de sus ingresos, en el transporte con menores movimientos de pasajeros y cargas y un escasísimo nivel de facturaciones en los comercios que venden menos dada la limitada capacidad de compra de nuestra gente, poniendo en aprieto también al empleo privado en las zonas urbanas.

Por fortuna parecería que en este 2023 volveremos a ver “la luz al final del túnel”, pues la proyección de crecimiento de nuestra economía se estima no sería menor al 4,5 %, lo cual siempre impacta positivamente en sectores de negocios que forman nuestro espectro microeconómico.

El número de pobres en nuestro país asciende a 1.951.000 individuos, equivalente al 26,4 % de la población. Estimaciones de especialistas señalan que, si no se toman las medidas correctivas que los ameritan en tiempo y forma podríamos seguir sin variantes.

No solo será necesario mejorar nuestra actividad económica, sino invertir más y mejor en la gente, sobre todo en las nuevas generaciones que deben enfrentar los desafíos con los medios que tienen a su alcance.

Técnicos del Banco Mundial señalaron que la falta de previsión y las políticas públicas poco acertadas en el ámbito de la educación estarían generando un retroceso en una porción considerable de la población en edad de estudiar (niños y jóvenes). Con la inversión actual inferior al 3 % vs. PIB será muy difícil poder avanzar en el campo educativo.

Si no incorporamos los elementos necesarios que permitan un mejor aprovechamiento de los cambios tecnológicos, podrán profundizarse las situaciones de desigualdad y el impacto negativo que trae aparejado en nuestro capital humano podrían empeorar mucho más.

Resulta imperioso el fortalecimiento de los programas de formación continua con acciones dirigidas a reentrenar a los trabajadores y promover habilidades que requiere el mercado laboral que les permitan mayores chances de acceder a puestos de trabajo.

Se hace necesario repensar el sistema educativo actual en su conjunto. Que se tienda hacia un sistema de trabajo en proyectos con pensamiento crítico y capacidad de resolución de problemas, promoviendo las habilidades socio-emocionales y de conocimiento de mayor complejidad, con técnicas específicas y un próximo gobierno donde se dé lugar a la meritocracia, capacidad, idoneidad y trayectoria profesional de las personas.

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