DESDE MI MUNDO

  • Por Carlos Mariano Nin
  • Columnista

Hay personas que son capaces de todo por hacerse una selfie. No importa si para ello es necesario arriesgar la vida, algo tan tonto como real. Busqué estadísticas en las redes, pero los datos que encontré quizás no reflejen la situación actual, pero sirven para hacernos una idea de un drama que recorre el mundo. De Asunción a China.

Según un estudio de Priceonomics, entre el 2014 y el 2018, perdieron la vida 50 personas al intentar hacer una selfie. Desde entonces las cifras se deben haber disparado y los subregistros harían quedar pálidas a cualquier estadística.

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La situación escaló a grandes dimensiones. En Noruega, por ejemplo, el Gobierno lanzó la campaña de concienciación y comunicación #besafie, (be safe + selfie, en inglés). Bajo ella aportan unas reglas básicas de seguridad en la montaña, que empieza por una preparación previa al inicio de la actividad al aire libre. Además de esto, #besafie aspira a prevenir a los viajeros sobre el mal uso y posibles peligros de la selfie en entornos extremos en los que uno puede perder fácilmente la noción del espacio y la distancia. No lo hubiésemos imaginado hace solo un puñado de años. Vivimos tiempos acelerados, vertiginosos.

Para nosotros, los mayores de 40, que vivimos el cambio de una generación, es más notorio. Intimidante, incluso. La tecnología nos va marcando el compás de nuestras vidas, de la que retratamos cada momento como si una foto fuera a garantizarnos un momento efímero de felicidad.

Pero es más comprometido aún. Hoy los chicos están convencidos de que cuanto más peligrosa es la filmación o la selfie más éxito tendrán en las redes, sin comprender que la popularidad no se mide por lo que la gente piense de nosotros, sino por lo que en verdad somos sin hacerlo saber a los demás.

Pero la misma sociedad, esos amigos que ni siquiera conocemos, nos empuja a caer en la tentación de querer caer bien. Los “me gusta” nos animan y nos vuelven dependientes de la aceptación virtual de lo que retratamos. Y, sin embargo, es la misma sociedad la que crítica la forma absurda con la que, en casos, desafiamos a la muerte y a nuestras propias convicciones.

Más allá de que seas o no católico, el papa Francisco insistía en un video sobre las posibilidades que ofrecen las redes sociales y la responsabilidad que conllevan, incluso iba aún más lejos: hacía un llamado a no dejar que el resplandor de la juventud se apague en la oscuridad de una habitación cerrada en la que la única ventana para ver el mundo sea el ordenador y el teléfono.

No hace falta. Los momentos se disfrutan en silencio, no es necesaria una foto o un video. Al terminar el día los buenos recuerdos van a quedar en tu corazón y los malos en el olvido.

La responsabilidad es tuya, pero lo que vemos puede afectar a otras personas. Y esa sí… es tu responsabilidad. Pero esa… esa es otra historia.

Etiquetas: #muerte#foto

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