El oficialismo argentino -fragmentado- carece de tres insumos básicos para encarar las prácticas políticas cuando se desarrollan procesos electorales: diálogo, dinero y tiempo. Veamos.

La vicepresidenta Cristina Fernández -lideresa del kirchnerismo- desde hace muchos meses no habla con el presidente Alberto Fernández que ella ungió para ocupar ese cargo desde el 10 de diciembre de 2019. En esa línea de incomunicación la segunda al mando sólo habla con sus más fieles; con quienes se encuentran integrados en el Instituto Patria -un tanque de ideas a su servicio-; y con un puñado de dirigentes de La Cámpora, la línea interna que le es más afín entre todas las que trashuman el peronismo, que encabeza su propio hijo primogénito, el diputado Máximo Kirchner y, en la que se encuentran el gobernador de la provincia de Buenos Aires Axel Kicillof y el ministro del Interior Eduardo de Pedro a quien, al parecer, quisiera colocar como candidato presidencial del Frente de Todos (FDT), aunque no existen seguridades de que así finalmente sea.

Claramente, la instancia dialógica de cara a lo que viene y a lo que habrá que proponer al electorado, bordea la inexistencia. Complejo, por cierto, y mucho más cuando el cronograma electoral emplaza a los partidos para que el venidero 14 de junio se formalicen e inscriban las alianzas con las que habrán de concurrir a las urnas.

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Desde la perspectiva de los recursos económicos y financieros la situación no es mejor. En la semana que concluyó se hizo público que las reservas en el Banco Central (BCRA) se ubican en torno de -USD 7.000 millones. El balance indica que están en negativo. Eso quiere decir que los dólares estadounidenses que el Gobierno utiliza para gestionar los toma de lo que se conoce como “encajes bancarios” que se constituyen con los fondos de los depositantes en las entidades bancarias. Además de ellos, vale explicar -para evitar más preocupaciones que las emergentes ante la situación- la autoridad monetaria dispone de 61,74 toneladas de reservas en oro (enero 2023), de las cuales algunas se encuentran en el tesoro de la entidad, otra en Londres y las restantes en Basilea. Un reporte del pasado 20 de marzo emitido por Bloomberg señala que en ese metal la Argentina dispone de unos USD 3.800 millones. Fondos para hacer campaña, no hay.

Como ya se señaló dentro de nueve días deberán estar cerradas las negociaciones para la construcción de alianzas electorales. El 24 de junio, será el plazo límite para presentar y oficializar las listas de postulantes que habrán de competir en las elecciones primarias abiertas simultaneas y obligatorias (PASO) previstas para el domingo 13 de agosto -dentro de 70 días- para definir quiénes serán las candidatas y candidatos que el 22 de octubre (140 días) se expondrán a la consideración popular.

La totalidad de las encuestas que se conocen aquí dan cuenta que, en la medianoche de ese día, muy probablemente, los resultados muestren que la sociedad se habrá expresado en tercios. La propia vicepresidenta Cristina F., algunos días atrás, en el transcurso de una conversación pública que se emitió en el canal por suscripción C5N así lo sostuvo y expresó que la clave, para el oficialismo, “es entrar en el balotaje”, previsto para el 19 de noviembre (168 días). Enorme desafío. Como se señaló en el inicio, líderes y lideresas del oficialista FDT carecen de diálogo, dinero y tiempo para desarrollar el proceso electoral. La viuda de Néstor Kirchner, además, no quiere PASO. Sólo confía en su dedo para señalar y avalar candidaturas. Crecen las resistencias. En voz muy baja hay quienes se expresar y la contradicen. Son quienes no olvidan que ella eligió al radical Julio César Cleto Cobos como vicepresidente para 2007, con quien terminó visceralmente enfrentada. Que seleccionó, también para secundarla a Amado Boudou en la reelección de 2011, quien fue condenado judicialmente por varios hechos de corrupción; y, que eligió y lo informó por tuit en junio 2019 al actual mandatario, Alberto F., con los resultados que se conocen.

En el ecosistema de las oposiciones -principalmente en la que pareciera ser la principal coalición que se conoce como Juntos en la que convergen el PRO (Propuesta Republicana), la UCR (Unión Cívica Radical) y la CC (Coalición Cívica)- las cosas no son mejores. La irrupción reciente en el escenario preelectoral del diputado nacional Javier Milei, fundador y conductor del partido Libertad Avanza quien, según lo señalan todas las compulsas crece en la consideración popular, genera preocupaciones y las dirigencias buscan cómo ampliar la base de sustentación para contar con más posibilidades de éxito y llegar a una eventual segunda vuelta bien posicionados.

Pero ese tránsito no resulta ni resultará sencillo. Algunos y algunas de los líderes y lideresas coaligadas desde la presidencial de 2015 cuando Mauricio Macri llegó a la presidencia, se resisten a nuevas incorporaciones. Tampoco tienen mucho tiempo para prolongar las conversaciones y decidir. Los plazos para construir alianzas y definir candidaturas son iguales para todos y todas. ¿Fortaleza situacional respecto del oficialismo? Sólo una. No se sustraen al diálogo y pese a que el propio Macri -como Cristina F.- quiere digitar candidaturas son pocos quienes quieren oírlo. Justamente, el expresidente entre 2015 y 2019, es quien aparece como opuesto a nuevas alianzas. También un sector de la UCR que lidera el exsenador Ernesto Sanz, otro de los fundadores de lo que fuera Juntos por el Cambio, dice no.

El panorama es complejo. La crisis política, económica y social que implosionó en 2001 aún no se ha resuelto. Hay quienes creen que votar en tercios y/o eventualmente conceder desde la voluntad popular el triunfo presidencial a Milei es la continuidad del “que se vayan todos”. En el plano de las proyecciones electorales posibles, según las encuestas -al menos hasta la medianoche del 13 de agosto no habrá otro dato- permiten a numerosos analistas pensar en que el FDT, el oficialismo peronista, podría ser derrotado una vez más como sucedió en 1983, en 1999 y en 2015.

En los estertores del poder Alberto F. y Cristina F. se inquietan. Saben que, si esa hipótesis se verifica, serán para siempre “los mariscales de la derrota”. Ingresarán de lleno en la historia, también como derrotados. Muchos peronistas recuerdan que Antonio Gramsci afirmaba que “el viejo mundo se muere; el nuevo tarda en aparecer; y, en ese claroscuro surgen los monstruos”.

Entre las oposiciones aquellas palabras también resuenan y algunos las repiten como si fueran un hallazgo reciente y creen ver la emergencia monstruosa en quien se presenta como libertario y no ahorra acusaciones contra “la casta”. No parece sensato el señalamiento ni la asociación. El mal llamado “antisistema” Milei -como a él parecería no molestarlo ser mencionado porque nunca desmiente ni mucho menos rechaza el calificativo- construyó un partido político, es legislador nacional, dejó de sortear su sueldo parlamentario entre la gente. No difiere de lo que hace cualquier dirigente partidario.

La sociedad, por su parte, tiene otras preocupaciones. Llegar a fin de mes; comer; tener algún grado aceptable de seguridad ciudadana; acceder a un sistema de salud y a buena educación. Ante ello algunas dirigencias -aunque muy limitadamente- proponen la construcción de consensos. Atrasan y desafinan. Marasmo. De allí que, si se confirmara que el resultado electoral será en tercios como lo dice Cristina F., las encuestas y muchas otras fuentes- luego de tantas décadas de desencuentros, el enorme desafío será el de gerenciar y gestionar los disensos.

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