Constituye una de las asignaturas pendientes que amerita que le podamos dar el justo lugar que le corresponde a la brevedad posible y que pueda ser impartida tanto en las escuelas como en colegios públicos y privados en los ciclos primario y medio como materias que formen parte de la malla curricular que permitan a nuestros niños y jóvenes poder “digerirlo” y crear la debida conciencia e importancia a algo que nos atañe a todos en nuestro día a día.
Vivimos en plena era del consumismo. El marketing cada vez se muestra “más agresivo” dentro de los diversos segmentos empresariales y no empresariales.
No es objetable, pues somos nosotros los que desde chiquitos tenemos que ir conociendo en forma gradual, pero sostenida los distintos aspectos que hacen relación a los principios básicos que encierran una buena educación financiera.
Tengamos en cuenta que las necesidades son y serán ilimitadas, pero los recursos siempre serán limitados o finitos. Es por ello que desde niño se los debe ir inculcando en función a la edad de cada uno con ilustraciones gráficas u otros sistemas que puedan llegar en forma efectiva y que no los olviden, dado que dicen que lo “que entra por los ojos” es lo más importante en la vida de los seres humanos.
Debe seguir teniendo continuidad dentro del nivel medio en donde los jóvenes, más que los niños, deben crear verdadera conciencia de la importancia que reviste una buena educación financiera relacionada directamente con el manejo de nuestras finanzas personales.
Solemos leer que los hijos “son el reflejo de sus padres” y es verdad en gran medida. En cuántos hogares nacemos y crecemos sin que nuestros padres nos hayan inculcado sobre el buen manejo del dinero.
Quizás no porque en su interior no lo deseen, sino muchas veces por desconocimiento de los principios básicos que la rigen, y son justamente estas personas adultas las que vemos todos los días que están sobreendeudadas por no haber sabido manejar racionalmente su relación ingresos-egresos y concienciarse debidamente de que no podemos gastar más de lo que nuestra capacidad de repago nos permite.
Tenemos a varios economistas que se están especializando en esta disciplina que es la educación financiera y con énfasis en el manejo de las finanzas personales. Sería bueno que empresas privadas actúen de sponsors y los contraten como parte de su responsabilidad social corporativa y puedan empezar a impartir todo lo que se debe saber acerca de esta disciplina y que los mayores receptores de ello –en caso de que el MEC decida incorporarla como asignatura necesaria a impartirse en escuelas y colegios– sean los propios educadores, dado que ellos mismos están dando un mal ejemplo a través de sus niveles de sobreendeudamiento.
A quién no le gustaría que nuestros niños y jóvenes empiecen a recibir estas lecciones del manejo de finanzas, y sean ellos mismos los portadores de mensajes sanos sobre educación financiera a sus propios padres, quienes se sentirían más sensibilizados si su hijo pequeño se le acerca y le dice: “Papá, hoy en la escuela nos enseñaron de que no se debe gastar más de lo que se tiene para que las deudas no aumenten y vos puedas ‘volver a sonreír’ y jugar con nosotros todos los fines de semana tranquilo y sin mayores preocupaciones”.
Si hasta ahora no le habíamos dado la importancia que se merece, mejor “es tarde que nunca” y así podremos tener niños, jóvenes y padres de familia conscientes de que hay que vivir y gastar en función a lo que nuestros ingresos nos permiten, ya que todo exceso en la vida es dañino, por lo que lo recomendable es tratar de encontrar el punto de inflexión entre nuestros ingresos y egresos.
Estamos pasando por un periodo en que nuestra capacidad adquisitiva se ha visto cada vez más deteriorada, sumado a la gran cantidad de desempleados que ha traído aparejada la última pandemia sanitaria, como también el manejo poco profesional de nuestra macro y microeconomía por parte del gobierno actual.
Pero, como no hay mal que dure 100 años, esperamos que el próximo gobierno se enfoque a full en la generación de más fuentes de trabajo, que nos permitan superar la franja cada vez mayor de pobreza y pobreza extrema en la que estamos sumidos.