• Por Eduardo “Pipó” Dios
  • Columnista

La grieta es un término muy utilizado en la Argentina para simbolizar la polarización política entre kirchneristas y antikirchneristas, hoy esa grieta dejó de ser 50/50 para dividirse en 3, con la aparición del fenómeno Milei, el liberal ultraortodoxo disruptivo, que entró a la arena para comerse un buen pedazo del kirchnerismo no dependiente del Estado, y algo de la centroderecha. El hartazgo contra Macri ante el fracaso económico (como si no fuera una constante en la historia argentina de los últimos 70/80 años) polarizó la opinión e hizo que en 2019 mucha gente se comiera el anzuelo de que el pobre infeliz de Alberto Fernández sería un “Cristino Moderado” y terminó siendo una marioneta de mala calidad. Esto deja al kirchnerismo en riesgo de terminar tercero en octubre, fuera hasta del ballotage o segunda vuelta.

Las polarizaciones siempre son buenas para los progres porque tienen más capacidad de disfrazar a sus lobos de corderos, hacerse pasar por “moderados con conciencia social, pero respetuosos de las libertades económicas” y así captar el voto de los incautos que generalmente buscan creer que eso es posible, “que ya aprendieron de la última vez que nos estrellamos” y que “volverán mejores”. Pasó con Boric y Petro, con el animal con ropa que gobernaba Perú, y con el sucesor de Evo.

Acá la polarización les salió mal, el intento de los oligopolios mediáticos empresariales, aliados al gobierno-gavilla de Marito, con sus aliados del supuesto progresismo de Masi y Efraín, intentó hacernos creer que solo había dos caminos, por un lado estaban ellos, los buenos, honestos, patriotas y puros, y del otro lado el “abismo infernal cartismo que nos comería crudos a todos”.

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La propia torpeza del Gobierno, unida a la voracidad criminal e infinita, a la falta total de escrúpulos, pasando desde robarse los medicamentos de los pobres hasta convertir al país en el centro de exportación de cocaína de Latinoamérica al mundo, hizo que el ciudadano común no comprara el cuentito. Hoy, aún llorando por la catástrofe del 30 de abril, que fue el corolario de varias catástrofes que, evidentemente, no les sirvieron de aviso, ya que la soberbia y el odio los enceguecieron, siguen con el mismo cuentito, inventando supuestas multibancadas plurales, donde nadie confía en nadie, para frenar un también supuesto “copamiento” del Gobierno por el temido (por ellos) cartismo. Las derrotas humillantes como la que sufrieron debieron, en teoría, servir de lección.

Entender que nadie quiere saber nada de sus odios y mezquindades personales, que el ciudadano sabe que alguien que se alía con personajes nefastos, como Cachito Salomon, no puede andar en nada bueno, y que no representan ninguna opción de cambio, para mejor al menos.

El cuento de la grieta no funcionó, el único agujero negro que les quedó es la falta absoluta de liderazgos claros y de capacidad de ver más allá de sus narices.

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