La gran pregunta de toda la humanidad desde siempre y todavía parece que para siempre: ¿qué sucede con el cerebro cuando morimos? ¿Qué hay después? ¿Comienza algo nuevo o todo se termina? El fenómeno de la muerte y los eventos que ocurren en el cerebro durante este proceso son temas complejos y aún no se comprenden completamente desde la perspectiva de las neurociencias.
Sin embargo, podemos hablar en forma genérica de algunos de los fenómenos y teorías asociadas con la experiencia de morir. Durante la etapa final de la vida o en momentos cercanos a la muerte, el cerebro puede enfrentar una disminución de la actividad y la función debido a una falta de suministro de oxígeno y nutrientes. A medida que el sistema cardiovascular se deteriora, la cantidad de sangre y oxígeno que llega al cerebro disminuye gradualmente. La falta de oxígeno y otros nutrientes esenciales puede provocar daño y muerte celular en diversas regiones cerebrales.
Estas células dañadas ya no pueden funcionar adecuadamente, lo que puede resultar en la interrupción de las redes neuronales y la pérdida de la actividad cerebral. Es importante tener en cuenta que a medida que el cerebro se enfrenta a un deterioro y una disminución de la función, es posible que la persona que está muriendo no experimente conscientemente ninguna sensación o emoción específica. La pérdida de conciencia es un aspecto fundamental del proceso de la muerte y puede ocurrir antes de que el cerebro alcance un estado de inactividad completa.
La cantidad de tiempo durante el cual el cerebro sigue funcionando después de la muerte puede variar según diversos factores, como la causa de la muerte, la temperatura ambiente y las circunstancias individuales. En condiciones normales y en ausencia de intervenciones médicas, los estudios indican que la actividad eléctrica y metabólica del cerebro disminuye significativamente en cuestión de segundos o minutos después de la muerte. La falta de oxígeno y nutrientes esenciales provoca que los procesos bioquímicos y eléctricos se interrumpan gradualmente en el cerebro. Sin embargo, se ha observado que ciertos cambios electroencefalográficos (EEG) y patrones de actividad cerebral pueden persistir durante un corto período de tiempo después de la muerte clínica. Estos cambios pueden durar desde unos pocos minutos hasta aproximadamente 20 minutos en algunas circunstancias. Es importante destacar que, aunque puede haber actividad residual en el cerebro durante un breve período después de la muerte, no se ha documentado ninguna evidencia científica que respalde la existencia de una conciencia o una experiencia subjetiva en ese momento.
Primeramente, cuando una persona está cerca de la muerte, el cerebro experimenta una serie de cambios fisiológicos y neuroquímicos que pueden afectar su percepción y conciencia. Uno de los fenómenos más comunes reportados por personas que han tenido experiencias cercanas a la muerte es la percepción de un túnel o una luz al final. Esta sensación puede deberse a cambios en la actividad cerebral, especialmente en las áreas visuales y de procesamiento de información. Durante momentos de estrés extremo o condiciones cercanas a la muerte, el cerebro puede liberar una variedad de sustancias químicas, como endorfinas y serotonina, que pueden alterar la percepción y el estado de ánimo. Estas sustancias pueden influir en la forma en que procesamos la información sensorial, lo que puede llevar a la percepción de fenómenos como la luz o el túnel.
Por su parte, la experiencia de ver a familiares fallecidos también es un fenómeno común reportado por algunas personas cerca de la muerte. Algunas teorías sugieren que esto puede ser el resultado de la activación de ciertas áreas del cerebro que almacenan recuerdos y emociones asociadas con seres queridos. Durante momentos de crisis o estrés, estas áreas del cerebro pueden activarse y generar la sensación de presencia de personas ya fallecidas. Otro fenómeno descrito es la sensación de que la vida pasa como en una película. Esto puede estar relacionado con el proceso de la memoria y la forma en que recordamos eventos importantes en nuestra vida. En momentos de estrés o cercanía a la muerte, el cerebro puede activar áreas involucradas en la recuperación de recuerdos, lo que puede dar lugar a la revisión rápida de momentos significativos de la vida.
Todo tiene explicación. Incluso esa sensación de estar fuera del cuerpo que las personas a menudo describen refiriendo observar la escena desde una perspectiva externa. Esta sensación puede estar relacionada con cambios en la actividad cerebral y la percepción, aunque aún no se comprende completamente cómo ocurre.
Es importante tener en cuenta que estos fenómenos no se han estudiado a fondo y pueden variar en cada individuo. Además, las experiencias cercanas a la muerte son subjetivas y pueden estar influenciadas por factores culturales, emocionales y personales. La falta de conocimiento definitivo se debe a que es extremadamente difícil estudiar y medir los eventos que ocurren en el cerebro durante el proceso de la muerte en tiempo real.
La muerte es un evento complejo y multifacético, y aún hay mucho por aprender sobre sus implicaciones neurofisiológicas. Morir también es algo DE LA CABEZA. Nos leemos en siete días.