Faltan solo 41 días desde este lunes para el domingo 13 de agosto cuando luego de las elecciones primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO) se sabrá, finalmente, quiénes serán los candidatos y candidatas que habrán de someterse a la voluntad popular el próximo domingo 22 de octubre (111 días) en las elecciones presidenciales para elegir a quiénes sucederán en sus cargos al presidente Alberto Fernández y a la vicepresidenta Cristina Fernández.
Entre las formaciones políticas que tienen alguna posibilidad de triunfo, el ministro de Economía, Sergio Massa, en la coalición oficialista Unión por la Patria (UP) deberá enfrentarse internamente con el líder del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) Juan Grabois; la exministra de Seguridad Patricia Bullrich competirá con el jefe de Gobierno de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, en la coalición Juntos; en tanto que el economista Javier Milei no se medirá internamente con nadie en el Partido La Libertad Avanza (LLA) que fundó y lidera.
De cara a esa primera escala electoral, las encuestas de opinión que mensuran, entre otras variables, la intención de voto –contrariamente a lo que esos estudios daban semanas atrás– pareciera desdibujarse un resultado de tres tercios entre las fuerzas mencionadas precedentemente porque tanto UP como Juntos se distancian en todos los relevamientos de LLA, que se ubica en el tercer lugar, aunque claramente hay matices y curiosidades.
Para que quede claro, dada la ingeniería electoral que en UP se ha diseñado para las PASO, es muy probable que Massa, en ese conglomerado, resulte ser el más votado en términos individuales porque Grabois –siempre de acuerdo con las encuestas que se conocen públicamente– parece recolectar muy pocas voluntades electorales. La misma situación –como candidato en soledad y sin nadie que lo enfrente en su partido– podría darse en LLA y el beneficiado sería Milei. Pero esas proyecciones podrían ser engañosas por cuanto, tanto en UP, como en Juntos para saber quién se impuso en esos comicios habrá que sumar lo que cada uno de los competidores aportan a esos espacios. Así las cosas, en la elección al parecer, vuelve la polarización entre Juntos y el oficialista Frente de Todos (FDT), las dos principales coaliciones que disputan por el poder que se constituirá a partir del venidero 10 de diciembre –dentro de 160 días– cuando Alberto F. y Cristina F. concluyan sus mandatos.
Mientras en los próximos días se habrá de conocer cuál será, finalmente, el incremento que el Índice de Precios al Consumidor (IPC) haya alcanzado en el recientemente finalizado mes de junio –algunas proyecciones sostienen que será en torno del 7 %–; se verá si el valor del dólar paralelo, ilegal, blue o como quieran llamarlo perfora los USD 490 por unidad; se sabrá si hay acuerdo de corto plazo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), para llegar hasta las PASO primero y hasta el cambio de gobierno, después, sin sobresaltos sociales por el marcado y sostenido decrecimiento del bien común; y, por sobre todo, si el ministro Massa puede fidelizar el voto kirchnerista detrás de su candidatura y si el resto de la población está dispuesta a elegirlo sin que, hasta el momento, haya podido siguiera ordenar las cuentas públicas. No será sencillo, de allí que “Ventajita”, como llama el expresidente Mauricio Macri (2015-2019) a Massa o, el “Fullero”, como lo menciona públicamente la vicepresidenta Cristina F., se enfrenta a semanas de muy altas tensiones que lo exigirán al máximo.
La sociedad, entre tanto, pareciera mantenerse al margen de la intensa actividad política. Los altos niveles de abstención que se registraron en las elecciones provinciales que se desarrollaron en los últimos meses, entre el 20 y el 40 %, según el distrito en donde se realizaron dan cuenta clara de la disconformidad. En las encuestas, el dato emerge también con fuerza en el ítem “indecisos” que, según la metodología de análisis y el diseño muestral de cada investigador social, oscila entre 12 y hasta el 20 %.
La sociedad en su conjunto siente que el ajuste económico desde varios meses se desarrolla en procura de los equilibrios tanto en el macro como en la microeconomía. Las inversiones, en algunos sectores, decaen. La intensa publicidad oficial dando cuenta de las mejoras que –aún en el supuesto de que sean reales no son perceptibles en los bolsillos– no genera siquiera comentarios positivos. Las inversiones se van y con ellas no se crean puestos de trabajo. En la mañana de ayer, el diario Clarín –en el día de la semana con mayor circulación– lo consigna en la tapa y destaca: “Paraguay, el fenómeno que atrae cada vez a más inversores argentinos”.
Con buen despliegue fotográfico, a la hora de explicar los motivos destaca el devenir histórico paraguayo más reciente: “En 15 años duplicó su PBI (producto bruto interno) y mantiene controlada la inflación. Impuestos bajos, libertad para importar y exportar y la facilidad para mover capitales atraen a los argentinos al país que está a punto de convertirse en ‘investment grade’” y revela al público local que “la moneda paraguaya, el guaraní cumple 80 años y es una de los más estables de la región”. No es casual, el sector privado de ese estado mercosureño en el transcurso de este año desarrolló numerosos workshops para atraer las inversiones argentinas. Salta, Mendoza y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, entre las más destacadas, fueron las localizaciones donde esas actividades de promoción se realizaron de la mano de algunas empresas entre las que se destaca la consultora Thalent, que un par de semanas atrás apuntó al mercado de bienes raíces con asistencia récord de participantes locales en el hotel Hilton de Puerto Madero. El organizador Francisco Fariña sostuvo entonces que “la radicación de capitales argentino en Paraguay es muy interesante y por ello multiplicamos los esfuerzos para que se conozca aquí nuestro país”.
Tres importantes economistas locales que trabajan con los equipos técnicos de las y los candidatos presidenciales consultados sobre esta variable para esta columna, con el compromiso de no revelar sus identidades coincidieron en señalar que “para revertir esta realidad que hace que los inversores locales busquen nuevos mercados para desarrollarse habrá que reformular dos décadas de fracasos”.