• Por Aníbal Saucedo Rodas
  • Periodista, docente y político

El análisis político es el arte de hacer previsible lo imprevisible. En ese juego de contradicciones la observación desapasionada y continua es el indispensable cimiento de cualquier aserto bien fundamentado. Porque el errático comportamiento humano también suele ser constante en un mismo individuo o grupo de personas.

Las incoherencias tienden a duplicarse con asidua sistematicidad. Es por ello que los antecedentes deben ser rigurosamente considerados al momento de diseccionar los hechos con objetiva pericia. Es el método aconsejado para reducir los riesgos del error. Sin estas herramientas, las exploraciones con presunciones científicas son contaminadas por el interés particular o el deseo de quien las expone.

Lo emocional, decía un buen amigo, se impone a la obligatoria racionalidad que conduzca a una crítica ecuánime y a una honesta conclusión. Los arrebatos de excitación intelectual se desbarrancan en simples opiniones o puntos de vista que construyen un itinerario bifurcado, y cada vez más distanciado, entre lo que uno quisiera que fuera y lo que realmente es. Como la información travestida de propaganda que dos grandes cadenas mediáticas –económica y tecnológicamente, recalco– ambicionaron vendernos en las semanas previas a las últimas elecciones generales. Toda la maquinaria (diario, radio, televisión y periodistas) fue desplegada al servicio de Efraín Alegre, candidato de la Concertación Nacional opositora, con la finalidad de evitar el triunfo del representante del Partido Colorado, Santiago Peña, hoy electo y proclamado presidente de la República.

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La volanta permanente que antecede al título de mis artículos es bien clara. No dice “Análisis” sino “Comentario” (edición impresa). No soy politólogo. No poseo el título que me habilite como tal. Me declaro un comentarista que lee, escucha, recorta y guarda los registros con artesanal oficio (páginas de periódicos, audios y videos). Por la vía del cotejo voy armando el futuro anticipado. Y no me ha ido tan mal (sin falsas modestias, que es la peor de las soberbias, diría el entrañable Helio Vera). Aquellas cadenas, a las que aludíamos anteriormente, trataron de inyectar entusiasmo y dinamismo a la campaña de Efraín Alegre, incorporando el análisis de profesionales en cuestiones políticas. Más las reproducciones de publicaciones extranjeras. Todas ellas, naturalmente, apostando a una victoria de Efraín Alegre.

Empecemos el recuento con los nuestros (sin mencionar nombres, no hace falta): “Recta final sin poder determinar quién será el nuevo presidente”. Y añade: “Sin debate, sin fervor, expertos analistas sostienen que la incertidumbre sobre el próximo presidente de la República se mantendrá hasta la hora del conteo”. Generalizan una “percepción” que no supera los límites del círculo que la propicia. Así podemos leer: “Nadie está en condiciones de decir quién será el próximo gobernante del Paraguay”, “el kirirî ñembotavy expresa su mundo aparentando una cosa que no es real (…) Muestra que todo es normal, cuando en realidad solo finge porque en sus entrañas más íntimas nada le haría más feliz como la derrota de su correligionario”, “pocos prestan atención a las encuestas locales de intención de votos (…), la de Atlas, hecha en Brasil, es la más creíble y esta da un empate técnico, con casi dos puntos más al candidato de la Concertación Nacional, Efraín Alegre, frente a Santiago Peña, candidato colorado”.

En medio de una hojarasca de rebusques ideológicos, algunos, estoy seguro porque los conozco personalmente en su integridad, pecaron de buena fe a partir de “datos y comentarios que envenenan la información”, como afirmaba en mi artículo del viernes 19 de mayo de 2023. Los demás, advertía en el mismo escrito, son “profetas de pronósticos fallidos que no acumulan penitencia, por lo que periódicamente vuelven con el mismo arrojado entusiasmo a presagiar un escenario pintado con el color de sus inclinaciones partidarias (o sesgado por particulares aversiones), decretando una larga noche para unos y una resplandeciente luz auroral para otros”. No pasó un mes para que este aviso quede clavado en la puerta de la parroquia. Sin una tilde de más. Sin inmutarse ni sonrojarse por sus errados pronósticos, retornan a la carga con idéntico fervor. “Los agoreros del apocalipsis –decía entonces–, de los nuestros y de los ajenos, ya están diseñando un futuro sombrío para el país”. Ni un solo acto de contrición ni propósito de enmienda. Sigo aguardando una “sesuda” evaluación de la “agencia internacional Ficht Solutions, una de las calificadoras de riesgo más importantes del mundo”, explicando por qué fallaron en su “opinión de que Efraín Alegre derrotará a Santiago Peña en las elecciones de abril”. Pero nada. Estos “análisis políticos” gozan de la más completa impunidad.

Pero no todo es color de pesimismo. Siempre hay alguien que sobresale por encima de la mediocridad y el análisis condicionado por la pasión o la aversión. Como el artículo en la página digital Nueva Sociedad, de la señora Sara Mabel Villalba, con el tentador título: “Paraguay: ¿cruje la hegemonía colorada?”. Admito mi ignorancia sobre su vida académica y profesional. Sin embargo, pude averiguar que es consultora, docente e investigadora social. Dice más su currículum: licenciada en Comunicación y magíster en Ciencia Política. Su escrito demuestra que honra sus títulos. Puedo no estar de acuerdo en algunos de sus puntos de reflexión, no obstante, fue un gusto disfrutar de esa lectura –previa a las elecciones– por el equilibrio racional y enfoque interpretativo con que desarrolló su trabajo. Una mezcla de politología y periodismo. Con un remate final que nos aproximaba a la previsibilidad de lo imprevisible. Ah, y un dato no menor: es pilarense. Buen provecho.

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