En el evangelio de este domingo encontramos una de las frases más reconfortantes de las Sagradas Escrituras, y que mucho nos ayuda en aquellos momentos difíciles por los cuales todos pasamos.

Muchas veces la vida nos pone en ciertas situaciones tan complicadas, difíciles y dolorosas que nos sentimos completamente aplastados. A veces, nos parece que los problemas sobrepasan nuestras fuerzas y escuchamos a la desesperación golpear nuestras puertas. Existen ocasiones en que vivimos la angustia de no tener una respuesta, una solución: nos sentimos impotentes, cansados y desanimados.

¿Quién ya no se sintió así?

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¿Quién ya no deseó al menos alguien que le abrace, que esté cerca, que le dé unas palabras de aliento?

¿Quién nunca necesitó de alguien para desahogarse y para llorar en su hombro?

Y tantas veces, justo en los momentos que más necesitamos, las personas que pensamos que podrían ayudarnos se encuentran imposibilitadas: o están muy atareadas con sus cosas, o están en situaciones aún peores, o hasta por egoísmo o miedo, se esconden de nosotros...

Sin embargo, en las palabras de Jesucristo, reconocemos su total disponibilidad hacia nosotros, especialmente cuando estamos más frágiles y necesitados. “Vengan a mí todos los que se sienten cargados y agobiados, y yo los aliviaré”.

De hecho, él es el amigo fiel. Él es el amigo que nunca falla. En él nosotros podemos confiar.

Su corazón misericordioso, nunca nos dejará desconsolados cuando lo buscamos pidiendo consuelo. “Yo soy manso y humilde de corazón”.

Jesús no tiene miedo de nuestras dificultades. Jamás se esconderá de nosotros porque no quiere complicarse, porque no quiere involucrarse en nuestros problemas. Tampoco nos negará su gracia, porque conociendo nuestros pecados, nos juzga indignos de su amistad. Al contrario, se ofrece para estar presente en nuestras vidas y particularmente cuando nuestras fuerzas están por sucumbir, independientemente a la causa de nuestro sufrimiento.

En verdad, Él sabe que cuando estamos necesitados, nuestros corazones se ablandan, y por eso la dificultad puede ser una nueva posibilidad para que él pueda entrar en nuestras vidas. De hecho, muchas personas encontrarán a Jesús en la experiencia del dolor, en una enfermedad, un duelo, un abandono familiar, una desilusión amorosa, un accidente... y después de esto cambiarán completamente sus vidas.

La solidaridad y la fidelidad del Señor en nuestros momentos de pruebas, puede ser el inicio de nuestra transformación, por eso, aunque hayamos sido muy malos, Dios continua siempre dispuesto a abrazarnos, a consolarnos, a levantarnos... siempre con la esperanza de que ésta será nuestra oportunidad de conversión.

Sin embargo, muchos después de sentir la gracia de Dios, cuando ya están recuperados, lo olvidan, y vuelven a sus vidas como antes... Y Dios en su paciencia infinita, sabiendo que la vida humana es siempre marcada por momentos difíciles, esperará nuestro nuevo grito, para que una vez más nos demuestre su amor y fidelidad, soñando siempre con nuestra conversión.

Por eso mi hermano, mi hermana si estás viviendo un momento difícil acércate a Jesús y él te dará fuerzas. Él iluminará tu camino. No tengas miedo, no importa lo que hiciste, él está dispuesto. Dios no se fija demasiado en nuestro pasado, aunque está muy interesado en nuestro futuro.

Y si conoces a alguien que está pasando por una situación delicada, no pierdas la ocasión de hablarle de Jesús, de su ternura, de su misericordia, de su gracia, tú podrás ser un instrumento de la gracia de Dios. “Vengan a mí todos los que se sienten cargados y agobiados, y yo los aliviaré”.

El Señor te bendiga y te guarde.

El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.

El Señor vuelva su mirada cariñosa y te de la paz.

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