Esta semana, el kirchnerismo -como se llama aquí a la línea interna hasta poco tiempo atrás prevalente en el peronismo- habrá de recordar que veinte años atrás Néstor Kirchner asumió la presidencia, un 25 de mayo. Desde entonces y hasta aquí, todo ha cambiado.
Aquel mandatario, emergente de otra de las debacles nacionales -en 2001- que provocó una profunda crisis política, económica, financiera y social en la historia democrática reciente quiso ser también, en la desmedida fantasía de algunos de sus protagonistas, el iniciador de un proyecto político que lideraba aquel jefe de Estado que concibió como heredera a la actual vicepresidenta, Cristina Fernández que, en parte, consiguió sostener en el tiempo aquella concepción onírica y fallida hasta 2015, cuando la voluntad popular le entregó el poder a Mauricio Macri.
En los últimos meses, todo ha cambiado. En las encuestas de opinión el oficialismo que encabeza el presidente Alberto Fernández no consigue más que acercarse a un punto de no retorno en el que no sólo pierda la elección presidencial que se realizará el venidero 22 de octubre, sino que podría marcar un hito negativo en la historia del otrora poderoso partido que fundó Juan Domingo Perón.
De hecho, tanto Alberto F. como Cristina F. declinaron de ser candidatos a cargo alguno aunque, en rigor de verdad, nunca postularon a nada. En el propio Macri -antes que ningún otro- renunció a cualquier competencia electoral. Claramente, los tres mencionados -con encuestas en la mano- con sus declinaciones asumieron y admitieron que el 70 % de la sociedad los rechaza y, con ese dato, es poco recomendable todo intento.
Sin embargo, Cristina F. resiste a dejar el escenario público y, en ese contexto, no pierde oportunidad no sólo para repetir una y otra vez que pesa sobre ella una proscripción que deviene de una condena judicial que no está firme a 6 años de prisión por malversar fondos públicos, afirmación absolutamente mentirosa, sino que intenta intervenir en la confección los listados de quiénes, entre sus allegados, serán los candidatos y candidatas más aptas para competir, según su criterio.
En procura de ese objetivo, en el transcurso de una conversación que sostuvo en el canal de noticias C5N, Cristina F. consideró que la próxima elección tendrá un resultado de “tercios” y, convencida de ello, sostuvo que “lo importante es (para el oficialismo) entrar en el balotaje”.
La expresión no amerita mayores comentarios por cuanto, en boca de la segunda al mando sólo se trata de una confirmación concreta y contundente de la convicción que los Fernández tienen de que el peronismo que ella informalmente conduce tiene grandes posibilidades de ser vencido.
Más aún, esa manifestación, permite interpretar que Cristina F. procura despegarse de una derrota del gobierno del que forma parte y, sin hacerlo taxativamente, admite que a la luz de los datos que emergen de las encuestas de opinión, el peronismo podría quedar en el tercer lugar aunque todavía la suerte del partido que fundara Juan Perón no está resuelta y podría ubicarse en la segunda posición.
Por su parte, el ministro de Economía, Sergio Massa, por muchos meses señalado como eventual candidato oficialista para reemplazar al presidente Alberto F. desde el 10 de diciembre cuando finalice -junto con Cristina- el mandato que iniciaron el mismo día en diciembre 2019, comienza a desgajarse aunque no es esa su voluntad.
Los indicadores económicos no lo acompañan. La inflación anualizada alcanza a cerca del 110 % anual, la pobreza se ubica por encima del 40 %, el 60 % de los niños son pobres y el aparato productivo está a poco de detenerse por falta de dólares estadounidenses para pagar insumos necesarios para sostener la producción. Así las cosas, Massa comienza a comprender que su objeto del deseo, llegar y habitar cuatro años en la Casa Rosada (sede del Gobierno argentino), como el horizonte ante la vista de cualquier observador se aleja un paso en cada oportunidad en que él -sólo él- cree que se acerca un paso.
Mientras, en la principal coalición opositora, Juntos por el Cambio, encaminados sus líderes y lideresas hacia las elecciones primarias simultaneas y obligatorias (PASO) que se realizarán el próximo domingo 13 de agosto, hacia afuera de sus límites sólo comunican desacuerdos, vanidades y discrepancias especialmente entre Horacio Rodríguez Larreta, jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y la ex ministra de Seguridad 2015-2019, Patricia Bullrich que, como él se proponen como precandidatos a la presidencia.
La gran novedad en este cuadro de la situación es una segunda oposición al oficialismo, el partido Libertad Avanza que lidera el economista Javier Milei, actual diputado nacional, que una y otra vez -presentándose como un “antisistema”- propone terminar con el Banco Central (BCRA), dolarizar la economía, legalizar la portación y uso de armas, habilitar la venta de órganos, vender todos los bienes del Estado y terminar con los subsidios, entre algunos otros anuncios difíciles de concretar. Muchos de ellos, como la eliminación del BCRA y la dolarización, por ejemplo, demandarían de una reforma constitucional cuya declaración de necesidad debiera pasar por el Congreso de la Nación donde Milei no cuenta con el número de legisladoras ni legisladores para alcanzar esos objetivos.
De cara a tales anuncios, consultado por este corresponsal un veterano analista político que prefirió mantener su identidad en reserva dado que -como consultor privado se desempeña profesionalmente para algunos de los actuales precandidatos- respondió que “Milei tal vez porque tenga, en la intimidad, encuestas serias que no lo favorecen, aplica el que aquí se conoce como el teorema de Baglini”.
Para que quede claro, el consultado recordó que Raúl Baglini, otro economista que supo ser un influyente diputado nacional por la Unión Cívica Radical en tiempos del presidente Raúl Alfonsín (1983-1989), sentenció en el Congreso Nacional que -palabra más palabra menos- “el grado de responsabilidad de las propuestas de un partido o dirigente político es directamente proporcional a sus posibilidades de acceder al poder”. Hasta el momento y en este contexto, en la Argentina, sólo avanza la incertidumbre.